El volcán Tonga detonó 700 metros de su cono ¡y llegó al espacio!
Cuando el volcán Hunga Tonga-Hunga Ha'apai entró en erupción el 15 de enero de 2022, devastó el Reino de Tonga y tuvo consecuencias importantes en su entorno, la atmósfera e incluso... ¡en el espacio! Descubre más aquí.
Hacía casi 140 años que una erupción de esta magnitud no sacudía la Tierra, pero los científicos sólo están empezando a documentar lo grande que fue realmente. Los primeros indicios apuntan a que la erupción de Tonga superó a la del Pinatubo de 1991.
Recientemente se han publicado varios estudios que explican cómo afectó esta gran erupción al entorno del volcán y también al planeta, influyendo incluso en los patrones climáticos en el espacio. Sin duda, en los próximos meses seguramente saldrán más conclusiones sorprendentes.
¡El volcán se ha "hundido" tras la erupción!
Antes de la gran erupción, el fondo de la caldera estaba a una profundidad de unos 150 metros, muy cerca de la superficie. Tras la gran explosión del volcán, actualmente se encuentra a unos profundidad de... ¡850 metros! Es decir, se ha hundido unos 700 metros en el océano.
El geólogo Shane Cronin, profesor en la Universidad de Auckland, Nueva Zelanda, señala que es poco probable que en Hunga-Tonga Hunga-Ha'apai se repita una erupción similar hasta dentro de cientos de años, aunque advierte que hay al menos 10 volcanes submarinos en el suroeste del Pacífico que podrían provocar algo similar antes.
Además, se han desprendido muchas partes de las paredes interiores de los acantilados, sobre todo en el extremo sur del cráter. Hay evidencia de caída continua de material suelto pero, en general, todo indica que el cono del volcán tal como está hoy parece estructuralmente sólido.
Unas ondas atmosféricas extraordinarias
Un equipo internacional de geofísicos ha publicado el primer estudio completo de las ondas atmosféricas que viajaron por todo el globo tras la erupción, y concretamente cuatro veces en una dirección y tres en otra. Afirman que son las más fuertes registradas por un volcán desde la catastrófica erupción del Krakatoa de 1883.
Este grupo de expertos estaba principalmente muy interesado en el comportamiento de la onda de presión dominante producida por la erupción, un tipo de onda atmosférica llamada onda Lamb. Se trata de ondas de presión longitudinales, como las ondas sonoras, pero con una frecuencia increíblemente baja.
"Las ondas Lamb son raras; tenemos muy pocas observaciones de alta calidad de ellas", explica el doctor David Fee, investigador del Instituto Geofísico de la Universidad de Alaska Fairbanks. El número de estas ondas que los científicos han detectado es prácticamente el mismo que se observó durante la erupción del Krakatoa, pero esta vez con un conjunto de datos mucho mayor y de mayor calidad.
El evento proporcionó una visión única del comportamiento de una variedad de tipos de ondas atmosféricas que, según Fee, "tiene implicaciones para el seguimiento de explosiones nucleares, volcanes, terremotos y una variedad de otros fenómenos".
¡Las ondas Lamb provocan perturbaciones meteorológicas en el espacio!
Otro estudio, publicado en Geophysical Research Letters, analizó los datos de la misión Ionosphere Connection Explorer (ICON) de la NASA y de los satélites Swarm de la Agencia Espacial Europea (ESA). Se comprobó que se formaron vientos ciclónicos y corrientes eléctricas inusuales en la ionosfera en las horas posteriores a la erupción de Tonga.
Las ondas Lamb provocaron fuertes vientos que, al propagarse hacia capas atmosféricas más delgadas, empezaron a moverse más rápido y a afectar a las corrientes eléctricas de las mismas.
Las partículas de la ionosfera forman regularmente una corriente eléctrica que fluye de este a oeste, conocida como electrochorro ecuatorial. Tras la erupción, se elevó a cinco veces su potencia máxima normal y luego invirtió bruscamente su dirección para fluir hacia el oeste durante un breve período de tiempo.
Estos descubrimientos contribuyen a que los científicos comprendan cómo la ionosfera se ve afectada por los acontecimientos que se producen tanto en la superficie terrestre como en el espacio.