Transmisión del SARS-CoV-2 en playas y arenas
Pronto llegará el verano y posiblemente muchos españoles podrán disfrutar de las playas y arenas de nuestras costas y ríos. Muchos se preguntan ¿Se podría transmitir el SARS-CoV-2, nuevo coronavirus en estos entornos?
Para responder a estas preguntas hemos extraído los textos del informe adaptado y referenciado del CSIC donde se analizan las actividades acuáticas y su posible transmisión del nuevo coronavirus o SARS-CoV-2. Se supone que el distanciamiento personal y social se mantendrá en pie durante bastante tiempo con las reglas de sanidad.
Estas son las conclusiones de los científicos del CSIC:
Introducción
De las posibles vías de contagio en los ambientes a los que se refiere este informe (piscinas, playas, ríos, etc.), la principal vía de transmisión del SARS-CoV-2 es a través de secreciones respiratorias y el contacto cercano de persona a persona.
Las aglomeraciones que pueden darse en las piscinas y playas, así como los objetos de uso común pueden continuar sirviendo de mecanismo de contagio.
En relación con la transmisión a través de aerosoles infectados con SARS-CoV-2, Roy et al., (2020), en un artículo científico todavía no publicado, establecen que este virus es notablemente resistente en forma de aerosol, incluso después de 12 horas, y refuerzan las conclusiones alcanzadas en estudios anteriores por otros autores. La transmisión de SARS-CoV-2 en aerosol, ya sea a través de la transferencia directa de gotitas respiratorias o la generación de fómites (objetos carentes de vida capaces de transmitir patógenos), puede ser una vía de transmisión más importante de lo que se consideraba.
Los humanos producen aerosoles continuamente a través de la respiración normal, lo que aumenta durante las enfermedades respiratorias, e incluso durante una respiración profunda, estornudo, tos o canto. Una fracción de los aerosoles generados naturalmente se encuentra dentro de la distribución de tamaños utilizada en los estudios experimentales (<5 µm), lo que lleva a la conclusión de que las personas infectadas con SARS-CoV-2 tienen la capacidad de producir bioaerosoles virales que pueden seguir siendo infecciosos durante largos períodos de tiempo después de la producción a través del desprendimiento y suspensión en el aire. El SARS-CoV-2 puede permanecer activo mientras está formando parte de estas partículas en suspensión en el aire más de tres horas (van Doremalen et al., 2020).
Estos aerosoles pueden depositarse sobre diversas superficies accesibles a los bañistas y dar lugar a contagios. Existen varios estudios acerca de la persistencia infectividad de SARS.Cov1 y SARS-CoV-2 sobre diferentes superficies. Según Doremalen et al., 2020 y Chin et al., 2020, el virus persiste días en superficies lisas como plásticos o acero mientras que no recuperaron ningún virus infeccioso ni en papel impreso ni en pañuelos de papel después de una incubación de 3 horas. Sin embargo, en cartón el virus era detectable hasta después de 24 horas.
Otras posibles vías de contagio relacionadas con el agua que se deben evaluar son las derivadas de la presencia del virus en aguas residuales que puedan llegar a masas de agua de baño y también la supervivencia del virus proveniente de los bañistas en aguas, arenas y superficies limítrofes.
El SARS-CoV-2, de acuerdo con los estudios existentes (detallados más adelante en este informe), y los otros coronavirus pueden persistir tanto sobre diversas superficies sólidas, como ya se ha indicado, como en aguas superficiales y residuales. Sin embargo, como se recoge en un informe del Centro “Water and Energy Sustainable Technology” (WEST) de la Universidad de Arizona (Informe WEST), “las investigaciones también sugieren que los coronavirus son más sensibles al agua y a los procesos de tratamiento de aguas residuales que sus contrapartes los virus entéricos sin envoltura. Por tanto, los procesos de tratamiento de aguas y aguas residuales probablemente brinden una protección adecuada contra los coronavirus. De hecho, la web de los “Centers for Disease Control and Prevention” de EEUU (CDC) (https://www.cdc.gov/coronavirus/2019-ncov/php/water.html) confirma que el SARS-COV-2 no se ha detectado en el agua potable y que los métodos convencionales de tratamiento de agua potable deben eliminar o inactivar el virus que causa la COVID-19.
