Bombas con propulsión a chorro
Durante la II Guerra Mundial, los japoneses aprovecharon la corriente del chorro, que atraviesa el océano Pacífico entre Japón y EEUU, para lanzar miles de globos-bomba incendiarios sobre su enemigo. Algunos de ellos alcanzaron el objetivo.
Durante el transcurso de la II Guerra Mundial, el ejército japonés urdió un plan destinado a sorprender a los EEUU, para lo cual planeó un singular ataque aéreo sobre territorio norteamericano, consistente en la suelta de miles de globos cargados con explosivos y bombas incendiarias que, impulsados por la corriente en chorro que atraviesa el océano Pacífico entre Japón y EEUU, llegaran a su destino, salvando las defensas antiaéreas estadounidenses.
La operación militar se llevó a cabo y a pesar de que algunos de los globos llegaron a caer en suelo enemigo, fueron pocos en relación al total de los que se soltaron. Vista con retrospectiva, esta acción militar nipona fue anecdótica, pero resulta interesante conocer detalles sobre ella, al constituir un buen ejemplo de la relación entre la meteorología y las guerras.
El descubrimiento de las corrientes en chorro se la debemos al meteorólogo japonés Wasaburo Oishi (1874-1950), quien en los años 20 del siglo pasado la detectó gracias a una suelta de globos que efectuó desde un lugar próximo al Monte Fuji. Aquel hallazgo no trascendió fuera de Japón. En la literatura científica, la primera referencia a la corriente en chorro aparece en 1939 de la mano del meteorólogo alemán Heinrich Seilkopf (1895-1968), que fue quien acuñó el término (Strahlströmung en alemán). Ya en el transcurso de la II Guerra Mundial, son muchos los pilotos aliados que en sus vuelos trasatlánticos notificaron la presencia de vientos de cola muy intensos en sus rutas entre EEUU y Reino Unido, pero serían finalmente los japoneses quienes emplearían las corrientes en chorro con fines bélicos.
El detonante que hizo que Japón se decidiera a lanzar de forma masiva “globos de fuego” (fūsen badukan, en japonés) sobre EEUU, fue la Operación Doolittle, que en abril de 1942 supuso la primera incursión aérea estadounidense sobre Japón y un duro correctivo sobre su acérrimo enemigo. La respuesta nipona no se hizo esperar; ese mismo verano, el meteorólogo japonés Sakuhei Fujiwhara (1884-1950) propuso utilizar las corrientes en chorro para bombardear EEUU por medio de globos.
En un detallado informe, Fujiwhara indicaba a los militares nipones que el invierno era la época más propicia para acometer la acción, ya que los globos apenas tardarían entre 2 y 3 días en cruzar el Pacífico y entre el 60 y el 70% de ellos alcanzarían el objetivo. El problema de la estación invernal era que se reducía mucho la capacidad incendiaria de los globos, pues su principal cometido era la de provocar grandes incendios forestales en territorio estadounidense.
Tras un primer ensayo frustrado en noviembre de 1943, en la primavera de 1944 tuvo lugar la segunda prueba, esta vez con éxito, lo que dio luz verde de forma definitiva a tan curiosa acción militar. Se invirtió mucho dinero y esfuerzo en el diseño, fabricación y puesta a punto de los globos. Se encargaron 10.000 unidades. Cada globo tenía 10 metros de diámetro y capacidad para algo más de 500 metros cúbicos de hidrógeno. En cuanto a la carga se diseñaron de dos tipos: unos con 12 kg de material incendiario, y otros con una bomba antipersonal de 15 kg y cuatro bombas incendiarias de 5 kg cada una.
A principios de noviembre de 1944, se efectuó la primera suelta, a la que siguieron muchas otras en los días y meses siguientes. El ejército japonés llegó a efectuar 9.300 lanzamientos, con la confianza de que al menos un 10% de ellos llegaran a impactar en EEUU. Según un informe publicado en 1946 por el FBI, sólo se documentaron 285 globos, sin tener constancia de que ninguno de ellos produjera un gran incendio. En muchos de ellos falló el dispositivo que llevaban incorporado para la detonación del explosivo al llegar a destino. La manipulación de uno de los globos que cayó en un bosque de Oregón, el 5 de mayo de 1945, causó la muerte de 6 personas que acampaban en la zona y a las que les estalló el artefacto. Son las únicas muertes que oficialmente se han relacionado con los fūsen badukan.