El Plan B para la Tierra: la geoingeniería en el primer plano de nuevo

Los diferentes planes de geoingeniería climática han pasado de nuevo al centro del debate climático, con sus cosas buenas y sus inconvenientes. Se presenta un resumen del estado actual de dicha ciencia

El ser humano está inyectando a la atmósfera gran cantidad de gases efecto invernadero y esto tiene sus consecuencias para la salud, el medioambiente, el clima etc. Imagen de la OMM

El calentamiento global de origen antropogénico es un hecho observacional y las tendencias a un mundo más cálido es una realidad que pocos niegan. El problema resultante hay que abordarlo lo antes posible.

¿Hay un plan B para nuestro planeta?

Y si lo hay, ¿Cómo podemos reducir el incremento antropogénico térmico?. Algunos ven en la geoingeniería una forma de paliar los efectos y los riesgos climáticos: subida de las temperaturas en la Tierra, subida del nivel del mar, deshielos, perdida del permafrost, etc.

Según el Acuerdo de París de 2015, los países tienen como objetivo mantener el aumento de la temperatura global por debajo de los 2ºC, e idealmente más cerca de 1,5 ºC, para 2050.

Descartados hace una década por ser inverosímiles y peligrosos, los esquemas para controlar los efectos del calentamiento global mediante la ingeniería del clima han migrado desde los márgenes de los debates políticos hacia el centro del escenario y los laboratorios.

El "Plan A" sigue abordando el problema desde su origen. Pero el principal organismo de ciencia del clima de la ONU ha dejado en claro que reducir drásticamente la contaminación por carbono no será suficiente para evitar que la Tierra se sobrecaliente y la inercia climática seguirá su camino.

Esto ha abierto la puerta a una serie de esquemas de geoingeniería. He aquí un conjunto de soluciones de geoingeniería del "Plan B", junto con sus posibles inconvenientes. Se presenta un breve resumen del estado del arte de la geoingeniería climática.

Captura directa de CO2

Los experimentos han demostrado que es posible capturar el dióxido de carbono que calienta el planeta directamente del aire, convertirlo en pellets de combustible o almacenarlo bajo tierra.

Una empresa respaldada por el cofundador de Microsoft, Bill Gates, puso en marcha una instalación piloto en Canadá en 2015, y otra empresa opera una en Islandia.

La tecnología es actualmente prohibitívamente cara y podría tardar décadas en funcionar a gran escala.

Bionergías

La bioenergía con captura y almacenamiento de carbono (Bioenergy with carbon capture and storage, BECCS) combina un proceso natural con uno de alta tecnología.

El primer paso es plantar colza, caña de azúcar, maíz o cultivos de biocombustible de "2ª generación" como el pasto varilla, que extraen CO2 del aire mientras crecen. El segundo paso consiste en quemar las plantas cosechadas para obtener energía para secuestrar el CO2 producido.

En teoría, el resultado es menos CO2 en la atmósfera que cuando comenzó el proceso.

Prácticamente todos los modelos de cambio climático que proyectan un futuro consistente con los objetivos de temperatura del Acuerdo de París asumen un papel clave para las BECCS.

Los estudios calculan que hasta el doble de la superficie de la India tendría que dedicarse a los biocombustibles, lo que pondría a la BECCS en conflicto con los cultivos alimentarios. Tales esquemas también requerirían grandes cantidades de agua dulce.

Biocarbón

El biocarbón es carbón vegetal obtenido al calentar los desechos de las plantas (paja de arroz, cáscaras de maní, restos de madera) durante largos períodos en condiciones de bajo oxígeno. Puede almacenar CO2 durante largos períodos y también enriquece el suelo.

Los científicos aún está deliberando sobre la rapidez con la que este método podría ampliarse y sobre la estabilidad del biocarbón utilizado como fertilizante.

Planeta más verde: forestación

La plantación extensiva de árboles podría ralentizar significativamente la concentración de CO2 en la atmósfera, que actualmente es de más de 510 partes por millón, un 50 por ciento más que hace 150 años.

Incluso si la deforestación pudiera revertirse (más de 100.000 kilómetros cuadrados de bosques tropicales han desaparecido cada año desde 2013), la gran cantidad de árboles necesarios para reducir las emisiones de CO2 chocaría con los cultivos de alimentos y biocombustibles.

Las plantas, nuestros mejores aliados. PXHERE

Controlando la radiación solar

A diferencia de otras estrategias, la gestión de la radiación solar no se centra en el CO2. El objetivo es simple: evitar que algunos de los rayos del sol golpeen la superficie del planeta, obligándolos a regresar al espacio.

Una idea es inyectar o rociar diminutas partículas reflectantes en la estratosfera, posiblemente con globos, aviones o tubos gigantes.

La naturaleza a veces hace lo mismo: los detritos y cenizas de la erupción del monte Pinatubo en las Filipinas en 1991 redujeron la temperatura media de la superficie del planeta durante uno o dos años después.

Hace sesenta y seis millones de años, el impacto de un asteroide de diez kilómetros de ancho arrojó tantos escombros que acabó con los dinosaurios terrestres construidos para climas tropicales húmedos.

En abril, un vuelo de prueba en globo en Suecia para el proyecto SCoPEx dirigido por Harvard, abreviatura de "Experimento de perturbación controlada estratosférica", se pospuso en medio de preocupaciones sobre las implicaciones para el medio ambiente y las personas en el país.

En Australia, los ensayos de una controvertida técnica para rociar cristales de sal microscópicos en el aire sobre la amenazada Gran Barrera de Coral para hacer las nubes más brillantes comenzaron el año pasado.

Los científicos australianos dicen que si tiene éxito y se combinaría con otras medidas climáticas y de protección, esto podría ayudar a frenar el declive del arrecife.

Incluso si funciona según lo previsto, la gestión de la radiación solar no haría nada para reducir el CO2 atmosférico, que está haciendo que los océanos sean demasiado ácidos. También existe el peligro de consecuencias colaterales, incluidos cambios en los patrones de precipitación, y lo que los científicos llaman "choque de terminación": un calentamiento repentino si el sistema fallara.

Fertilización del océano

Plantas oceánicas microscópicas llamadas fitoplancton devoran CO2 y lo arrastran al fondo del océano cuando mueren. El tamaño de su colonia está limitado por la falta de hierro natural, pero los experimentos han demostrado que sembrar el océano con polvo de sulfato de hierro crea grandes floraciones.

Los científicos se preocupan por los impactos no deseados. La extinción del plancton, por ejemplo, consume oxígeno, lo que podría crear "zonas muertas" masivas en los océanos, algo que ya va en aumento.

Meteorización artificial

La meteorización natural de las rocas elimina alrededor de mil millones de toneladas de CO2 de la atmósfera cada año, aproximadamente el dos por ciento de las emisiones totales de CO2 provocadas por el hombre.

La difusión de una forma en polvo de un silicato de hierro verdoso llamado olivino a través de ciertos paisajes puede imitar ese proceso, según han demostrado los experimentos.

Sería caro extraer y moler suficiente olivino para marcar la diferencia.

Mientras estas técnicas siguen en los laboratorios y en procesos de modelización, siempre nos queda el fundamental: el "Plan A", abordar el problema en su origen.

Esta entrada se publicó en Reportajes en 08 Nov 2021 por Francisco Martín León