La "amenaza invisible" que viene provocando fuertes tormentas
Las configuraciones de onda corta pasan desapercibidas en los mapas pero no en el cielo, el calor del mediodía deriva en grandes nubes de tormenta que descargan chaparrones a media tarde. Viene alguna más.
Ya sumamos unos cuantos días en los que condiciones, a priori, de estabilidad meteorológica acaban dando un giro y desatan tardes de tormentas. El sol abrasador de la mañana activa el desarrollo de pequeñas nubes -a la vista- de algodón, pero muy ambiciosas, porque en cuestión de unas pocas horas acaban poblando el cielo a través de su melena atronadora, los llamados yunques. Avanzada la tarde entre rayos y truenos descargan auténticas cascadas de precipitación.
Bajo esos aguaceros y entre sus muchos efectos adversos, uno puede llegar a pensar que está bajo una tormenta perfecta, donde un alineamiento de factores extraordinarios ha creado una trituradora. Sin embargo, en plena canícula los elementos que derivan en este tipo de chaparrones son bastante sutiles. No hay extensas lenguas de aire frío desprendidas del polo norte, tampoco una de esas potentes danas, las llamadas gotas frías, que a veces nos ponen en jaque, que va. Ahora basta con configuraciones de “onda corta”.
Para poner en el mapa estos escenarios, hace unos días tecleé en Google el fenómeno en cuestión y la red me llevó hasta un informe de los expertos José Jaime Capel, de la Universidad de Murcia, y Jorge Olcina de la facultad alicantina, ambos eruditos en la geografía y disciplinas afines. En este análisis describen una España mediterránea expuesta en verano a los rigores subtropicales, donde las altas presiones se asientan y nos exponen a un escenario de calor acusado y bajos niveles de humedad en zonas de interior.
De ese ambiente tórrido nace un pequeño centro de bajas presiones, porque el calentamiento hace disminuir la densidad del aire y así la presión atmosférica desciende. No aparece una borrasca al uso, de esas que nos riegan de forma generosa, porque la depresión está ligada a capas bajas de la troposfera mientras que en niveles altos prevalece la subsidencia: descensos de aire que fulminan casi cualquier intento nuboso. Sin embargo, puntualmente sí puede alentar el desarrollo de nubes convectivas, generalmente en zonas de montaña que favorecen el “choque” de vientos en superficie y tienen el favor de las brisas marinas así como de los estratos matinales, según recogen Capel y Olcina.
"Ondas cortas" para "tormentas largas"
Sobre esa península típicamente caldeada a veces se cuelan inapreciables embolsamientos de aire frío que en los mapas, algo más allá de los cinco kilómetros de altitud, apenas plantean una isoterma que abraza temperaturas de -10 ºC. Ese es un valor muy escaso, sobre todo comparado con lo que puede llegar a ocurrir en invierno con embolsamientos, a ese nivel, de hasta -30 ºC. Son las llamadas ondas cortas que pasan de puntillas por los titulares, dejando una fragancia tormentosa que se desprende de un frasco casi invisible.
Esas ondulaciones de vaguada de escasa amplitud, que suelen contener aire de origen polar, si van acompañadas de un calor acusado en superficie son capaces de favorecer el desarrollo de extensas tormentas, muchas veces acompañadas de granizo. Esto es lo que viene sucediendo en los últimos días, lo que también acontecerá hoy y al menos hasta el viernes. Están previstas dos de estas ondas, la más activa quizá la de mañana, que repartirá las tormentas por las sierras de la mitad norte peninsular.