Ábregos. Los vientos llovedores
Los temporales otoñales de lluvias como el que está teniendo lugar este fin de semana, vienen de la mano de situaciones del oeste y suroeste, en la que soplan vientos templados y húmedos, conocidos en el mundo agrícola como ábregos.
Los grandes temporales de lluvias en España, típicos del otoño y de la primavera, vienen de la mano de situaciones del suroeste, en la que soplan vientos conocidos en el mundo agrícola como ábregos. Al producirse normalmente después del largo, seco y cálido verano ibérico, o también del periodo frío y sin precipitaciones que domina en invierno, son muy bien recibidos por las gentes del campo, ya que proporcionan a la tierra y a los cultivos el agua necesaria para garantizar unas buenas cosechas. En otoño, esos vientos llovedores son fundamentales para la sementera y el crecimiento de los pastos.
Los ábregos son vientos de procedencia atlántica, templados y húmedos, del suroeste (SW). Son generados por borrascas que se aproximan a la Península, profundizándose en su recorrido marítimo y dando lugar a un marcado flujo del suroeste. El viento se canaliza en las grandes cuencas de los ríos de la vertiente atlántica peninsular, dando lugar a los citados temporales de lluvia.
En uno de sus clásicos artículos divulgativos, el meteorólogo Lorenzo García de Pedraza se refería al ábrego como a un “viento templado y húmedo del SW en ambas Castillas, Extremadura y Andalucía con temporal persistente de lluvia. Se da cuando una borrasca situada entre Azores-Canarias se mueve hacia el Golfo de Cádiz y envía aire muy húmedo y nubes hacia el cuadrante SW de la Península Ibérica.”
Aunque las lluvias que dejan los ábregos, aparte de generosas, son bastante generalizadas, el reparto de las mismas no es equitativo en todo el territorio ibérico. En la vertiente atlántica peninsular es donde se acumulan las mayores cantidades, especialmente en las laderas montañosas enfrentadas a los citados vientos.
La orografía configura las isoyetas, con sus máximos y mínimos. Lo mencionaba en otro de sus artículos García de Pedraza, al afirmar que “la especial orientación de nuestras cordilleras y ríos reforman y dislocan notablemente la distribución de vientos y lluvias”. En estas situaciones del suroeste, tanto la Cordillera Cantábrica, como el Sistema Ibérico frenan las bandas nubosas cargadas de agua que empujan los ábregos, de ahí que estos temporales atlánticos apenas dejen lluvia en el litoral cantábrico y en el Valle del Ebro.
La nomenclatura de los vientos llovedores
El origen etimológico del término “ábrego” está en la palabra latina africus, que es el nombre con el que en tiempos de los romanos llamaban al viento del suroeste. En las primeras referencias a los vientos, que encontramos en las obras de los autores clásicos Hesíodo y Homero (hacia el siglo VIII a. C.), el anemoi (deidad eólica) correspondiente al suroeste es Libis. Es uno de los 8 dioses-viento representados en la Torre de los Vientos de Atenas, y debe su nombre a que –situados en Grecia– parece proceder de Libia. En la mitología romana, pasaron a referirse a él como Afer ventus (viento africano) o africus.
Aunque la voz “ábrego” es la forma más común de referirnos a él en castellano, también se emplean las variantes áfrico y ábrigo. Esta última ha llevado a pensar que el origen de ábrego reside en el hecho de que cuando irrumpe un fuerte temporal del suroeste, el ímpetu de la lluvia y el viento impide las labores agrícolas y los campesinos tienen que estar al abrigo y ponerse a cubierto. Lo cierto es que la etimología nos lleva al viento africano, aunque en el caso de los ábregos que afectan a la península Ibérica, su lugar de origen está en el océano Atlántico, al oeste de África.
Dependiendo de las regiones donde soplen, los vientos ábregos también se conocen con otros nombres. Por ejemplo, en la zona del Golfo de Cádiz se refieren a ellos (o a él) como “vendaval”, si bien el uso de este término se ha generalizado, empleándose para referirse a un viento fuerte, con independencia de su lugar de procedencia. Por las comunidades cantábricas se emplean distintos localismos. En Cantabria se refieren a él como castellano, campurriano (en referencia a la comarca montañesa de Campoo) o “aire de arriba” (procedente de la Montaña). En Asturias lo llaman airín de les castañes (aire de las castañas), en referencia a la caída de ese fruto del árbol en otoño, los días en que el referido viento sopla con violencia.