¿Has visto alguna vez un mar de nubes?
Un mar de nubes convierte cualquier paisaje en una vista privilegiada, ¡espectacular! Los altibajos de la niebla y los estratos parecen formar auténticas olas. ¿Sabes cómo se forma? ¿Y cuándo y dónde puedes verlo? Te contamos.
El invierno en nuestro país trae viento, frío, lluvia y nieve, pero también periodos de anticiclón que se pueden postergar varios días, o semanas. Las altas presiones en estas fechas deparan días soleados, con temperaturas agradables cuando llega el mediodía y heladas en los valles interiores de la Península Ibérica. En este escenario los páramos a veces se visten de blanco por la escarcha y hay días que, de forma sorpresiva, se funden con un ambiente gris, de luz tenue y escasa visibilidad: repleto de niebla. Cuando esto sucede, subir a una loma o montaña puede descubrirnos un auténtico mar de nubes.
Se llama mar de nubes a la capa de nubosidad que se extiende horizontalmente bajo nuestro punto de observación, que debe ser un altozano. La niebla normalmente no levanta mucho más de cien metros del suelo, así que acceder a un pico de esa altura respecto al valle suele ser suficiente. Si median estratos, situados entre los 500 y 1500 metros de altura, habrá que ir más arriba. Estos ‘mares’ pueden abarcar decenas, cientos e incluso miles de kilómetros cuadrados de superficie. Observarlos nos lleva a un paisaje embadurnado de nubes que simulan olas con sus girones y altibajos.
Arriba de la montaña, efectivamente, observaremos las nubes a nuestros pies, y también se dejará entrever la capa de inversión. Para que aparezca la niebla o las nubes bajas se necesitan condiciones idóneas para su formación –temperatura y humedad- y también un ‘tapón’ que no les deje ascender. El anticiclón tiene facultades para que sucedan ambas cosas.
¿Cómo se forma en el interior peninsular?
La niebla es un hidrometeoro conformado por un sinfín de gotitas de agua en suspensión junto a la superficie terrestre. Requiere de una humedad relativa del 100% que, en estas fechas y en el interior peninsular, se consigue aplicando frío. A lo largo de la noche el cielo despejado provoca que el calor acumulado durante el día en la superficie terrestre sea liberado y suba a capas más altas de la troposfera. Esto induce un enfriamiento de la capa superficial, que capta y condensa vapor de agua formando la niebla de radiación.
Los bancos de niebla quedan anclados a la superficie porque están unidos al aire frío. La ausencia de viento deja que se aplique una ley de la física: el aire frío es más denso y pesado, con lo que se deposita en los valles, y el cálido justo lo contrario, por eso se superpone y hace de tapadera. Se produce el fenómeno de inversión térmica. Así el observador del mar de nubes además de disfrutar de una vista privilegiada tendrá algo más de calorcito.
La niebla también puede ser de advección, ¡es la que ha sorprendido esta tarde a los vecinos de Benidorm! En este caso se forma cuando una masa de aire cálido y cargado de humedad pasa sobre una superficie fría, en este caso la del mar Mediterráneo que ya ronda los 16 o 17ºC, produciéndose la condensación. A diferencia de la anterior, se mueve, con lo que no es imprescindible la ausencia de viento (hay más tipos, pero estas dos son las más habituales).
El mar de nubes más famoso, en Canarias
El mar de nubes más famoso y fácil de observar en nuestro país, por su recurrencia, es el que se suele disponer en Canarias. Allí entran en juego las nubes bajas de tipo estrato y estratocúmulo, que llegan hasta la cara norte de las islas impulsadas por los vientos alisios. Basta con subir a alguna montaña superior a los 1500 metros para disfrutar de unas vistas espectaculares.