La megaerupción del Toba acabó con el ozono y casi con nosotros
Hace años, la capa de ozono estuvo amenazada por los daños que en ella causaban los clorofluorocarbonos (CFCs), compuestos químicos que se usaban mucho por aquel entonces y todo por un megavolcán en erupción.
Un cambio en las actividades humanas culpables del problema evitó males mayores. Sin embargo, miles de años antes una erupción volcánica provocó efectos peores y la humanidad sufrió la que quizá haya sido la peor etapa de su historia, en cuanto a reducción de la población, que llegó a ser de tan solo unas diez mil personas o menos.
Es probable que un debilitamiento catastrófico de la capa de ozono sobre los trópicos contribuyera a esa disminución extrema de la población humana hace entre 60.000 y 100.000 años. La pérdida de ozono, provocada por la erupción del supervolcán Toba, situado en la actual Indonesia, podría resolver un rompecabezas evolutivo que los científicos llevan décadas debatiendo.
Esta es la conclusión a la que ha llegado en una investigación reciente el equipo internacional de Georgiy Stenchikov, de la Universidad de Ciencia y Tecnología Rey Abdalá (KAUST) en Arabia Saudita.
Las grandes erupciones volcánicas emiten gases y cenizas que crean una capa de aerosol que atenúa la luz solar en la estratosfera, provocando un enfriamiento en la superficie de la Tierra. Este “invierno volcánico” tiene múltiples efectos en cadena, como el enfriamiento de los océanos, la pérdida de cosechas, la hambruna consecuente y diversas enfermedades.
La capa de ozono impide que lleguen a la superficie de la Tierra niveles altos de radiación ultravioleta. Para generar ozono a partir del oxígeno de la atmósfera, se necesitan fotones para romper el enlace del O2. Cuando un volcán libera grandes cantidades de dióxido de azufre (SO2), el penacho volcánico resultante absorbe la radiación ultravioleta. pero bloquea la luz solar. Esto limita la formación de ozono, creando un “agujero” de ese gas y aumentando las posibilidades de que la radiación ultravioleta acabe provocando daños al nivel de la superficie terrestre.
El equipo examinó los niveles de radiación ultravioleta tras la erupción del Toba utilizando el modelo climático ModelE desarrollado por el Instituto Goddard de Estudios Espaciales (GISS) de la NASA. Simularon los posibles efectos posteriores de erupciones con tamaños diferentes.
Los efectos del nivel mayor de radiación ultravioleta debieron ser similares a las consecuencias de una guerra nuclear, tal como lo compara Sergey Osipov, del Instituto Max Planck de Química en Alemania y coautor del estudio. Por ejemplo, el rendimiento de las cosechas y la disponibilidad de pesca disminuyeron por el efecto esterilizante de los rayos ultravioleta. Salir al exterior sin protección contra la radiación ultravioleta debió provocar daños en los ojos y quemaduras solares en menos de 15 minutos. Con el tiempo, los cánceres de piel y los daños generales sufridos por el ADN debieron provocar el declive de la población.
FUENTE: NCYT (Noticias de Ciencia y Tecnología Amazings)