Día de la Constitución: nevada histórica en Madrid
Una de las mayores nevadas en Madrid fue un día como hoy, pero de 1950. ¿Qué sucedió para que algo así se produjese? Se considera que en algunos barrios del norte de la ciudad se acumuló cerca de medio metro de nieve.
Hoy, hace 68 años, la ciudad de Madrid vivió una de sus mayores nevadas. Todos los que residimos en esta urbe hemos notado la disminución de los días de nieve y de suelo cubierto por el blanco meteoro. No voy a entrar en las causas, aunque está claro el ascenso general de la temperatura y más localmente el auge urbanístico, tanto en su centro como en los alrededores, beneficia el fenómeno de isla térmica.
La gran nevada del 6 de diciembre de 1950
Las primeras jornadas de ese mes de diciembre se caracterizaron por una situación claramente anticiclónica, pero el día 3 empezó la aproximación de una borrasca a la península Ibérica, con sus primeros frentes y precipitaciones en las vertientes cantábrica y atlántica. “Como el día tres todo el mes” dice el refrán. Las temperaturas eran altas para la fecha del año, con máximas que superaban los 10 ºC y mínimas en torno a los 7 ºC.
Sin embargo, una conjugación de factores provocaron que la situación sinóptica se convirtiera en la más idónea para las grandes nevadas en el centro peninsular. La borrasca se profundizó rápidamente entre los días 4 y 5, probablemente a modo de borrasca fría aislada o incluso a partir de una ciclogénesis explosiva, que acabó desplazándose hacia el golfo de Cádiz. A su vez las altas presiones atlánticas se situaron latitudinalmente, permitiendo la entrada de aire frío del norte.
Conjunción de ambas masas sobre el centro peninsular
El día 5 en Madrid la máxima se produjo a la 1 de la madrugada con 6,0 ºC, estando aún dentro de la masa más cálida, mientras que la mínima, con 3,4 ºC se dio a las 18 horas, cuando ya el aire frío había llegado al centro. La lluvia fue continua, y entre las jornadas del 4 y 5 se recogieron unos 30 l/m2.
La borrasca cruzó rápidamente de suroeste a nordeste, saliendo al Mediterráneo por la desembocadura del Ebro. Con este movimiento los vientos aumentaron de fuerza y giraron al este, pasando a ser relativamente cálidos y húmedos. Al llegar a la zona centro y chocar con el aire frío del norte recién llegado se vieron obligados a ascender bruscamente y generar grandes masas nubosas, con importantes precipitaciones, entre 35 y 40 l/m2 y temperaturas que durante toda la jornada del día 6 estuvieron entre 0 y 1 ºC.
Como ocurre en muchas ocasiones con esta situación meteorológica, la nieve sustituyó a la lluvia que caía previamente y teniendo en cuenta la disparidad de altitud en los diferentes puntos de Madrid, entre los 750 a 800 metros en el norte, frente a los 560 a 580 metros en el sur y sureste, provocaron que el espesor medido no fuese homogéneo, aunque hay indicaciones que en puntos septentrionales de la ciudad y muy bien orientados, se pudieron medir hasta 50 cm. Como bien dice el refranero popular: “Por San Nicolás (día 6) está la nieve de palo a palo, si no está en lo llano”.
Además de las importantes precipitaciones en forma de nieve, el viento también fue noticia, con el derribo de árboles y postes de comunicación como recoge el boletín meteorológico diario publicado por el Servicio Nacional de Meteorología del día 6: “Por los destrozos causados en las líneas, la información recibida de la Península es muy escasa”.
Otras nevadas de consideración
Aunque cada vez menos frecuentes antaño sí que se produjeron algunas de consideración, solo mencionaré un par de ocasiones por lo extraordinarias que fueron, la del 29 de noviembre de 1904, tanto por su duración, 32 horas nevando seguido como por el espesor alcanzado, que pudo llegar al metro de nieve en puntos del norte de la ciudad, está considerada como la mayor de todos los tiempos; y la “nevada de órdago” como la tituló el diario ABC, que empezó en la tarde del día 7 de marzo de 1971 y se prolongó hasta media mañana del 9 y que consiguió acumular entre 20 y 30 cm.