En cuanto a las aguas residuales, según la bibliografía existente, se considera que, aunque el virus se excreta en grandes cantidades en heces, existe todavía relativamente escasa evidencia sobre su infectividad. Sin embargo, dicha posibilidad no se puede descartar totalmente porque hay ya tres estudios en los que se describe la presencia de virus infeccioso en muestras de heces de pacientes con COVID-19 (Wang et al., 2020; Xiao et al., 2020; Zhang et al., 2020; Sun et al. 2020). Por otro lado, todavía hay escasa evidencia sobre el papel que pueden desempeñar otros vectores potenciales en la transmisión del virus, por ejemplo, mediante fómites o fecal-oral (Amirian, 2020). Sin embargo, teniendo en cuenta los datos científicos de los que se dispone, cabe esperar que la transmisión fecal-oral del COVID-19 sea mucho menor que la asociada a las microgotas o gotas de saliva aspiradas directamente, o adquiridas indirectamente a través del contacto con superficies del entorno inmediato o con objetos utilizados por personas infectadas (WHO, 2020).
Hasta el momento, no existen estudios publicados sobre la persistencia del virus SARS-CoV-2 en suelos naturales, por lo que no hay evidencias científicas sobre la vida media del virus que pueda ser relacionada con los suelos en los entornos de playas y riberas.
Playas
Una de las posibles vías de contaminación de playas y ríos son los efluentes procedentes de las estaciones depuradoras de aguas residuales (EDARs). Estudios recientes han mostrado que el virus está presente en las aguas residuales, lo que ha permitido la detección de material genético de SARS-CoV-2 en aguas de entrada de plantas depuradoras en varios países (Medema et al., 2020; Randazzo et al., 2020). Sin embargo, hay que resaltar que la presencia de este virus en efluentes es muy limitada (Wurtzer et al., 2020), lo que indica que el riesgo de contaminación ambiental de aguas potables o playas es reducido si las aguas residuales se tratan convenientemente. Por otra parte, no existen evidencias científicas que indiquen que estos residuos víricos pueden dar lugar a infecciones aunque existen investigadores que creen que podría ser posible (Day, 2020; Griffin et al., 2003).
En la página web del Centro de control de enfermedades de EEUU (CDC, 2020) se encuentra la siguiente información: “El virus que causa COVID-19 se ha encontrado en aguas residuales no tratadas. Los investigadores no saben si este virus puede causar enfermedades si una persona está expuesta a aguas residuales no tratadas o sistemas de alcantarillado. No hay evidencia hasta la fecha de que esto haya ocurrido. En este momento, se cree que el riesgo de transmisión del virus que causa COVID-19 a través de sistemas de alcantarillado adecuadamente diseñados y mantenidos es bajo”.
No se dispone de información científica sobre la capacidad del SARS-CoV-2 para permanecer infeccioso en agua salada. Sin embargo, se ha identificado el cloruro sódico como agente biocida eficaz contra SARS-CoV-2, Fu-Shi Quan (2020) afirma lo siguiente: “Los filtros recubiertos de NaCl, sal común, demostraron ser altamente efectivos en la inactivación de los virus de la influenza, independientemente de los subtipos y del almacenamiento en condiciones ambientales adversas. Nuestros resultados se pueden aplicar para obtener un dispositivo de prevención de un amplio espectro de patógenos en el aire para epidemias y pandemias de enfermedades respiratorias”
Con respecto al aire en la orilla del mar, los aerosoles formados por las olas y el viento son abundantes y representan una gran fuente natural de partículas en el aire que podrían transportar el virus por este medio por lo que una distancia segura sería superior a los dos metros recomendados en ciudad.
Sin embargo, ni la Organización Mundial de la Salud, ni los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, ni las Agencias de Salud locales de EEUU u otros países han advertido que el virus puede propagarse por la brisa marina o la brisa costera.
Arena de las playas y riberas
Las playas y riberas pueden ser infectadas por las masas de agua contiguas (mar, río, etc.) en las que se han vertidos aguas fecales, así como por bañistas infectados.
Ya indicamos que la probabilidad de encontrar virus infecciosos en las aguas residuales tratadas es baja y la dilución en grandes masas de agua disminuye aún más este riesgo, por lo que la fracción que pueda alcanzar las playas y riberas es reducida.
Por otra parte, puede producirse contaminación de las playas y riberas por las gotitas emitidas por personas infectadas, así como por sus heces y orina. Duan et al. (2003) mostraron que el SARS-CoV (cepa CoV-P9) era capaz de sobrevivir en suero, esputo diluido 1:20 y heces durante al menos 96 h, y que podía permanecer vivo en la orina durante al menos 72 h con un nivel bajo de infectividad. Estos autores demostraron que la supervivencia de este virus en distintas superficies y en el agua eran similares, con una reducción de la infectividad después de 72 a 96 h de exposición.
