¿Bolas flotantes para evitar la evaporación?
Aunque no estaban diseñadas inicialmente para ello, en EEUU han implantado una técnica para poder evitar la evaporación de sus embalses mediante unas pequeñas bolas flotantes. ¿Su eficiencia? Cuestionable.
Mientras que nuestro país está siendo regado por una oleada tras otra de precipitaciones, en otras partes del mundo se plantean cómo poder combatir la pérdida de agua por culpa de la evaporación. ¿Una de las técnicas más “innovadoras”? Recubrir la superficie de embalses o reservorios con unas bolas flotantes del tamaño de una manzana.
Como en una piscina de bolas
En el año 2015, el Departamento de Agua y Energía de Los Ángeles (Los Angeles Department of Water and Power, LADWP) desarrolló una técnica la mar de interesante tras la Regla de Tratamiento de Aguas Superficiales que implantó la Agencia de Protección Ambiental (en inglés, EPA). Una técnica que consistía en colocar 96 millones -ni más, ni menos- de bolas de sombra (en inglés, shade balls) en un reservorio de Los Ángeles (California).
La idea inicial era otra, pues se pretendía con ellas proteger el agua contra el polvo, la lluvia, los productos químicos, la radiación solar y UV, la invasión de algas y bacterias o la vida silvestre. Tal y como hacen en algunos aeropuertos con las bolas de aves (en inglés, bird balls) para mantenerlas alejadas de los estanques de retención que se forman a lo largo de las pistas y evitar, así, posibles colisiones o accidentes con los aviones. Gracias a su implantación descubrieron que, además, evitaba la evaporación del agua, con el ahorro y costes a los ciudadanos que ello conllevaba.
Sin embargo, se ha cuestionado durante este tiempo la sostenibilidad y eficiencia de estas bolas tras estudiar la huella hídrica de la conservación del agua y se ha demostrado que no son tan maravillosas como se planteó en un primer momento. El problema es que han usado más agua que la que se ahorraba -evitaron que se evaporaran 1,7 millones de m3 de agua pero a costa de requerir casi 3 para su fabricación-, no ha prevenido plenamente la evaporación del reservorio, ha desarrollado cierto crecimiento de bacterias -ya que el color negro de las bolas absorbe el calor de la radiación solar y forma una capa térmica sobre la balsa de agua, la cual hace que proliferen estas bacterias- y, además, ha generado cierta contaminación en el agua y emisiones de carbono. Por no mencionar los más de 34 millones de dólares que costó el proyecto y la renovación de las bolas cada 10 años.
Junto a EEUU, Israel también ha diseñado unas bolas de sombra que, además de reducir la evaporación del agua de los embalses y conservar y evitar el crecimiento de algas, enfrían el agua mediante una función refrigerante que reducen en un 94% la temperatura de la superficie. En España, por su parte, un joven murciano también ha diseñado un proyecto similar en el que sostiene que puede llegar a evitar que se pierdan hasta 80 hm3 de agua en la región.
¿Existen otras técnicas para intentar reducir la evaporación?
Por supuesto que sí, y posiblemente con mejores resultados. Una muy común funciona mediante el uso de compuestos químicos, como el alcohol estearílico, el cual forma una fina película que actúa de barrera y dificulta la evaporación reduciéndola un 10-15%. Otra de ellas funciona mediante unas lonas que tapan por completo la superficie del agua y una tercera -de uso más extendido, por cierto-, que consiste en cubrir la superficie con una cobertura suspendida sobre una red reticular de cables de acero que reduce la evaporación hasta un 80%, además de reducir el crecimiento de algas y eliminar la entrada de sólidos.