Temperie y celajes: el meteorólogo José Miguel Viñas explica estos términos que han caído en el olvido

Estos términos meteorológicos resultan en la actualidad desconocidos para la mayor parte de la población, aunque en algunos ámbitos, como la literatura, poesía o los estudios de pintura, se siguen usando.

Paisaje con cielo
Los celajes y la temperie van de la mano. La atmósfera nos brinda con frecuencia magníficos espectáculos celestes, acompañados de las condiciones meteorológicas que correspondan.

En los libros antiguos aparecen palabras en castellano que con el paso del tiempo han caído en el desuso. Entre ellas no faltan algunos términos meteorológicos como temperie o celaje/s a los que vamos a dedicar unas líneas, que le adelanto que serán reivindicativas, ya que ambas palabras rellenan un hueco en nuestro lenguaje que quedó huérfano, sin sustituto.

Todos entendemos el significado de estar a la intemperie, ya que lo empleamos para indicar que algo o alguien (extensible al plural) se encuentra en el exterior, al aire libre, a merced del frío, calor, viento, lluvia o lo que proceda; expuesto a las inclemencias meteorológicas si las hubiera; es decir a la temperie.

La ambigüedad de la palabra “tiempo”

En español usamos la misma palabra (tiempo) para expresar el tiempo cronológico y el meteorológico; cosa que no ocurre en el mundo anglosajón, donde distinguen entre time y weather, aparte de diferenciar este último concepto (tiempo atmosférico o meteorológico) del clima (climate). Ya que que el término temperie existe en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) para describir el estado de la atmósfera, deberíamos de usarlo. No se entiende del todo bien la razón por la que dejamos de hacerlo.

Libros con temperie
Portadas de libros que incluyen en el título la palabra “temperie”. El de la izquierda, escrito por el meteorólogo del antiguo INM José Sánchez Egea fue publicado en 1986. El de la derecha, lo publicó José Miguel Viñas en 2007.

Al igual que ocurre con muchas de las palabras que usamos, la palabra temperie tiene su origen en el latín, en la palabra temperies, cuya raíz también encontramos en otras de uso común como temperatura, temperamento, temple, templar o tempero, entre otras.

El término temperatura comenzó a usarse en el siglo XVI, inicialmente como un cultismo, y proviene del latín temperare (templar). Esta variable meteorológica (T) es una de las que más se usan para caracterizar la temperie (el tiempo atmosférico), de ahí la etimología común de ambas palabras.

No todos los cielos son celajes

Lo mismo que ocurre con temperie, la palabra celaje también la encontramos definida en el DRAE, con varias acepciones. La primera de ellas señala que es el “aspecto que presenta el cielo cuando hay nubes tenues y de varios matices.” La segunda especifica que en lenguaje marino o náutico se emplea para identificar al conjunto de nubes presentes en el cielo.

El uso de esta palabra ha quedado restringido casi exclusivamente el lenguaje poético y literario (“Aquellos celajes tan diáfanos, tan puros, no eran signos de la tempestad que él temía…”, José María de Pereda, Al primer vuelo, 1896), así como a los textos de historia del arte, donde aparece con relativa frecuencia en algunas descripciones de paisajes pintados.

Se expresa la mayoría de las veces en plural (celajes) y con ella se describe un cielo particularmente llamativo, enmarañado de nubes de diferentes tipos, en los que se mezclan texturas, volúmenes y tonalidades distintas. No faltan referencias a los celajes de Velázquez (los famosos cielos velazqueños) en algunos de los textos que el historiador de arte, escritor y pensador José Camón Aznar (1898-1979) dedicó al genio sevillano, al que definió como pintor del aire y de la atmósfera.

Cielos velazqueños
Dos notables ejemplos de los celajes que pintó Velázquez. Izquierda: Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares, a caballo (h. 1636). Derecha: El príncipe Baltasar Carlos a caballo (1635). © Museo Nacional del Prado, Madrid

El también historiador de arte Diego Angulo Íñiguez (1901-1986) se refirió al pintor español José Antolínez (1635-1675) como un “enamorado de los celajes azules venecianos, las carnes nacaradas rubenianas y los ropajes barrocos revueltos por el viento”, mientras que en la descripción de un cuadro de una vista veneciana de pintor desconocido, de la colección del museo Lázaro Galdiano, de Madrid, podemos leer lo siguiente: “Paisaje sobre fondo de celajes aborrascados y con golpes de sol…”

Recientemente, el físico y divulgador científico Eugenio M. Fernández Aguilar dedicaba un interesante artículo al término celaje, en el que contaba algunas curiosidades. En lo que respecta a la etimología, tanto celaje como cielo provienen del latín caelum. Esta palabra tiene origen a su vez en la voz griega κο��λον (koilon), que alude a algo cóncavo o abovedado, que está hueco, en clara alusión a la bóveda celeste.

También comenta Fernández Aguilar que en castellano, el término cielo apareció escrito por primera vez en el Cantar del Mío Cid, que data del siglo XI. Y no faltan en su artículo tampoco referencias a los celajes que nos brinda la pintura, a los que ya nos hemos referido, y añade que “hay una palabra que deriva de celaje y es igualmente hermosa. Celajería es un término utilizado para referirnos a la representación detallada y estética de los cielos y nubes, especialmente en pintura y decoración.”