Viaje por los principales cuadros de paisajes con nieve
Entre la vasta producción de paisajes en los cuadros, no faltan los motivos invernales en los que la nieve domina la escena. Aprovechamos el Día Mundial de la Nieve para indagar sobre ese meteoro que fue recurrente durante la Pequeña Edad de Hielo.
La belleza intrínseca de un paisaje nevado ha sido un poderoso reclamo para numerosos pintores de todas las épocas, en cuya producción artística encontramos cuadros donde la nieve, con su inmaculada blancura, es la protagonista.
En la pintura española, uno de los más conocidos, que ofrece al espectador una escena puramente invernal donde no falta el blanco elemento, es “La nevada” de Francisco de Goya. Forma parte de la serie que el pintor dedicó a las cuatro estaciones del año. Pintado por encargo para la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara, no es casualidad que el invierno de 1786-87, en el que Goya pintó la obra, fuera particularmente frío y nivoso por el interior de la Península; algo que el artista logra transmitir gracias a la inclemente ventisca que se abate sobre los personajes que protagonizan la escena.
Nieve en los cuadros de los fríos inviernos europeos
Los rigurosos inviernos, tan frecuentes durante la Pequeña Edad de Hielo (PEH), tuvieron su reflejo en muchas pinturas en las que los artistas plasmaron esas duras condiciones meteorológicas, nevadas incluidas. A principios de los años ochenta del siglo pasado, el científico inglés William James Burroughs pudo verificar cómo los paisajes invernales se convirtieron en un motivo recurrente de los pintores europeos cuyas obras vieron la luz entre la segunda mitad del siglo XVI y la primera del XVII. Dicho período coincide en el tiempo con una de las etapas más frías de la ya de por sí fría PEH.
En 1565, el pintor flamenco Pieter Brueghel el Viejo realizó una serie de seis pinturas dedicadas a los meses del año. “Los cazadores en la nieve” es el cuadro que dedicó al invierno –concretamente a los meses de diciembre y enero– y se ha convertido en uno de los iconos más utilizados en libros y conferencias para ilustrar ese periodo tan frío de la historia de Europa.
Entre los siglos XV y XIX, las bajas temperaturas invernales, intensas heladas y temporales de nieve, dominaron la escena meteorológica tanto en el Viejo Continente como en Norteamérica, lo que tiene su reflejo en la pintura, particularmente entre los pintores de la Escuela Holandesa, como el paisajista Jacob van Ruysdael, que nos dejó numerosas escenas de los Países Bajos con los campos cubiertos de nieve y los canales congelados.
En sus paisajes invernales vemos patinadores y personas caminando sobre la nieve. Si bien ahora puede ocurrir algo así algún año, por espacio de algunas semanas, durante la PEH se encadenaban con frecuencia inviernos de excepcional crudeza, que se alargaban bastante más de los tres meses teóricos que dura cada estación.
El pintor estadounidense –de origen inglés– Thomas Birch dejó también como legado una interesante colección de paisajes nevados como su “Paisaje invernal en Filadelfia” (pintado hacia 1830-1845), que reflejan el tipo de tiempo con el que tenían que convivir los habitantes del estado de Pensilvania durante la primera mitad del siglo XIX, donde Birch pasó la mayor parte de su vida.
Si bien los inviernos en el nordeste de los EEUU suelen venir caracterizados por el intenso frío y las nevadas, un análisis de los registros meteorológicos permite deducir que en aquella región del mundo durante el periodo citado la crudeza de los inviernos fue mayor que en la actualidad. Esta circunstancia justifica la recurrencia de esta temática en la producción de Thomas Birch, un pintor que con sus paisajes nevados fue pionero y creo escuela.
La nieve hiperrealista de Shishkin
En lugares del mundo particularmente nivosos, como Rusia, los recurrentes paisajes nevados han atraído también la atención de los pintores locales. De todos ellos, destaca la figura del paisajista ruso Iván Shiskin, por la precisión con la que retrata esos parajes dominados por el color blanco. El realismo con el que pintó su cuadro “Invierno” (que acompaña a estas líneas) es asombroso, difícilmente superable. Cuesta trabajo saber si estamos frente a un cuadro o una fotografía. Gracias a su depurada técnica pictórica, Shishkin consigue transportarnos hasta el corazón de ese bosque de coníferas ruso, cubierto de nieve virgen. La calidad del cuadro es tal que logra transmitirnos el silencio y la quietud que reina en un bosque nevado.
Tampoco podemos olvidarnos del pintor romántico alemán Caspar David Friedrich, ya que entre cuya vasta producción de paisajes encontramos también escenas dominadas por el blanco elemento, que invariablemente cubre los suelos alemanes en invierno. Tenemos un notable ejemplo en su cuadro “Paisaje de invierno con iglesia”, pintado en 1811. En él establece un paralelismo entre unos pequeños abetos con nieve, en primer plano, y la silueta de un templo coronado por tres altas torres, difuminado en la lejanía entre la niebla. Con la comparación, Friedrich identifica la perfección de la naturaleza con lo sobrenatural o divino, representado por el templo religioso.
Para finalizar este pequeño recorrido por la nieve a través de los cuadros, haremos la última parada en la obra del pintor impresionista francés Camille Pissarro. Entre el otoño de 1869 y el verano de 1872, llevó a cabo una serie de 22 lienzos en los que estudió, en distintas épocas del año, los efectos de la luz y el movimiento en el camino que unía las localidades francesas de Versalles y Louveciennes. El crudo invierno de 1869-70 dejó importantes nevadas en aquella zona, lo que quedó retratado en algunos de los cuadros de la serie. El que acompaña estas líneas (“Camino de Versalles a Louveciennes (El efecto nieve)”) muestra el citado camino totalmente cubierto de nieve, después de producirse una copiosa nevada.