Impactos climáticos no deseados de la geoingeniería
Como un último y desesperado recurso para combatir al cambio climático global, se han propuesto en los últimos años diversas estrategias haciendo uso de la llamada geoingeniería
Las técnicas consisten en ciertas intervenciones artificiales a escala planetaria. Una de ellas sería, por ejemplo, inyectar partículas reflectantes en la atmósfera superior con el fin de reducir la luz solar, que llega abajo y así contrarrestar o mitigar el calentamiento global.
Con esto, teóricamente, se podría conseguir un enfriamiento del clima mediante un mecanismo muy similar al activado por las grandes erupciones volcánicas, como la del Monte Pinatubo en 1991. En aquella ocasión, los aerosoles de azufre flotando en la estratosfera refrescaron un poco la Tierra durante unos dos años tras la erupción. Sin embargo, muchos científicos opinan que tales técnicas de geoingeniería podrían provocar consecuencias negativas y duraderas sobre el clima.
A esto mismo apuntan ahora los resultados de un nuevo estudio sobre la estrategia de geoingeniería descrita. Concretamente, el equipo internacional de Charles Gertler, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en Cambridge, Estados Unidos, ha descubierto que las estrategias de geoingeniería orientadas a reducir la radiación solar entrante cambiarían significativamente las zonas en las latitudes medias y altas donde se forman ciclones (extratropicales) durante todo el año y son dirigidas por la corriente en chorro a través del mar y la tierra.
Los resultados obtenidos por el equipo de Gertler muestran que, en caso de llevarse a la práctica, la estrategia descrita de geoingeniería no se limitará a actuar contra el cambio climático global, sino que provocará trastornos colaterales que se traducirán en nuevos cambios en el clima.
El equipo consideró un escenario idealizado en el que la radiación solar se reflejara lo suficiente como para compensar el calentamiento que se produciría si el CO2 de la atmósfera se cuadruplicara en concentración. En varios modelos del clima mundial con este escenario, la estabilidad de las zonas de formación y desplazamiento de las tormentas en los hemisferios norte y sur se debilitó significativamente como consecuencia de la aplicación de esa estrategia de geoingeniería.
Zonas de formación y desplazamiento menos marcadas significan borrascas invernales menos intensas, pero los autores del estudio advierten que si dichas zonas pierden nitidez, ello también conducirá a un mayor estado de estancamiento, particularmente en verano, con menos viento para limpiar la contaminación del aire concentrada en zonas de altas emisiones. Los cambios en los vientos también podrían afectar a la circulación de las aguas oceánicas, y ello, a su vez, a la estabilidad de las capas de hielo.
Alrededor de la mitad de la población mundial vive en las regiones extratropicales, donde las trayectorias de las borrascas marcan la pauta en el clima. Por tanto, los peligros de la geoingeniería pueden afectar a muchísima gente.
FUENTE: NCYT (Noticias de Ciencia y Tecnología Amazings)