¿Por qué en verano cogemos frío en el agua?
No hay nada más refrescante que bañarse en pleno verano, pero a pesar del intenso calor, la mayoría de veces acabamos cogiendo frío si nos pasamos mucho rato dentro del agua. ¿A qué es debido?
Llevamos unos cuantos días con temperaturas por encima de los 40 grados en algunas regiones del país. Con este calor el cuerpo nos pide bañarnos en la playa o en una piscina. Quien lo tenga lejos, siempre le quedará una ducha refrescante en casa. Cualquier acción será buena para sentirnos mucho mejor.
Ahora bien, a todos nos ha pasado alguna vez que estando en la playa o en la piscina, decidimos ir corriendo al agua porque nos estamos asando de calor. Pero cuando llevamos un buen rato en el agua empezamos a estar algo incómodos y notamos la necesidad de salir. El cuerpo no está acostumbrado a un medio como el agua y se cansa más rápido. Y quizá lo más importante y que vamos a tratar hoy: pierde rápido su temperatura.
Puede parecer muy extraño que con este calor abrasador, al salir del agua tengamos que ir corriendo a tumbarnos en la toalla y secarnos. Incluso se nos pone la piel de gallina. Aunque esto solo dura un rato porque el sol ahora calienta mucho, pasar frío al salir del agua en verano es normal. Veamos por qué.
El agua, gran conductor del calor
No es la primera vez que contamos en tiempo.com que el ser humano no está preparado para vivir en un medio que no sea el aire. Lo vimos con los ojos, por ejemplo: 'Bajo el agua no vemos bien'. Con la temperatura corporal sucede lo mismo. El cuerpo regula su temperatura teniendo en cuenta que fuera lo que nos rodea es aire. Así funciona de forma eficiente. Y cuando solo estamos rodeados de agua empiezan los problemas, especialmente con el frío.
Una de las formas en las que nuestro cuerpo pierde calor en el agua es por conducción externa. Se produce por contacto directo entre nuestra piel y el agua. El calor de nuestro cuerpo es absorbido por el agua que nos está tocando, mucho más fría. A medida que nuestro cuerpo libera calor, el agua lo va absorbiendo.
La otra forma en la que perdemos calor corporal es por convección. El agua que cubre nuestra piel se desplaza debido al movimiento del mar, de la piscina o incluso el nuestro, y las moléculas de agua que se han calentado son sustituidas por otras frías que vienen de otro lado. Es más o menos lo mismo que sucede fuera del agua cuando sopla el viento.
A todo esto hay que añadir el momento en el que salimos del agua. Nuestra piel queda toda mojada. Cuando el agua se evapora, se lleva parte del calor de nuestro cuerpo. Así actúa realmente el sudor en verano.
25 grados, muy distintos bajo el agua
El aire es un buen aislante de calor. Se usa en arquitectura y en el diseño de ventanas, por ejemplo, creando cámaras de aire para aislar estancias del calor o del frío exterior. El agua, en cambio, es todo lo contrario. Lo transmite fácilmente.
Pongamos ahora el ejemplo de los 25 grados. Un día de otoño o de primavera podemos estar perfectamente a 25 grados de temperatura por la calle. Es una temperatura muy confortable. Llevemos la ropa que llevemos, nuestro cuerpo va a regular su temperatura de forma cómoda. Esto no sucede igual si estamos sumergidos a la misma temperatura.
Bajo el agua los 25 grados son otra cosa. A esta temperatura puede ser que al poner el pie, curiosamente, la notemos algo caliente. Pero tras un buen rato empezaremos a notar frío. Nuestro cuerpo debe estar a 37 grados y bajo el agua no los puede mantener mucho rato. Los 25 grados pueden suponer un peligro si estamos mucho tiempo. Por esto los buceadores o submarinistas siempre usan los trajes de neopreno sea cual sea la temperatura del agua del mar. Al estar tanto rato siempre se coge frío.
Por este motivo también es tan peligroso caerse de un barco. Todos pensamos que si nos ocurriera a nosotros seríamos capaces de aguantar nadando hasta que nos vinieran a rescatar. Lo que ocurriría es que la hipotermia acabaría antes con nosotros que el agotamiento.