¿Influyen los fenómenos meteorológicos en mi factura de la luz?
El aumento de la temperatura del planeta debido a las emisiones de gases de efecto invernadero está cambiando los patrones de consumo de electricidad de nuestro país. ¿Es cierto que el precio de mi factura depende de cómo sean las precipitaciones o el viento?
Hace unos días saltó la noticia de que la factura de la luz estaba desorbitada, con unos precios privativos que afectaban al bolsillo de un sector muy amplio de la población. Gente con pocos recursos o muy limitados viéndose ahogados por una factura eléctrica que -y valga la redundancia- electrizaba la economía familiar. Es por ello que nos querEmos preguntar si los factores meteorológicos y el cambio climático tienen mucho que ver en el precio de la luz. Y, atención, spoiler: sí que lo tiene.
El precio de la luz varía en función de las temperaturas, la precipitación y el viento
Resulta innegable que el cambio climático sea uno de los principales causantes de que las altas temperaturas se alarguen más allá de la época estival. Ello implica que, si hace más calor, se agudice el uso de los aires acondicionados y refrigerantes y, por consiguiente, se gaste más electricidad, lo que aumenta -y mucho- nuestra factura de la luz.
Por poner un ejemplo, en nuestro país las temperaturas estivales son cada vez más altas y las facturas se ven más hinchadas por el uso continuo de los ventiladores. Ahora bien, ¿qué ocurre en los países de las latitudes más altas? Pues que está disminuyendo el uso de la calefacción porque hace menos frío. ¿Traducido? Un menor precio en la factura.
Entre las principales consecuencias colaterales de este aumento de las temperaturas, destaca que hay una modificación de los regímenes de viento, un descenso de las precipitaciones, una menor cantidad de agua en los embalses y, a su vez, una menor producción de energía eólica e hidráulica, pero ¿qué tiene que ver esto con mi factura?
Pues mucho, porque si la producción de energía mediante recursos naturales -como el agua o el viento- es cada vez menor porque hay menos agua en los embalses y menos viento, no se cumple con la cuota de generación de electricidad y se necesita recurrir a otro tipo de recursos para producirla, como al uso de las centrales nucleares y térmicas. Un suministro, por cierto, que implica un sobrecoste en la producción, lo que se traduce en un aumento -indirecto- de nuestra factura, sí.
Aunque no siempre influye que haya poco viento y menos caudal en los embalses, pues existen momentos puntuales en los que los embalses están en unos buenos niveles de capacidad, pero, aun así, suben las tarifas eléctricas, pero ¿por qué? Todo depende, también, de las empresas propietarias de las centrales hidráulicas que son las que deciden realmente cuándo utilizar esa agua para generar electricidad y, para más inri, tienen el poder de modificar su precio. Además, entran en juego los mercados internacionales que venden los combustibles fósiles necesarios para producir un extra de energía, el precio que se paga por emitir CO2 mediante la producción de energía eléctrica con este tipo de combustibles y la demanda de energía que haya. Todo un negocio que se escapa, incluso, de las manos de los fenómenos meteorológicos.
Por favor, promovamos el uso de energías renovables
Entonces ¿cuál es la mejor solución para evitar más batacazos con la factura de la luz? Lo ideal sería comenzar -de verdad- a invertir en energías renovables y dejar de lado los combustibles fósiles, que, además de ser muy contaminantes para el medio ambiente, no son eternos. Algunos ya han comenzado a practicar el autoconsumo mediante la implantación de paneles solares, pero -como en todo- se nos está poniendo la zancadilla para poder ser autosuficientes y abastecernos por nuestra cuenta a través del ya conocido “impuesto al sol”. Un importe que se ha creado por estar conectados a la red eléctrica cuando nuestra producción de energía no es del todo autosuficiente.