Medio metro de granizo en las calles de Madrid
Descubre todos los detalles de una de las granizadas más severas que ha registrado la ciudad de Madrid. Justo hoy hace 118 años de aquella tormenta que paralizó la ciudad por unas horas, con piedras como huevos y un chubasco torrencial.
Tal día como hoy, allá por el año 1899, una violenta tormenta descargó una de las granizadas más intensas registradas en la ciudad de Madrid. Las crónicas de aquel entonces versan sobre un escenario de destrucción, perpetrado por piedras como huevos y un aguacero torrencial de 25 minutos.
Augusto Arcimis, primer Director del Instituto Central Meteorológico, publicó el 9 de diciembre del mismo año un artículo con los pormenores de "tan destructor fenómeno" en la revista La Ilustración Española (Divulgameteo). La catástrofe no se pudo prever. A finales del siglo XIX los medios para esbozar predicciones eran escasos. Los pronósticos tenían mucho de experiencia e intuición, en base a la observación sobre el terreno de las variaciones barométricas y de las señales del cielo.
La tormenta arruinó la comarca entera, destruyendo cultivos, matando a animales y provocando daños personales de diversa consideración, según Arcimis. "No se sabe cómo se forma, ni por qué, pues hasta se ignora si es en las regiones medias o en las altas de la atmósfera donde el fenómeno cuaja", reflexionaba el meteorólogo sobre el granizo.
El escenario meteorológico
"Algunos días antes del 9 vagaban por Castilla y otras regiones de la península varios mínimos barométricos de carácter térmico, de esos que parecen producidos por el caldeo excesivo de las capas atmosféricas más bajas y en contacto con el suelo", arguyó Agusto Arcismis, y no iba nada mal encaminado. Hoy son de sobra conocidas las pequeñas borrascas que se gestan en el interior peninsular por el calor. Sin embargo, el tiempo trazó una dramática emboscada. "El viernes 9 por la mañana ya había penetrado el mínimo principal por el suroeste". ¡Bingo!
Ese día planeaba frente a las costas de Portugal una Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA), más conocida como gota fría. El embolsamiento de aire gélido desde esa ubicación provocó el desarrollo de potentes cumulonimbos que dejaron un chubasco que pasó a la historia.
"Nubes foscas, apizarradas, de bordes cobrizos, al parecer estacionarias, pero mostrando, si se las observaba con atención, un trabajo interno considerable", describió el director.
El espesor de la capa de granizo en la plaza de Colón llegó a medir cerca de 60 centímetros. También se recogieron algunos testimonios sobre piedras de 300 gramos que, sin restarles verosimilitud, el meteorólogo Arcimis asociaba más con la unión de varios granizos apelmazados. "La velocidad de las piedras era comparable a la de los proyectiles de guerra".
Precisamente, las notas taquigráficas del periódico La Vanguardia utilizaron el mismo símil de Augusto Arcismis para referirse a la granizada. "En el Ayuntamiento el granizo no ha dejado un cristal. En la cúpula del salón ha roto no sólo los cristales, sino que ha agujereado el toldo de lona que ha quedado atravesado como de balazos". Eran fechas convulsas.
Según la información vertida por los taquígrafos de La Vanguardia, el Congreso andaba ese día muy crispado pero "el chubasco calmó, como por encanto, todas las excitaciones políticas". Los políticos abandonaron sus asientos y la sesión tuvo que ser suspendida.
Dos metros de agua en el Paseo de Santa Engracia
La tormenta interrumpió el tráfico, rompió las líneas telefónicas y las marquesinas de las tiendas de la Puerta del Sol quedaron hechas trizas. Muchos árboles del paseo de Recoletos, Castellana, Prado y Retiro, fueron derribados por el vendaval. "Por primera vez la estatua de Neptuno podía enorgullecerse de dominar sobre las turbulentas aguas que la rodeaban", ironizaron los periodistas.
El barrio de Chamberí se llevó la peor parte. En el Paseo de Santa Engracia el agua alcanzó los dos metros de altura y en la casa de Socorro se calcula que fueron auxiliadas doce personas, algunas de ellas con heridas de gravedad.
En medio de toda esa vorágine de daños incalculables los niños, haciendo gala de su inocencia, aportaron la nota de humor. "¡A cinco céntimos pelotas para refrescos!", en aquellos años el humor tenía cabida en los periódicos hasta en las noticias más dramáticas.