¿Por qué nuestra piel se quema en la nieve?
Normalmente asociamos las quemaduras en la piel al verano, pero el invierno es también una época de riesgo. De hecho, la causa es la misma, la radiación ultravioleta procedente del Sol.
Los dermatólogos recomiendan utilizar protección solar durante todo el año. En verano, contamos con más horas de sol y nuestra exposición suele ser mayor, especialmente cuando estamos de vacaciones. En invierno tampoco debemos bajar la guardia, ¿por qué? Las horas de sol se reducen notablemente respecto a las de la época estival, aunque hay un factor que debemos tener muy en cuenta, sobre todo, cuando vamos a la montaña o pasamos un día en la nieve, el albedo.
El albedo es el porcentaje de energía reflejada por una superficie. La cantidad de luz reflejada o absorbida que tiene un cuerpo está relacionada con su color. Se mide en una escala del 0 al 1, siendo el negro el color que absorbe mayor cantidad de luz y el blanco, por el contrario, el que posee el albedo máximo. Por ello, no solemos utilizar ropa negra en verano y tendemos a usar colores claros.
La nieve, por su color blanco, es por tanto la superficie que más luz refleja (hasta un 86% de la que recibe) produciendo así un enfriamiento. Esa cantidad de radiación ultravioleta reflejada es la que daña nuestra piel si no llevamos la protección adecuada. En este caso, no solo recibimos la radiación procedente directamente del Sol, sino también la reflejada por la nieve. Además, cada 300 metros que subimos de altitud, aumenta un 4% el nivel de radiación ultravioleta.
El albedo es más importante de lo que a priori puede parecer, ya que influye de manera notoria en el balance energético global. Es mayor en latitudes polares debido a la presencia del hielo y de la nieve. En cambio, es menor en las grandes extensiones de bosque y en las ciudades.
El albedo urbano
Las ciudades también reflejan parte de la luz procedente del Sol. Muchos pueblos del Mediterráneo son conocidos por sus características casas blancas encaladas. Esta tradición empezó a llevarse a cabo, por un lado, para acabar con parásitos y bacterias. Por otro, el color blanco de las fachadas ayuda a que no se acumule tanto calor en la época estival debido precisamente a la reflectividad. Siguiendo con esta lógica, las fachadas de los países nórdicos, por ejemplo, deberían estar pintadas de colores oscuros para absorber el calor. No obstante, tienden a pintar sus casas con colores claros por la falta de luminosidad.
Tal es el “poder” que puede tener el color blanco y su albedo, que en 2012 un grupo de científicos de la Universidad de Concordia en Montreal (Canadá), concluyó que pintar de blanco todas las ciudades del planeta, contribuiría a reducir el reciente calentamiento global. En su artículo “El efecto a largo plazo del incremento del albedo en áreas urbanas” los cálculos determinaron que, si se incrementara el albedo en un 0,01 por metro cuadrado, se dejarían de emitir entre 6,5 y 7,5 kg de CO₂, o lo que es lo mismo, las emisiones de CO₂ que un vehículo emite en un trayecto de 33 a 40 kilómetros. Una medida contra el calentamiento del planeta que, como todas, debería tener un apoyo global para su efectividad.