Las escurridizas nubes fantasma

A veces, preferentemente en zonas de montaña, se forman unas nubes de aspecto delicado y fantasmagórico, conocidas como "nubes fantasma" que no están catalogadas en el Atlas Internacional de Nubes de la OMM, al no ajustarse a ninguno de los géneros, especies y variedades que recoge.

Nube fantasma pirenaica
Nube fantasma fotografiada desde el Ibón de Plan (Huesca), en el Pirineo Aragonés. © Nacho Pardinilla

Identificar con nombres y apellidos las nubes que van apareciendo en los cielos no es una tarea fácil. Por un lado, hay que tener cierta experiencia como observador del cielo –una bonita afición, que brinda grandes momentos– y, por otro, exige conocer la clasificación oficial de las nubes, con los distintos géneros, especies, variedades y otros detalles que hay catalogados en el Atlas Internacional de Nubes de la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Aunque se cumplan ese par de requisitos, es frecuente que una determinada formación nubosa resulte difícil de clasificar, hasta el punto de que no logremos identificar esa nube con ninguna de la vasta colección de ellas que incluye el citado Atlas. Tal es el caso de la llamada “nube fantasma”.

Tan llamativo nombre se ajusta bien al aspecto cambiante y espectral que presenta este tipo de nube tan exótica. Fue bautizada así –de forma coloquial– por Ramón Baylina, un conocido y experimentado fotógrafo de nubes, meteoros y naturaleza, que durante muchos años fue el responsable del observatorio meteorológico de Sort (Lleida). Tras haber captado con su cámara varias de estas extrañas formas nubosas en el Pirineo Catalán, no había forma de encajar la nube fantasma con ninguno de los 10 géneros nubosos establecidos, al presentar características propias de nubes altas y medias y también de las de tipo convectivo.

Nube fantasma iridiscente
Espectacular nube fantasma con iridiscencias fotografiado a principios de 2020 en los Montes Altai, en las cercanías del Belukha (4.506 m), que es la cumbre más alta de Siberia. © Sevetlana Kazina. Fuente: Diyphotography.net

En 2017, la OMM publicó en formato digital una nueva edición del Atlas Internacional de Nubes en la que incorporó una docena de tipos de nubes que hasta ese momento no estaban catalogados, incluida una especie nubosa nueva (volutus). La nube fantasma hizo valer su condición de escurridiza, ya que no fue recogida en el Atlas, seguramente por los quebraderos de cabeza que generó a los miembros de la comisión técnica que, durante años, se encargaron de preparar la nueva edición. Aunque no esté catalogada, las numerosas fotografías que hay de ellas, así como las descripciones que documentan su observación, permiten hacer una descripción detallada de las mismas y especular la causa más probable de su formación.

En 2017 la OMM lanzó en formato digital una nueva edición del Atlas Internacional de Nubes en la que se incorporaron doce nuevos tipos, pero entre ellos no estaba la nube fantasma.

La nube fantasma adopta la forma de un delicado velo semitransparente, de contornos sinuosos y textura sedosa, en el seno del cual aparecen algunas protuberancias huecas en su interior, formando una especie de burbujas. La nube presenta también algunas zonas deshilachadas y cambia de forma con rapidez, lo que la dota de su característico aspecto fantasmagórico. Si bien todas las nubes van cambiando continuamente de forma, modificándose sus contornos, en el caso de las nubes fantasma este proceso es particularmente rápido, siendo plenamente conscientes durante la observación. Es también relativamente frecuente que presente vistosas iridiscencias.

Se suelen formar casi siempre en zonas de montaña, o bien sobre las cumbres y laderas o en los somontanos, surgiendo solo ellas en el cielo, sin mezclarse con otros tipos de nubes. La llegada de un frente frío o de una corriente de aire intensa (chorro de bajos niveles) suelen ser precursores de estas extrañas nubes, preferentemente en el entorno montañoso apuntado, pues la interacción del aire en movimiento con el relieve es una de las claves de su formación. Combinan elementos de una nube cirriforme y de una orográfica, formando una especie de híbrido de difícil clasificación, tal y como hemos apuntado.

La descripción más detallada del mecanismo generador de estas nubes nos la brindan José Antonio Quirantes y José Antonio Gallego en su enciclopédico y espectacularmente ilustrado “Atlas de Nubes y Meteoros”, cuya 2ª edición (ampliada), en dos volúmenes ha salido publicada en 2020. Según comentan: “… se podrían producir por la interacción de dos capas adyacentes de aire, por un lado una capa inferior dominada por turbulencias mecánicas y por otro una capa superior estable dominada por un flujo laminar. Al verse forzadas a remontar un obstáculo orográfico, pierden presión y se enfrían, mezclándose en parte pero manteniendo separadas sus características dinámicas iniciales, de modo que la condensación se produce originando esas extrañas burbujas oscuras de cielo, atrapadas en una “cámara” de nube cóncava. El flujo laminar de la capa superior es en algún momento parcialmente perturbado por las pequeñas burbujas de la parte inferior que modifican el inicial aspecto laminar o lenticular y ondulado de la nube, pero sin perforarlo superiormente.”

Quizás alguno de los miembros de la comisión de nubes de la OMM que sacó adelante la última edición del Atlas Internacional de Nubes, planteó, en algunas de las reuniones de trabajo, la posibilidad de que la nube fantasma fuera el undécimo género nuboso, como solución de compromiso. De momento, habrá que esperar a que la OMM mueva ficha y decida catalogar a la escurridiza nube fantasma. Ojalá no se le vuelva a escapar, como le pasó en 2017.