El mundo del vino, en vilo por los efectos del cambio climático
El impacto del cambio climático en los viñedos y la producción de vino es creciente. La subida de las temperaturas está adelantando las fechas de la vendimia, lo que termina afectando a la calidad de los vinos. Ante este nuevo escenario, los bodegueros tendrán que ir adaptándose a los cambios.
El viñedo es un cultivo resistente, con una gran capacidad de adaptación a muy distintas combinaciones de temperaturas, pluviometrías medias anuales y tipos de suelos. La progresiva mejora de las técnicas de cultivo, en combinación con el buen hacer de los enólogos, ha dado como resultado una extraordinaria oferta de vinos de gran calidad, obtenidos a partir de numerosas variedades de uva, cuya maduración depende en gran medida del comportamiento meteorológico y de los caracteres climáticos. En la medida en que vaya cambiando el clima, lo irán haciendo los vinos, comprometiendo los parámetros de calidad que garantizan las distintas denominaciones de origen.
En plena vendimia de 2021, quien suscribe estas líneas tuvo ocasión de viajar a la Denominación de Origen (DO) Rueda, visitar varias bodegas y viñedos, y conversar con sus propietarios. Los productores de vino ven con cierta preocupación la evolución climática, cuya principal manifestación es la subida de la temperatura (más días de calor y menos con heladas). Dicha circunstancia está acortando el ciclo vegetativo del viñedo y con ello el periodo de maduración de las uvas. Cada vez se inicia la vendimia antes, no solo en la DO Rueda, sino en todas las regiones vitivinícolas del mundo. En el caso particular de España, el adelanto de fechas es particularmente acusado en el sur peninsular.
En la medida en que el calentamiento global siga progresando, la producción de vino de calidad se verá más comprometida, lo que va a exigir a los bodegueros mover ficha y adoptar distintas estrategias de adaptación, para así poder seguir ofreciendo unos vinos similares a los que producen en la actualidad. En la DO Rueda cuentan con varias fortalezas, como la uva verdejo (autóctona y aclimatada a la zona desde la Edad Media) y el factor altitudinal (viñedos situados en la meseta norte, entre los 700 y los 870 m de elevación). Las mayores debilidades las padecerán aquellas zonas de viñedos situadas a menor altitud, donde además se cultivan uvas no autóctonas. En esos casos, el margen de adaptación es menor.
Las estrategias para la adaptación del viñedo al cambio climático son de distinta naturaleza. En este sentido, cabe destacar el proyecto europeo VITISAD, promovido por distintas regiones vinícolas francesas y españolas, entre las que está La Rioja. Mejorar la eficiencia en el uso del agua de riego o aplicar técnicas para reducir la temperatura del racimo de uvas, son algunas de las acciones que se quieren impulsar. Algunos productores comienzan a plantearse a medio y largo plazo cultivar en zonas situadas a mayor elevación, para contrarrestar en parte el ascenso de la temperatura.
En el mapa de la figura anexa podemos ver cómo se expandirán, previsiblemente, las áreas de cultivo de la vid en Europa. En color rojo aparecen señaladas las zonas donde el impacto de las sequías y las olas de calor dificultarán (están empezando a hacerlo) el cultivo de algunas variedades de uva, tal y como se hace en la actualidad. En color verde aparecen marcadas las zonas donde los viñedos comienzan a prosperar, mientras que en azul observamos la gran extensión de territorio europeo donde el calentamiento global permitirá en un futuro no muy lejano la viticultura y la producción de vino.
La creciente suavidad térmica, en combinación con una mayor frecuencia de episodios destacados de calor, provoca una aceleración en el ciclo vegetativo de la viña, adelantándose la fecha en que la uva está lista para ser recolectada. El problema es que esa maduración acelerada crea un desequilibrio en las uvas, no siendo óptimo el nivel de azúcares. Dicha circunstancia provoca un aumento de la graduación (más contenido alcohólico), que ya comienza a detectarse, así como alteraciones en la acidez. En la medida en que esos desajustes vayan a más –favorecidos por el imparable calentamiento global–, más dificultades habrá para conseguir mantener los vinos dentro de los estrechos márgenes que definen su calidad.
El cambio climático no hará peligrar la producción de vino, pero sí que será un reto mayúsculo para las distintas denominaciones de origen, como principales garantes de las características (señas de identidad) que presentan los distintos tipos de vinos. Ciñéndonos de nuevo al caso particular español, en palabras del climatólogo Javier Martín Vide: “No peligra la vid en España, aunque variarán las áreas de distribución y las variedades cultivadas”. El gran conocimiento de los enólogos hará que se apliquen con eficacia las medidas de adaptación, si bien su sobrecoste podrá dejar a algunos bodegueros fuera de juego.