¿Has oído hablar de la cometa pararrayos?
En estos días de Semana Santa miles de cometas surcarán los cielos. Se verán de colores, con forma de pájaro o con el típico rombo, pero ninguna como la de Benjamin Franklin. La pararrayos.
Estos días miles de cometas tomarán el cielo. De colores suaves o estridentes, y con una amalgama de formas, los cachirulos son imprescindibles en los planes de Semana Santa. Fabricados con plástico o papel, cañas y un buen hilo, estos artefactos voladores son uno de los pasatiempos favoritos de los más pequeños. El tiempo es protagonista en su despegue, pues requieren de viento en su justa medida. Y también en su historia.
Las cometas nacieron en la antigua China como dispositivo militar. Según las referencias históricas, allá por el año 1200 a.C. servían para trasmitir mensajes a distancia a través de sus colores y movimientos. Con el paso de los siglos su uso se fue extendiendo y diversificando, hasta izarlas por mera diversión, como viene sucediendo en Europa desde el siglo XII. La utilidad más curiosa y extravagante fue acuñada por el científico Benjamin Franklin, ¡que utilizó una cometa como pararrayos!
En el año 1752 Franklin publicó en Londres, a través del almanaque Poor Richard’s, un trabajo que proponía la instalación de varillas de acero en los tejados para protegerse de los rayos. Por aquel entonces a los relámpagos se les atribuían poderes casi sobrenaturales y no resultó fácil convencer a la opinión pública. Bueno, a efectos prácticos sí. Bastó una cometa conformada por unos listones metálicos y un hilo de seda que acababa en una llave de metal.
El 15 de junio de aquel año el inventor estadounidense aprovechó un día tormentoso en Filadelfia para lanzar su artefacto. En cuestión de minutos uno de los rayos impactó contra la cometa y la descarga fue directa a la llave. Con este experimento rudimentario Franklin probó que se podía domesticar el “fuego eléctrico”, dando validez a su teoría. Así nacieron los pararrayos que hoy, a través de unas espigas metálicas, atrapan los relámpagos en nuestros tejados conduciéndolos hasta un lugar seguro por una toma de tierra.
El avance fue importantísimo. En las ciudades los rayos dejaban víctimas mortales por impacto directo y numerosos incendios en las viviendas, que eran de madera. ¿La moraleja? No vueles la cometa en días de tormenta si no quieres llevarte una sorpresa y quedarte frito/a. Sí, aunque no sea metálica.