Supervivencia humana tras la megaerupción del Toba
Según la teoría de la catástrofe de Toba, hace unos 74.000 años, un supervolcán en ese lago de la isla de Sumatra entró en erupción provocando un invierno volcánico que duró años y puso en jaque a la población humana.
Un nuevo estudio refuta esta hipótesis: el impacto ambiental no fue tan catastrófico.
La erupción del supervolcán Toba, en la isla Indonesia de Sumatra, fue uno de los eventos volcánicos más devastadores de los últimos dos millones de años. Fue unas cinco mil veces más potente que la erupción del Monte Santa Elena en 1980 en EE UU, cuya fuerza, solo en la primera erupción, fue equivalente a la de 500 bombas atómicas como la de Hiroshima y expulsó 1,23 km3 de material.
La explosión del Toba hace unos 74.000 años marcó el comienzo de un invierno volcánico que redujo la temperatura media hasta 3,5 ºC, duró de seis a diez años y provocó un enfriamiento de la superficie de la Tierra durante mil años, según las hipótesis apoyadas por el investigador de la Universidad de Illinois, Stanley H. Ambrose en 1998.
Las consecuencias generaron un cuello de botella en el Homo sapiens, cuyas poblaciones desaparecieron en Asia. “El invierno volcánico de Toba podría haber diezmado la mayoría de las poblaciones humanas modernas, especialmente fuera de los refugios tropicales aislados”, contaba Ambrose en su trabajo. La masiva expulsión de ceniza pudo haber reducido las poblaciones “a niveles lo suficientemente bajos como para causar efectos de colapso, deriva genética y adaptaciones locales para producir una rápida diferenciación de la población”, continuaba el investigador.
Los Homo sapiens supervivientes en África desarrollaron sofisticadas herramientas y estratégicas sociales que les permitieron volver a expandirse y poblar Asia hace unos 60.000 años por las costas del océano Índico. “Si Toba fue realmente el responsable de los cuellos de botella, entonces las razas humanas modernas pudieron haberse diferenciado súbitamente hace solo 70.000 años”, terminaba Ambrose su investigación.
Sin embargo, un nuevo análisis arqueológico, publicado en la revista Nature Communication, respalda una teoría diferente: “Las poblaciones humanas sobrevivieron a la erupción”, confirma Michael Petraglia, autor principal del estudio e investigador en el Max Planck Institute for the Science of Human History, en Alemania. Una erupción no tan apocalíptica Aunque en 2007 el trabajo de campo en el sur de la India realizado por algunos de los autores del nuevo estudio ya había desafiado las teorías de Ambrose, la investigación presentada hoy proporciona evidencia, extraída del yacimiento de Dhaba, al norte de la India, de que el Homo sapiens estuvo presente en Asia antes de lo esperado y que la supererupción de Toba no fue tan apocalíptica como se creía.
“Se había argumentado que se produjeron cambios catastróficos en los ecosistemas como resultado de la erupción de Toba. Sin embargo, hemos encontrado que los efectos ambientales fueron silenciados”, cuenta Petraglia. De hecho, pocos científicos apoyan ya la idea del invierno volcánico, por lo que la erupción pudo no haber causado el periodo glacial posterior.
Según los científicos, aunque los efectos del colosal evento no fueron tan impactantes, sí se experimentaron algunos cambios ambientales. “Pero los humanos tuvieron una alta capacidad de adaptación”, prosigue el experto. La datación por estratos de hasta 80.000 años de antigüedad del yacimiento de Dhaba permitió descubrir herramientas de piedra de la época de Toba que refutan así la teoría de que las poblaciones de homínidos se extinguieron por la megaerupción.
En realidad, los pequeños grupos de cazadores-recolectores que sobrevivieron en Asia mostraron una gran resistencia a los desafíos durante los siguientes milenios. Sin embargo, como no han contribuido al acervo genético de los pueblos contemporáneos, no parecen haber prosperado a largo plazo, recalcan los autores. Dispersiones de África a Asia El análisis de los utensilios de Dhaba revela que los humanos del Paleolítico Medio que los usaron habitaron esa zona antes y después de la erupción. “El yacimiento llena un gran vacío cronológico”, señala Chris Clarkson de la Universidad de Queensland (Australia) y primer autor.
Según el investigador, las poblaciones de Dhaba utilizaron herramientas de piedra similares a los sets que usaban los Homo sapiens en África en ese mismo momento. “El hecho de que estos kits de instrumentos no desaparecieran en el momento de la supererupción de Toba o cambiaran drásticamente poco después, indica que las poblaciones humanas sobrevivieron a la catástrofe y continuaron creando herramientas para modificar sus entornos”, continúa el experto.
Esta nueva evidencia arqueológica respalda que los humanos modernos emigraron de África y se expandieron por Eurasia antes de hace 60.000 años. “Esta fue una de las múltiples dispersiones de humanos modernos fuera de África, utilizando rutas terrestres”, señala Petraglia. “Y esto se opone a la idea de que los humanos modernos solo se dispersaron una vez hace 60.000 años, utilizando las costas para llegar a Australia”, concluye el investigador.
SINC (Servicio de Información y Noticias Científicas)