Sus Majestades los cielos de Oriente
Uno de los motivos religiosos más recurrentes en la historia de la pintura es el de la Adoración de los Reyes Magos. En ellos abundan elementos celestes llamativos, desde la propia estrella de Belén, hasta rayos de luz que guían a Sus Majestades y todo tipo de nubes, muchas de bella factura.
Uno de los motivos religiosos más pintados a lo largo de la historia es el de la Adoración de los Reyes Magos, lo que, con el paso de los siglos, ha ido forjando en el imaginario popular una de las tradiciones más arraigadas del mundo cristiano. Todo el mundo conoce la historia de los tres reyes magos (astrólogos para algunos historiadores) que, guiados por una estrella, viajaron en sus camellos desde el Lejano Oriente hasta el portal de Belén, para adorar al niño Jesús, recién nacido, ofreciéndole como obsequio: oro, incienso y mirra. Algunos científicos, principalmente astrofísicos, han tratado de documentar algún acontecimiento astronómico singular en las fechas en las que, según el relato bíblico, ocurrió la Natividad, en un intento por arrojar luz sobre aquella señal en el cielo.
Una de las representaciones más famosas de la citada Adoración de los Reyes Magos es la pintura que a principios del siglo XIV pintó el artista italiano Giotto di Bondore (1267-1337) en la capilla de los Scrovegni, en Padua. Uno de los elementos más llamativos de este fresco es la estrella de Belén, de color fuego y dotada de una cola llameante, que se ha identificado con el cometa Halley, ya que en 1301, tres años antes de que Giotto pintara la escena, el citado cometa tuvo una de sus aproximaciones a la Tierra y se da por seguro que Giotto lo observó, dejando constancia de ello en su conocida pintura. Otros muchos artistas han representado la estrella como un astro muy brillante en el cielo, del que en algunos casos emerge un haz de luz que apunta al portal de Belén, representando de esa forma el faro que guió a los Reyes Magos.
No faltan tampoco los pintores que han representado llamativos motivos meteorológicos, particularmente nubes, como telón de fondo atmosférico en sus distintas adoraciones de los Reyes Magos, lo que indica la especial relevancia que, históricamente, se ha otorgado al cielo –en particular a sus “señales”– en el periplo de Sus Majestades de Oriente, desde su lugar de partida hasta el portal de Belén. Pieter Brueghel el Viejo (h. 1525-1569), retratista por excelencia de los rigores de la Pequeña Edad del Hielo en Europa, dedicó al asunto una de sus famosas escenas invernales, cuya principal singularidad no reside en el hecho de pintar un paisaje nevado, sino en pintarlo durante una nevada; todo el lienzo está salpicado de pequeñas motas de pintura blanca que simulan los copos de nieve.
Si fijamos nuestra atención en las nubes que han retratado distintos artistas en sus correspondientes “adoraciones de los reyes”, descubrimos que en la mayoría de los casos son “marca de la casa”, ya que cada pintor introduce el mismo tipo de nube que usa en otras muchas de sus creaciones. Un buen ejemplo es la “Adoración de los Magos” del pintor italiano Andrea Mantegna (1431-1506), obra que forma parte de un tríptico pintado por este artista hacia el año 1460, en la que vemos unas nubes prácticamente idénticas a las que aparecen en otras famosas tablas suyas como “El tránsito de la Virgen” (1462) o “La crucifixión” (h. 1457-60). En todos los casos, se trata de altocúmulos lenticulares, con su característica forma alargada, que el pintor, sin duda, observó repetidas veces en el norte de Italia, donde discurrió su vida, ya que esas nubes, asociadas al fenómeno de onda de montaña, se forman con frecuencia a sotavento de los Alpes, en la vertiente sur cuando soplan vientos intensos de componente norte.
En “Adoración de los Magos” de Alberto Durero (1471-1528), tabla pintada al oleo en 1504, al margen de los personajes de la escena –La Virgen María con el niño Jesús, y los tres Reyes Magos–, llama también la atención la formación nubosa que aparece en la esquina superior de la derecha. Se trata de una nube cumuliforme de exquisita factura, que pone de manifiesto la técnica pictórica tan depurada de la que Durero hizo gala. Otro artista que pintó nubes llamativas en su “Adoración de los Reyes Magos” fue El Greco (1541-1614). En la citada obra, pintada hacia 1568-69, la mayor parte de los celajes está ocupada por nubes desgarradas, entreveradas con porciones de cielo raso, contribuyendo a crear el dramatismo con el que –gracias en buena parte a los elementos nubosos–, dotó a muchos otros de sus cuadros. Sirvan estos ejemplos para ilustrar a Sus Majestades los cielos de Oriente.