¿Por qué no vemos bien bajo el agua?
Ahora que muchos pasamos los días en la piscina o en el mar, hay algo que nos crea una gran incomodidad: no podemos ver bien bajo el agua a no ser que usemos unas gafas de buceo. ¿Por qué sucede?
Con la llegada de las temperaturas más altas de todo el año el ser humano tiende a acercarse a zonas bañadas por el agua para refrescarse. Piscinas, ríos y playas están en estas fechas repletos de gente que disfruta de sus días de vacaciones. Además, este año nos lo merecemos más aún por todo lo que hemos sufrido confinados en casa.
Siempre es un buen consejo no olvidarse de las gafas de buceo en caso de visitar una zona con aguas cristalinas. Más de una vez las hemos tenido que comprar a última hora en una tienda turística desembolsando una cantidad superior de la que realmente se merecen.
Damos por supuesto que bajo el agua necesitamos unas gafas para poder ver, pero pocas veces la gente reflexiona sobre la causa que lo provoca. Dejando de lado el motivo biológico que el ser humano debe vivir rodeado de aire y no de agua, analizaremos qué les ocurre a nuestros ojos en un medio al que no están acostumbrados.
Los ojos, lentes insuficientes bajo el agua
El ojo humano está diseñado para trabajar en un medio externo con aire. Su funcionamiento ya lo aprendimos en el colegio: el cristalino actúa a modo de lente que se deforma de tal manera que puede enfocar objetos que están situados a diferentes distancias. Cuando estamos buceando también tenemos objetos cerca, pero los vemos todos borrosos por mucho que nos esforcemos en enfocarlos. ¿Por qué no podemos?
Los rayos de luz sufren desviaciones al entrar en el ojo. Pasan de un medio lleno de aire a otro acuoso dentro del ojo. Cuando la luz cambia de un medio a otro con distinta densidad se produce una refracción, es decir, se desvía levemente. El ojo humano está diseñado para ver así a la perfección. Si no se ve bien, se puede corregir con gafas o lentillas. Pero bajo el agua esto ya no es posible.
Cuando abrimos los ojos bajo el agua, la luz viene de un medio acuoso y la refracción que se produce es muy pequeña. Podríamos decir que el ojo pierde potencia. El cristalino es incapaz de enfocar por mucho que lo intente y lo vemos todo borroso al convertirnos en hipermétropes. La imagen enfocada de los objetos se forma más lejos de lo que debería y no sobre la retina.
La solución pasa por crear una capa de aire entre el ojo y el agua. Esta es la función que cumplen las gafas de submarinismo. Da igual la cantidad de aire que haya. Lo que se necesita es que haya una capa de aire antes de que los rayos que vienen del agua entren en el ojo.
La oscuridad y el color azul del agua
Una vez estamos bajo el agua y podemos ver con claridad, observamos dos fenómenos algo curiosos: el agua se vuelve oscura a medida que descendemos y de color azul. Esto ya no tiene nada que ver con el ojo.
La oscuridad es producto de la difusión. Los rayos del sol no son capaces de penetrar a mucha profundidad y si fuésemos capaces de bajar a más de 200 metros, ya empezaríamos a notar la ausencia de luz. A grandes profundidades no se ve absolutamente nada.
El color azul típico que vemos bajo el agua también se nota más a medida que vamos descendiendo. El motivo es que los tonos cálidos de la luz quedan absorbidos en los primeros metros. Por esta razón cuanto más bajamos, más azul lo vemos todo.