Los desechos de los incendios forestales contaminan el agua potable
Los incendios forestales dejan el suelo con escombros, cenizas y otros restos que pueden contaminar los suministros de agua potable después de fuertes y abundantes lluvias, además de generar una erosión acusada de los terrenos
En los últimos años, los incendios forestales han abundado en un mundo que se calienta y que está sometido a sequías más adversas, generando problemas a muchas comunidades humanas y afectando a la biodiversidad de las zonas afectadas. Los incendios forestales ahora son más comunes y más destructivos, lo que hace que los daños sean más costosos. Un clima más cálido y seco tenderá a generar más incendios.
Incendios y lluvias abundantes posteriores: un cóctel peligroso
El problema se agudiza, tras un incendio, en situaciones de lluvias intensas o torrenciales donde la escorrentía afecta a una zona ya incendiada. En estas situaciones, se pueden generar efectos no deseados sobre las aguas embalsadas que bebemos.
Los investigadores están prestando especial atención a estos eventos concatenados: grandes incendios y posteriores eventos de fuertes lluvias en áreas afectadas por incendios forestales donde el agua puede llevar multitud de restos no deseados de los incendios, contaminando las cuencas hidrográficas y a los sistemas de agua potable municipales.
Otros efectos no deseados de los incendios forestales es que pueden aumentar la erosión de los sedimentos en los ríos porque ya no hay un bosque saludable que disminuya la escorrentía de las aguas pluviales y aumente la absorción de agua.
Durante las tormentas, las cenizas del incendio forestal se transportarán sin control directamente a los arroyos, donde pueden fluir fácilmente a una toma de agua municipal y abrumar las plantas de tratamiento, lo que provocará escasez de agua o incluso la falla total de los sistemas de agua municipales.
Los sistemas de depuración deben hacer frentes a restos como carbono orgánico disuelto, nitrógeno orgánico disuelto y el amonio. Si el fuego se extiende por zonas habitadas, su quema puede generar otros productos tóxicos de origen antropogénico que pueden pasar a los sistemas de aguas embalsadas o a las aguas subterráneas, contaminando los pozos privados y sistemas de regadíos.
Después de un gran incendio forestal y lluvias abundantes cercanos a embalses de agua superficial o aguas subterráneas se debería monitorizar el agua potable de las poblaciones cercanas, como ya se hace en muchos lugares y vigilar las aguas corriente abajo de los arroyos y ríos.
Recientemente en la Península ocurrió este tipo de fenómeno cuando la borrasca Danielle dejó precipitaciones abundantes sobre de hectáreas quemadas en el verano de 2022. Otra situación parecida se vivió a finales de agosto de 2017 tras el incendio de El Encinedo (León), cuando las lluvias arrastraron los terrenos calcinados por las llamas y tiñeron los ríos de negro. O en 2013, cuando las aguas de algunos ríos gallegos llegaron a afectar a los bancos marisqueros de las rías y ensenadas costeras, tras los fuegos del Monte O Pindo en Carnota en A Coruña.
Las consecuencias de los grandes incendios forestales van más allá de la quema y muerte de material arbóreo, plantas y arbustos o animales: más consecuencias se pueden analizar cuando intensas precipitaciones afectan a áreas previamente quemadas generando más erosión y contaminación de las aguas de escorrentía y embalsada, en zonas cercanas y corriente abajo de ríos y arroyos.