Las tormentas en el refranero
Existen muchos refranes del tiempo que aluden a las tormentas, tanto a las que tienen lugar en los meses de verano (la época tormentosa por excelencia) como a las del resto del año. Encontramos en ellos reglas de predicción, que permiten vaticinarlas, basadas en la sabiduría popular.
En el refranero meteorológico no faltan las referencias a las tormentas y a los distintos elementos asociados a ellas (rayos, truenos, granizo…). Muchas alusiones son indirectas, ligadas a los intensos chubascos tormentosos y a las consecuencias devastadoras que pueden provocar (“Septiembre seca las fuentes o arrasa los puentes”). En este artículo daremos a conocer una pequeña colección de refranes del tiempo que aluden específicamente a las tormentas. El miedo a ellas y los daños que provocan las ha convertido en uno de los fenómenos meteorológicos más populares que existen.
Las alusiones a Santa Bárbara –la protectora contra los rayos y las tormentas en el mundo cristiano– no faltan en el refranero, así como en conjuros y rezos rituales usados para ahuyentar a las citadas tormentas. El conocido refrán (una de sus versiones) “Nadie se acuerda de Santa Bárbara hasta que truena” se emplea fuera de un contexto meteorológico. Se quiere resaltar con él que pensamos que aplazar determinadas tareas y obligaciones no tendrá consecuencias, hasta que estas finalmente llegan. Otro refrán de uso común es el que indica que “Tras (después de) la tormenta (tempestad) siempre llega (viene) la calma”. En este caso, se ha trasladado un hecho observable en el comportamiento las tormentas (su ciclo vital) a nuestra vida.
Signos que nos avisan de las tormentas
La observación de la naturaleza, de detalles como el aspecto del cielo, o las conductas de los animales, permitió a nuestros antepasados anticipar la llegada de la tormenta, lo que ha quedado reflejado en numerosos refranes. Uno de ellos afirma que “Cuando el sol mucho calienta, barrunta la tormenta”, del que existe una versión mucho más precisa que sentencia lo siguiente: “Bochorno a las diez, tronada a las tres”. Ambos dichos ilustran lo que sabemos por experiencia; que el ambiente se va poniendo pesado, caldeándose y cargándose de humedad, hasta que finalmente descarga la tormenta.
En la antigüedad empezaron a observar pautas en el comportamiento de las tormentas, como los lugares donde con mayor frecuencia se forman (nidos de tormentas, en el argot meteorológico) y cómo suelen desplazarse y evolucionar. “De donde relampaguea, de allí ventea”, sentencia un refrán, en la misma línea que este otro: “Si relampaguea y más truena, viento habrá de donde suena”. Sabemos que los fuertes chubascos –de lluvia o de granizo– que deja una tormenta, llevan asociadas fuertes ráfagas de viento. La sabiduría popular rezuma en el siguiente dicho usado en Tierra de Cameros (La Rioja): “Alba manchada, tormenta asegurada”. Hace referencia a la presencia de llamativas nubes rojizas en el cielo durante el crepúsculo matutino, como señal pre-tormentosa.
En cuanto a referencias de las conductas de los animales que presagian tormenta, citamos a continuación cuatro refranes a vuela pluma, acompañados de breves comentarios: “Animales perezosos, tiempo tormentoso” (el bochorno, del que antes hablábamos, no solo nos “aplasta” a nosotros; también pasa factura al resto de seres vivos), “Si la avutarda brinquea, a la hora relampaguea”, “Al primer trueno de mayo, salta la liebre y retoza el caballo” (ambos muy ligados al campo), y el cuarto y último, un dicho marinero que sentencia “Ave de mar que busca madriguera, anuncia tempestad (tormenta) de esta manera”.
Una de las peores cosas que puede provocar una tormenta es una fuerte granizada, con piedras (de hielo) o pedrisco de gran tamaño. Al encomendarse la gente de antaño a Santa Bárbara, no solo buscaba la protección contra el letal rayo, sino también contra la piedra, que de producirse destruía los cultivos. Durante la temporada de tormentas (de mayo a septiembre), los campesinos vigilaban el cielo desde que iniciaban las labores en el campo (“Nube madrugadora, piedra traidora”). Mala cosa era que abundaran las tormentas con granizo (“Año de piedra, ninguno medra”), aunque su impacto no es tan duradero y traumático como el de una sequía, de mayor alcance (“La piedra empobrece, pero no encarece”).
Tormentas de verano y del resto del año
Aunque las tormentas las asociamos principalmente al verano, pueden ocurrir en otras épocas del año, lo que tiene su reflejo en el refranero. Ciñéndonos en primer lugar a los meses estivales, la precipitación que se produce en ellos está en la mayoría de los casos asociada a las tormentas (“En verano lloverá, más primero tronará”, “En junio tronará, y granizo caerá”). En el mes de junio no suelen faltar a su cita algunas muy violentas (“Tormenta de junio golpea como un puño”). Un curioso refrán aragonés afirma que “Pa' San Juan (24 de junio) tronada, as nueces esbofadas”, ya que antiguamente existía la creencia de que si ese señalado día había tormenta, las nueces de ese año saldrían “bofas” (fofas, pochas). Por tierras oscenses se usa el siguiente refrán: “Tronada de Guara, fuerte pedregada”, en la misma línea de los ofrecen reglas de predicción, aunque en este caso de carácter local.
En julio la actividad tormentosa suele relajarse, aunque no hay que bajar la guardia (“Aunque raras muy violentas, son por julio las tormentas”, “En julio gran tormenta mucho espanta, pero pronto escampa”). La primera quincena de agosto sigue la misma línea, pero en la segunda lo normal es que las tormentas vuelvan a cobrar protagonismo (“En agosto las tormentas son duras y violentas”). El siguiente refrán es tajante en ese sentido: “Por San Bartolomé (24 de agosto), tormentas ha de haber”. Esas tormentas del último tramo del verano, con granizadas, que se prolongan a lo largo del mes de septiembre –en tiempo de vendimia–, son muy temidas por los viticultores.
Las alusiones a las tormentas en refranes correspondientes a otras épocas del año distintas al verano son muy abundantes. Un primer refrán afirma que “A nadie debe extrañar que en marzo empiece a tronar”, iniciándose de este modo la temporada de tormentas. Entre los meses de octubre y febrero el fenómeno tormentoso es más escaso y habitualmente no conlleva beneficios para la gente del campo (“Si en enero oyes tronar, estrecha el granero y ensancha el pajar” “Truenos de invierno, señal de mal año [de este dicho encontramos también contrarrefranes]). El famoso refrán “La nieve de octubre, siete lunas cubre” tiene también su versión en clave tormentosa: “Tormenta en octubre, siete lunas cubre”. Según la creencia popular, si nieva o hay tormenta en el citado mes en una determinada fase lunar, el fenómeno (la tormenta en nuestro caso) volverá a ocurrir en la misma fase de cada uno de los siete ciclos lunares siguientes.
Concluimos este repaso al refranero de las tormentas con un último ejemplo de la sabiduría popular. Ya desde antaño, las gentes del campo se dieron cuenta de que las tormentas que se producen por la mañana (cuando se da una situación meteorológica propicia para ello) suelen ser breves, restableciéndose pronto la normalidad. Queda ello plasmado en el siguiente dicho: Tronada de mañana, no quita jornada.