Verano y hojas en el suelo, ¿cómo es posible?
Faltan aún semanas para la llegada del frío de otoño y, en cambio, ya tenemos el suelo de las ciudades lleno de hojas secas. ¿A qué se debe? ¿Qué está cambiando?
Pisar las hojas secas al salir de casa es algo que a muchos nos gusta hacer en otoño. Acompañados por el abrigo, guardado en el armario desde hace meses, disfrutamos del olor de los primeros fríos de septiembre y octubre.
Pero hay algo que se está haciendo evidente estos últimos años y que la gente empieza a comentar más gracias a las redes sociales en las que se comparten fotografías: los árboles se desprenden de las hojas en agosto, y algunos, incluso en julio. ¿Por qué ocurre esto ahora si suele pasar a partir de septiembre?
Por qué se caen las hojas
Lo normal es que cada año, coincidiendo con la bajada de las temperaturas y las primeras heladas, los árboles empiecen a desprenderse de sus hojas. No lo hacen por placer. Simplemente porque no pueden mantenerlas. No desprenderse de ellas les podría suponer morir.
El no poder absorber suficiente agua del suelo es uno de los motivos, pero hay más. En septiembre y octubre los minutos de sol se reducen drásticamente. Esto disminuye el tiempo que se puede hacer la fotosíntesis, que se traduce en menor energía para el árbol. Las hojas son una gran pérdida de energía por su alta necesidad de agua y luz. Así, el árbol no tiene más remedio que desprenderse de ellas para seguir con vida.
Mecanismo de defensa en verano
Pero estamos en verano, y esto, no debería suceder. Entonces, ¿por qué se caen las hojas? El motivo principal vuelve a ser la falta de agua. A pesar de que tenemos muchísimas horas de luz, la cantidad de agua que recibe el árbol es insuficiente por el déficit de lluvia que tenemos año tras año. Además, hay poca humedad y las temperaturas son excesivamente altas para el árbol.
Posiblemente, si todo sigue así, con veranos cada vez más cálidos y con menos precipitación, este fenómeno se notará más año tras año.
Los árboles de la ciudad, los grandes perjudicados
Tomemos como ejemplo el plátano de sombra, el árbol que más se planta entre el cemento y el asfalto de nuestras calles. No es porque sea más barato y bonito, que no lo es demasiado, sino por la facilidad que tiene en adaptarse a suelos secos, lo rápido que crece y la poca cantidad de agua que necesita. Con el pequeño agujero en el que se plantan, el árbol se enraíza por debajo del cemento buscándose la vida como puede.
Incluso un árbol tan fuerte como este no puede resistir las condiciones veraniegas de las calles. Sus hojas son muy grandes. Algunas, gigantes. Una fuente de pérdida de energía demasiado grande para la supervivencia del árbol.
Sin duda, los que vivimos en las grandes ciudades vamos a ser los más perjudicados por esta pérdida prematura de las hojas de los árboles. Los tenemos plantados muy separados unos de los otros, impidiendo que entre ellos se protejan. En los bosques, la cercanía los protege generando más sombras unos a otros, impidiendo que sufran tanto por las altas temperaturas, y además, se protegen mejor del viento, que se lleva la humedad.