Pasado, presente y futuro de Igueldo
Tras la reciente visita al observatorio meteorológico de Igueldo, acompañado del cocinero Pedro Subijana y con Margarita Martín como anfitriona, aprovecho para dar a conocer algunas curiosidades y datos históricos de este observatorio centenario de la red principal de AEMET.
Para conocer la historia de la Meteorología de un país, nada mejor que visitar alguno de sus observatorios más antiguos y viajar, literalmente, hacia atrás el tiempo, a través de los cuadernos de observaciones y los instrumentos antiguos que atesoran esos particulares templos de la Meteorología. En España, tenemos varios observatorios centenarios y uno de los más emblemáticos es, sin duda, el de Igueldo, en San Sebastián (Guipúzcoa), cuya visita –quien suscribe estas palabras– tenía como asignatura pendiente desde hace años, hasta que el pasado 2 de octubre pude conocerlo in situ, muy bien acompañado.
El Observatorio de Igueldo (Igeldo en euskera) está situado junto a un pequeño núcleo urbano –barrio periférico del municipio de San Sebastián–, que bajo ese mismo nombre se sitúa en un pequeño macizo montañoso también llamado así, que se eleva hasta una altura máxima de 181 metros sobre el mar Cantábrico, que tiene a sus pies. No es casualidad que justamente allí, en esa atalaya natural desde la que puede verse buena parte de la costa guipuzcoana, en 1905 un sacerdote natural de Hernani, apodado el “Vicario de Zarauz” –parroquia guipuzcoana en la que ejerció el sacerdocio–, y llamado Juan Ignacio Orcolaga Legarra, decidiera instalarse en una casa de las afueras de Igueldo, al pensar –acertadamente– que aquel emplazamiento era ideal para otear el horizonte marino, efectuar observaciones meteorológicas y emitir avisos de temporales y galernas a los pescadores. Sus acertados pronósticos le dieron gran fama como meteorólogo. De forma autodidacta cultivó el estudio de las ciencias atmosféricas.
El Observatorio de Igueldo, con Orcolaga al frente –al que terminaron llamando “el Padre Borrascas”, inició su cuaderno de observaciones el 1 de julio de 1905 y desde aquel día allí se han tomado medidas de forma ininterrumpida, con la única excepción de unos pocos días sin registros durante la Guerra Civil. La serie climatológica de Igueldo tiene un gran valor, manteniéndose en la actualidad las observaciones manuales. La progresiva automatización de la observación meteorológica está haciendo que en muchos observatorios, principalmente de aeropuertos y bases aéreas, ya no se efectúen medidas a mano, a pesar del plus de calidad que tienen las observaciones llevadas a cabo por el personal de AEMET encargado de ese cometido.
Dicha circunstancia me la recalcó durante mi reciente visita a Igueldo su principal responsable y delegada de AEMET en el País Vasco, Margarita Martín, quien se mostró preocupada por la deshumanización de la observación meteorológica. Allí en Igueldo llevan años comparando medidas tomadas manualmente y con instrumentos que funcionan de forma automática y quedan patentes las diferencias en los registros; algo que también ha podido constatarse en otros lugares donde se llevan a cabo este tipo de comparaciones. Con la vista puesta en el futuro, prescindir de la observación manual sería un duro golpe para Igueldo, que tiene justamente en la calidad de los datos su principal tesoro y lo que lo ha convertido en un observatorio de referencia.
A escasos 300 metros del Observatorio de Igueldo tiene su restaurante Akelarre el prestigioso cocinero vasco Pedro Subijana, a quien brindé la oportunidad de acompañarme a la visita a Igueldo, ya que a pesar de tenerlo tan cerca de su templo de la gastronomía (¡la cosa va de templos!) no lo conocía por dentro. Allí nos recibió Margarita Martín, quien nos contó numerosas anécdotas históricas mientras recorríamos todas las dependencias. Ella lleva años intentando organizar el impresionante legado documental del observatorio, repartido en infinidad de cajas, carpetas y archivadores que hay diseminados por todo el observatorio. Estuvimos un bien rato conversando en la biblioteca (la antigua capilla), donde conocimos los avatares de algunos de los grandes meteorólogos que han pasado con Igueldo. Aparte de Orcolaga, allí ejercieron, entre otros, Mariano Doporto, Juan Landín o Felisa Martin Bravo, esta última la primera mujer que se doctoró en Ciencias Físicas en España y también la primera que ingresó en el Cuerpo Superior de Meteorólogos del Estado.
Tras ese recorrido histórico, en el que Margarita nos mostró alguno de los cuadernos de observaciones escritos de puño y letra por esos grandes de la Meteorología, tocó conocer la parte instrumental del observatorio, tanto el jardín como la torre, donde se halla una de las joyas de Igueldo, el anemocinemógrafo Fuess, que lleva allí arriba instalado desde 1927 y que cuenta en su haber con algunos de los registros de viento más extraordinarios de España. La racha más alta la registró el 15 de enero de 1975. Fue de 187 km/h, aunque alguna otra vez se ha podido superar ese valor, si bien no quedó constancia en la banda registradora del nonagenario instrumento.
En lo que respecta a las temperaturas, es muy llamativa la gran amplitud térmica que hay entre la máxima absoluta y la mínima también absoluta medidas allí, en los termómetros situados en las garitas del jardín meteorológico. La primera se alcanzó el pasado verano. Fueron los 39 ºC medidos el 23 de julio de 2019 que, por 4 décimas desbancaron a los 38,6 ºC del 4 de agosto de 2003 que se mantenían vigentes hasta ese día. La mínima absoluta se registró durante el gélido mes de febrero de 1956. El día 3 de aquel mes el termómetro de mínima de Igueldo marcó -12,1 ºC ¡Larga vida al observatorio de Igueldo!