¿Por qué nos damos calambre en la oficina en verano?
Que nos den calambrazos al tocar elementos metálicos en la oficina es mucho más habitual de lo que pensamos en verano. No solo tiene que ver el calzado y la moqueta, sino también el aire acondicionado. ¿Por qué?
Los veranos en España son muy calurosos. Salvo en algunos puntos del norte, en el resto lo habitual es encontrar temperaturas máximas por encima de los 30 grados todos los días. En el interior y en el sur a veces son varias las jornadas seguidas en las que se superan los 35 o 40 grados. Si todo sigue así, el cambio climático nos dejará en las próximas décadas temperaturas aún más altas.
Otra cosa que cambia con el paso de los años es la forma en la que nos repartimos las vacaciones. Si antiguamente el mes de agosto era sagrado y se paralizaba todo el país exceptuando el sector turístico, desde hace cierto tiempo distribuimos nuestro descanso en dos o incluso tres periodos vacacionales, y no solo en verano. De esta manera vamos haciendo más pausas, aunque más cortas, y el empresario no tiene que cerrar ningún mes del año.
El trabajo en la oficina no es fácil. Mucho menos conciliar la temperatura del aire acondicionado. Ya lo tratamos en el último artículo. Además hay algo que nos incomoda y molesta en esta época: los calambres que nos dan cuando tocamos elementos metálicos o incluso compañeros. ¿A qué se debe?
El peligro del aire acondicionado
Sin él nuestra vida sería mucho más incómoda, pero no imposible. Así vivíamos hace muchos años y lo seguimos haciendo en algunos pueblos. Persianas bajadas y ventiladores a veces son suficiente para mantener una buena temperatura. Pero en las oficinas modernas esto ya es más complicado. La maquinaria como ordenadores, servidores o incluso las máquinas de refresco producen calor. Además, las oficinas más modernas no permiten ni abrir las ventanas. El aire acondicionado es imprescindible y repercute favorablemente en el rendimiento laboral.
Pero esta climatización en verano tiene un gran inconveniente: la pérdida de humedad del aire. Los más atentos habrán comprobado cómo de los aparatos de aire acondicionado de nuestros pisos sale un tubo con agua que cae constantemente. En los pueblos y en algunos balcones de la ciudad se suele poner una gran botella de agua que no tarda mucho en llenarse. Esta agua estaba antes en el interior del piso y formaba parte del vapor de agua presente en el aire.
El hecho de que haya menos humedad en el interior de un piso se nota en la garganta. Se reseca más. Pero también sufrimos otra consecuencia: los famosos calambrazos. Con poca humedad nuestro cuerpo se va cargando estáticamente durante nuestra estancia en un piso o en la oficina. ¿Hasta cuándo? Hasta que tocamos algún elemento metálico y... ¡zas!
La explicación es sencilla. El aire en realidad es aislante. El agua no. Recordemos que en una bañera llena de agua, si arrojamos una tostadora enchufada a la corriente y activada, nos quedamos electrocutados al instante porque el agua conduce muy bien la electricidad. En el momento en el que el aire contiene humedad, es decir, un poco de agua, se vuelve más conductor, y sin que nosotros nos demos cuenta, nos vamos descargando de forma progresiva. La humedad es la que nos salva.
Las soluciones
Con tal de evitar sufrir esta incomodidad se recomienda dejar recipientes con agua repartidos por casa o por la oficina con el objetivo de dar algo más de humedad al ambiente. El calzado también es importante. Las suelas de goma nos mantendrán aislados del suelo. No nos interesan. Otra recomendación es ir tocando constantemente elementos metálicos con el objetivo de irnos descargando de forma permanente y no sufrir una descarga súbita que puede llegar a ser dolorosa y que veces incluso se escucha.
Lo mismo que ocurre en casa o en la oficina en verano pasa en invierno en la calle cuando el viento, dependiendo de la zona del país, reseca el ambiente. Con humedades ambientales inferiores al 20 por ciento, en el exterior podemos sufrir algún calambre. Pasa especialmente cuando tocamos la carrocería del coche. El calzado también es importante.
Los mayores que lean este artículo se acordarán. Antiguamente los coches tenían una tira en la parte trasera que se descolgaba de la carrocería y llegaba hasta el asfalto. Se llamaba tira antiestática. Un coche, a medida que avanza y sufre el rozamiento con el aire, se va cargando. Si la humedad es baja, el coche se carga estáticamente y como las ruedas son aislantes, a la que alguien toca con la mano una puerta la electricidad cruza el cuerpo hasta que logra llegar al suelo.