Cambian de color y caen las hojas: "otoño en Castilla, es maravilla"
La primavera nos regala los colores de las flores y la actual estación nos enamora con la variedad de tonalidades en los árboles caducifolios. ¿Por qué cambian de color y se caen las hojas?
A lo largo de los tiempos las estampas del otoño han protagonizado cuadros, poemas y han traído hasta nuestros sentidos una variedad tan grande de sensaciones, como probablemente, en ningún otro momento del año. Al pasear por un parque y escuchar nuestros pasos sobre las hojas secas caídas de los árboles, a la vez que levantamos nuestra mirada y vemos esa rica mezcla de colores, quién, queridos lectores, no se ha sentido embriagado por algo así.
“Para muestra un botón”, aquí unas estrofas de algunos de nuestros grandes poeta. Juan Ramón Jiménez, Otoño: Esparce octubre, el blando movimiento/del sur, las hojas áureas y las rojas,/y, en la caída clara de sus hojas,/se lleva al infinito el pensamiento. Antonio Machado, Amanecer de otoño: Zarzas, malezas, jarales./Está la tierra mojada/por las gotas del rocío,/y la alameda dorada,/hacia la curva del río.
"Marzo trae las hojas y noviembre las despoja"
Si en otoño se caen las hojas, antes deberían salir. Lo que quizás no esté tan claro es cómo regresan a la vida los árboles tras el parón invernal. A medida que nos acercamos al equinoccio de primavera, cada vez hay más horas de luz solar, por lo que las plantas empiezan a sentir más calor; además, las precipitaciones suelen ser algo más abundantes, aportando la alimentación necesaria para iniciar un nuevo ciclo de vida.
Las raíces de los árboles empiezan a absorber los nutrientes del suelo, que poco a poco van ascendiendo por el interior de la corteza, es la savia que transporta el agua, las sales minerales y otras sustancias que se encargan del crecimiento hasta las ramas y posteriormente a las hojas. Y es aquí, donde finalmente, se producirá la fotosíntesis o función clorofílica, que es la encargada de convertir la materia inorgánica en materia orgánica gracias a la energía que aportan los rayos solares.
El otoño y sus colores
Con la llegada de esta estación cada vez hay menos horas de sol, lo que provoca una disminución progresiva de la actividad fotosintética, lo que va dejando sin clorofila a las hojas de los árboles caducifolios; es lo primero que pierden, mientras el resto del árbol se va preparando para el gran parón del invierno.
En otoño, con el paso de los días, cada vez hay menos horas de sol y esto reduce la actividad fotosintética, lo que va dejando sin clorofila a las hojas de los árboles caducifolios. Las precipitaciones y el viento ayudan a su caída.
Las condiciones meteorológicas pueden provocar un adelanto o un atraso en esta evolución vegetal. Las hojas irán perdiendo su color verde, volviéndose amarillas, marrones, pardas y en algunos casos rojizas, empezando su caída, que será notablemente ayudada por las cambiantes condiciones atmosféricas propias de esta estación, días con más precipitaciones y más viento.
Muchos de nuestros bosques caducifolios tienen variedad de especies, por lo que la transición de colores no es uniforme, existe un desfase temporal, incluso dentro de un mismo árbol, por lo que hay diferentes tonalidades. Además, existen factores locales de tipo orográfico, como por ejemplo la ladera de solana frente a las zonas de umbría, dando como resultado microclimas particulares que afectan a áreas aún más pequeñas dentro del propio bosque.
Curiosidades de la caída de la hoja
Además del espectáculo de color en los paseos otoñales, también disfrutamos al andar sobre la alfombra de hojas que tapiza el suelo de los bosques. Pues bien, este lecho multicolor cumple una función biológica muy importante, ya que enriquece con sales minerales al suelo y lo prepara para la futura primavera.
También puede ser interesante en nuestras caminatas fijarnos en la disposición de las hojas en el suelo, ya que nos puede dar una pista del comportamiento del viento a pequeña escala, algo parecido a lo que sucede con la caída de la nieve e incluso, evitarnos algún molesto tropezón. Veremos que hay zonas donde se acumulan, mientras que en otras la tierra está prácticamente sin hojas. Esto nos indica la existencia de zonas más protegidas, grandes piedras, raíces que sobresalen del suelo, donde van a parar la mayoría de las hojas, amontonándose, al encontrarse en una zona más encalmada. Por el contrario, hay lugares donde el viento tiende a acelerarse y, a modo de escoba, impide su acumulación.
Finalmente, si hacemos una pausa en nuestro camino, podemos deleitarnos con la caída de las hojas. Al desprenderse de la rama, el aire se arremolina en sus bordes produciendo un balanceo característico, lo que provoca que sea muy difícil saber donde finalmente irá a parar una hoja. ¡A pasear y a disfrutar del otoño, que es maravilla!