¿Nos deprime la falta de luz solar?
Las horas de luz solar se reducen notablemente en esta época del año, dándose el mínimo en los días próximos al solsticio de invierno en el hemisferio norte. Nuestro ritmo, nuestros hábitos o incluso nuestro humor cambian en función de la luz que recibimos.
Los ritmos circadianos son ciclos que tiene nuestro cuerpo en los que las funciones fisiológicas varían para adaptarse a los cambios de luz y oscuridad. Suceden cada 24 horas y no solo en humanos, también en animales o plantas. La luz es necesaria para las plantas porque les permite realizar la fotosíntesis. En el caso de los humanos, la luz nos permite estar en un óptimo estado de vigilia para estimular las relaciones sociales, el trabajo, nuestro aparato digestivo o la inteligencia.
En verano llegamos a tener más de 14 horas de luz solar al día mientras que, llegado el invierno, esa cantidad se reduce a apenas 9. Una diferencia de 5 horas que, afortunadamente para nuestro organismo, no sucede de golpe. Nuestro cuerpo y nuestros ritmos circadianos se van adaptando paulatinamente a esos cambios de disponibilidad de luz a lo largo del año. El cuerpo, de alguna manera, se programa.
Cuando realmente nos encontramos ante un desajuste importante es, por ejemplo, cuando viajamos a un país nórdico. Entonces la diferencia en la disponibilidad de luz sucede repentinamente y nuestro cuerpo no tiene tiempo de adaptarse. Todos hemos sufrido alguna vez el conocido jet lag, que no es más que un desajuste de los ritmos circadianos por el cambio de huso horario. Dicho de otra manera, nuestro reloj interno se desequilibra.
Hay personas más sensibles que otras, pero el aumento de las horas de oscuridad, que a menudo suele ir ligado a un tiempo más gris, frío o desapacible, puede provocar cambios en nuestro estado de ánimo.
El Trastorno Afectivo Estacional
El TAE es un tipo de depresión que se presenta de forma recurrente en la misma época del año. Suele tener más incidencia precisamente cuando llega el invierno y se reducen las horas de luz natural. Por el contrario, comienza a desparecer al acercarnos a la primavera. La explicación a este trastorno podría estar detrás de la producción de dos hormonas, la melatonina y la serotonina. Cuando el sol cae comenzamos a segregar melatonina. Un proceso que dura toda la noche hasta el amanecer. Con el aumento de las horas de oscuridad, nuestro cuerpo produce mayor cantidad de melatonina por lo que podemos sentirnos más somnolientos. La serotonina, en cambio, se produce de día. Una menor exposición a la luz solar puede propiciar un descenso de sus niveles que estarían asociados a la depresión.
A pesar de todo, hay expertos que ponen en duda este trastorno. Un estudio publicado en Clinical Psychological Science en 2016 achaca este tipo de depresión a la psicología popular o incluso a la sugestión.
De todos modos, tal es la influencia de la luz en nuestro estado de ánimo, que incluso es objeto de estudio en campañas de marketing. El aumento de la luz artificial en centro comerciales es un recurso utilizado para simular la luz del día, ya que durante el día estamos más animados y tenemos mayor actividad. El objetivo es aprovechar ese buen estado de ánimo para fomentar el consumo.