Una historia meteorológica de amor
Llega el Día de los Enamorados, que mejor momento para recordar una de las más trágicas historias meteorológicas de amor de toda la mitología.
¿A quién no le gusta una buena historia de amor en el día de San Valentín? Mejor aún si el relato contiene todos los ingredientes de una tragedia griega clásica al uso: intriga, amor, pasión, héroes y traidores. Sólo nos queda añadirle un último elemento clave –la meteorología- y ya está, aquí tenéis nuestra fábula meteorológica de amor.
Así pues, empezaremos nuestra narración retrocediendo en el tiempo hasta la antigua Grecia. Debemos sumergirnos en la mitología griega, un mundo imaginario en el que convivían humanos en Tierra con Dioses en el Olimpo.
Nuestro protagonista se llamaba Céfiro, el dios del viento del oeste –había 4 dioses de los vientos, uno por cada punto cardinal que indicaba el origen del viento y cada uno de ellos asociado a una estación- el dios del viento más ligero, portador de la primavera y el de las mil esposas, entre ellas Iris. También estaba Apolo, el dios de la luz y las artes y, como no podía ser de otra manera en una historia de amor, Eros -Cupido- el dios del deseo amoroso. El cuarteto protagónico se cierra con la presencia de Jacinto, un joven y hermoso príncipe espartano.
La ofensa a Apolo
Céfiro y Apolo amaban a Jacinto y con ello ya tenemos el lío servido. Un día en el que Apolo y Jacinto disfrutaban jugando a lanzar el disco, apareció Céfiro; cegado por los celos planeó su venganza: esperó a que le tocase el turno a Apolo y en cuanto éste lanzó su disco, sopló desviándolo de tal forma que terminó clavándose en el cráneo de Jacinto causándole la muerte.
Apolo, ciego de dolor, impidió que Hades -dios de los muertos- se llevase a su amado así que, tomando la sangre derramada de Jacinto, hizo que de ella brotasen flores, los conocidos Jacintos que aparecen todos los años con el despuntar de la primavera. Pero la cosa no se iba a quedar así….
El pago de una deuda
Céfiro tenía que pagar su crimen y Apolo estaba más que dispuesto a castigarlo. Afortunadamente Eros acudió al rescate impidiendo que Apolo consumase su venganza convenciéndolo de que Céfiro había actuado en nombre del amor y como pago al favor de Eros, desde ese momento el viento del oeste pasó a servir para siempre al amor y a ser reconocido como “el viento de los enamorados”.
Me consuela pensar, aunque solo sea un mito, que el viento del oeste es el dominante a escala planetaria en latitudes entre 30 y 60 grados de ambos hemisferios.