La blanca -y catastrófica- Navidad de 1926: la “Nevà Grossa”
En el día de Navidad de 1926 se desencadenó una nevada que paralizó la mayor parte de la Península Ibérica. Numerosas localidades quedaron incomunicadas y los desperfectos fueron importantísimos. Así fue la "Nevà Grossa".
En el día de Navidad de 1926 el cocido debió sentar de maravilla. Mientras las familias, al calor de la lumbre, trinchaban los contramuslos y sacaban jugo al hueso del jamón, en las calles el viento de componente nordeste ganaba intensidad arrastrando una masa de aire gélido hacia España.
Un anticiclón en el norte de Europa y una borrasca al este de Italia abrían paso al gregal y la tramontana. También a una enorme masa de aire de procedencia ártica. Berlín, París, Roma y, ya en Nochebuena, Madrid, fueron cayendo progresivamente en los dominios de la vaguada, que se iba extendiendo de norte a sur y de este a oeste.
Las despedidas tras el banquete del día 25 en la provincia de Alicante, a buen seguro, estuvieron condicionadas por la caída de los primeros copos de nieve. La alegre nevada rápidamente se convirtió en copiosa y, en cuestión de horas, en un diluvio histórico. Al final del día 26 una gruesa capa de nieve cubría la mayor parte del sureste peninsular, incluido el litoral.
La ciudad de Murcia en poco más de un día acumuló 1 metro del blanco meteoro, una gesta meteorológica que derribó techumbres, cables de alta tensión y echó a perder la cosecha de naranjas, limones y hortalizas tempranas. “La nevada ésta ha sido la mayor que se ha conocido en Murcia”, versaba una noticia en el periódico ABC el día 30.
En Moixent, Valencia, descarriló una máquina de mercancías debido a la nieve. En Albacete, cerca de la estación de Bonete, dos trenes quedaron bloqueados e incomunicados con multitud de viajeros. Ante los monumentales acumulados del blanco meteoro, y la imposibilidad de acceder a los ferrocarriles través de las vías o las carreteras, el Gobierno dispuso una flota de aeroplanos para lanzar comida en pequeños sacos desde el aire.
Según las crónicas de aquel gélido final de año, la localidad albaceteña de Caudete quedó totalmente aislada, Villena sin luz y Almansa con una legión de árboles desgajados. En las montañas del municipio alicantino de Alcoi y en las murcianas Sierra Espuña, Ricote o Carrascoy se acabaron acumulando más de dos metros de nieve. El santuario alcoyano de la Font Roja aún hoy conserva un cartel con la altura máxima que alcanzó la nevada: 2,10 metros.
Granada, Almería, Jaén, Burgos o Bilbao también registraron un copioso temporal de nieve. En Soria el río Duero quedó totalmente helado. Además del blanco meteoro y las heladas, el viento y el mar también provocaron numerosos desperfectos en el litoral Mediterráneo. Para subsanar los daños el gobierno de Miguel Primo de Rivera invirtió cerca de 700.750 pesetas, según La Gaceta de Levante. Una cifra hoy insuficiente para comprar un coche de gama baja, pero muy importante en antaño.
Tal fue el impacto en la sociedad de aquella época que hasta hoy perduran cuplés como: “Cuantos trajes se han quedado / sin poderlos estrenar / por culpa de la nevada / la Pascua de Navidad”. Y en la montaña alicantina aún se escuchan historias de la “Nevà Grossa”, la gran nevada o nevada gorda.