La probabilidad de que arenas o tierras infectadas alcancen las manos y posteriormente boca, nariz u ojos de algún bañista es baja pero no inexistente. Aun así, se recuerda de nuevo que el mayor riesgo de contagio reside en romper el distanciamiento interpersonal.
Radicación solar
Un aspecto importante es la posible inactivación de los virus por la radiación solar. La radiación llamada UVC (200 - 280 nm), es muy eficiente en la inactivación de los virus pues coincide con el máximo de absorción de los ácidos nucleicos (en 254 nm). Varios estudios demuestran la eficaz inactivación de numerosos virus con tiempos de exposición que dependen de la dosis de radiación (fluencia) UVC (Duan et al., 2003, Tseng at al. 2005, Chevrefils et al. 2006). Hay estudios que indican que la foto-inactivación ocurre más rápidamente en agua marina que en agua dulce debido a su salinidad (ver referencias en Nelson et al. 2018). Sin embargo, este rango del espectro solar (el UVC) no alcanza la superficie de la tierra pues es absorbido por el ozono de la atmósfera. Del sol llega radiación de longitud de onda superior a unos 300 nm, es decir, parte del llamado UVB (280-315 nm), mucho menos eficaz en la inactivación de los virus (Lytle et al. 2005, Fisher et al. 2011).
Hay escasos estudios sobre la inactivación por radiación solar para virus en agua, y ninguno que sepamos en arenas en condiciones ambientales debido principalmente a la complejidad de realizar experimentos extrapolables a situaciones reales. El impacto de la luz solar depende fuertemente de la irradiancia espectral del sol, de la calidad del agua y de la presencia de otros patógenos y de materia orgánica natural, de forma que la inactivación puede variar órdenes de magnitud en función del virus y de las condiciones ambientales (Nelson et al. 2018). Además, la irradiancia de la radiación UVB proveniente del sol es extremadamente variable en función de la latitud, época del año, hora, estado atmosférico, etc., por lo que su eficacia, hoy en día, es difícilmente predecible. Por otro lado, se ha reportado que temperaturas superiores a 56 ºC inactivan de forma eficiente el SARS-CoV1 (Rabenau et al. 2005), por lo que el efecto de la temperatura que puede adquirir la arena de las playas podría ser beneficioso para la inactivación del SARS-CoV-2.
En resumen, aunque no existen estudios sobre la prevalencia de virus en la arena presente en playas o riberas, la acción conjunta de la sal del agua de mar, la radiación ultravioleta solar (UVB) y la alta temperatura que puede alcanzar la arena son favorables para la desactivación de los agentes patógenos. Hay que señalar que la falta de estudios no permite conocer los tiempos requeridos para alcanzar una inactivación eficiente y que éstos dependen de numerosas variables como se ha indicado previamente.
En cualquier caso, es importante subrayar que no es recomendable la desinfección de los suelos de espacios naturales con los procedimientos habituales para espacios públicos urbanos, por lo que, en caso de ser absolutamente necesario, se deberían arbitrar formas de desinfección de la arena de la playa respetuosas con el medio.
Resumen
En actividades recreativas, la infección por SARS-CoV-2 por contacto con el agua de condiciones estándar para el baño, es muy poco probable. Sin embargo, estas actividades generalmente implican una pérdida de las medidas recomendadas de distanciamiento social.
Aunque actualmente no existen datos de la persistencia del SARS-CoV-2 en agua de mar, el efecto de dilución, así como la presencia de sal, son factores que probablemente contribuyan a una disminución de la carga viral y a su inactivación por analogía a lo que sucede con virus similares.
Aunque no existen estudios sobre la prevalencia de virus en la arena presente en playas o riberas, la acción conjunta de la sal del agua de mar, la radiación ultravioleta solar y la alta temperatura que puede alcanzar la arena, son favorables para la inactivación de los agentes patógenos.
No es recomendable la desinfección de los suelos de espacios naturales con los procedimientos habituales para espacios públicos urbanos. Cualquier forma de desinfección de la arena de la playa debe ser respetuosa con el medio ambiente.
Además de todo esto, hay que recordar que la principal vía de transmisión del SARS-CoV-2 es a través de secreciones respiratorias y el contacto cercano de persona a persona. Las aglomeraciones que pueden darse en las piscinas y playas, así como los objetos de uso común pueden continuar sirviendo de mecanismo de contagio.
Referencia
Informe sobre transmisión del SARS-CoV-2 en playas y piscinas.
5 de mayo 2020
CSIC