¿Quién fue Oppenheimer? Padre de la bomba, destructor de mundos
Una de las películas más esperadas de este 2023 es “Oppenheimer”. En ella, Christopher Nolan nos relata las tribulaciones del científico que arriesgó destruir el mundo para salvarlo.
En la madrugada del 16 de julio de 1945, un increíble destello sobre el desierto de Nuevo México iluminó las montañas circundantes a la vez que una aterradora bola de fuego se elevó sobre el sitio de prueba del Laboratorio Nacional de Los Álamos, marcando el inicio de una nueva era: la atómica.
Y fue en ese preciso momento cuando Julius Robert Oppenheimer, físico teórico y director del Proyecto Manhattan para desarrollar la primera bomba atómica del mundo, al ver la nube en forma de hongo, recordó una frase del texto sagrado hinduista Bhagavad Gita: "Ahora me he convertido en la muerte, el destructor de mundos".
Padre de la bomba atómica
Nacido un 22 de abril de 1904 en Nueva York, J. Robert Oppenheimer era hijo de un acaudalado inmigrante judío alemán y de una artista plástica neoyorkina. Desde su niñez se destacó por su buena aptitud tanto para las ciencias como para las artes. Estudió filosofía, literatura e idiomas, tanto que leía los diálogos de Platón en griego y el antiguo poema hindú Bhagvad Gita en sánscrito.
Su interés por la física experimental lo llevó a graduarse en química en la Universidad de Harvard, y realizar posgrados en el Laboratorio Cavendish de la prestigiosa Universidad de Cambridge, dirigido por el físico y químico neozelandés Ernest Rutherford, Premio Nobel de Física de 1908 y considerado uno de los padres de la física nuclear.
Su personalidad evidentemente no lo ayudaba, ya que era una persona tímida, insegura y con ciertos tintes de envidia. En algún momento de su vida tuvo tendencias suicidas, pero logró transformar esas debilidades mediante la amabilidad y la tolerancia. Su actitud hacia el sufrimiento lo motivó a leer textos espirituales y filosóficos, los que marcaron su trayectoria y definieron su reputación.
Luego de su doctorado en 1926, pasó a formar parte de una comunidad que impulsaba el desarrollo de la física teórica, muchos de ellos amigos y conocidos que se unirían a su equipo en Los Álamos.
Los científicos y la guerra
En 1939, Albert Einstein le envió una carta al presidente Franklin Delano Roosevelt advirtiéndole que la Alemania de Hitler estaba avanzando en investigaciones sobre reacciones en cadena y que podría estar desarrollando armas nucleares.
Einstein advertía que esto podría ocurrir “en el futuro inmediato”, y que las bombas que se construyeran podrían ser extremadamente potentes. La preocupación de Einstein y la comunidad científica al respecto, no era compartida por el gobierno norteamericano. Pero el avance de la Segunda Guerra Mundial y el poderío de la Alemania nazi, convencieron al gobierno norteamericano de actuar. Para septiembre de 1942, quedó claro que era posible crear una bomba y los planes concretos para su desarrollo avanzaron.
Haciendo la bomba
La carta de Einstein fue el disparador de la creación del Proyecto Manhattan, nombre recibido por el proyecto secreto creado en 1941 con el que EE.UU. desarrolló su primera bomba atómica. Pese a la resistencia de algunos sectores (entre ellos el FBI, por considerarlo filo comunista), el general Leslie R. Groves, director del Proyecto Manhattan, designó como jefe científico a Oppenheimer, quien no defraudó la confianza de general Groves, y se dedicó en cuerpo y alma al éxito del Proyecto Manhattan.
En una carrera contrarreloj, ya que Oppenheimer estaba convencido que los alemanes probablemente estuvieran 18 meses por delante en la carrera para construir esta arma, asumió el compromiso de fabricar la bomba. Manejando un presupuesto de 2.000 millones de dólares de 1945 (ajustados por inflación hoy serían más de 30.000 millones de dólares), se construyeron laboratorios e instalaciones para los científicos y sus familias, con la infraestructura necesaria para manejarse en el más absoluto de los secretos.
Con el aporte de decenas de miles de científicos y gracias a la tenacidad y motivación de Oppenheimer, en tan solo dos años y medio se pudieron resolver todos los problemas de ingeniería asociados con la construcción de la bomba.
Pero cuando estaban cerca del objetivo, la guerra en Europa había terminado, y evidentemente la amenaza de una bomba nuclear nazi había desaparecido. ¿Tenía sentido continuar desarrollando esa terrible arma? Ante la duda de sus pares y en un alarde de racionalidad, Oppenheimer argumentó que, si el poder de destrucción de esa arma no se demuestra en esa guerra, la próxima guerra sería con armas nucleares. El resto es historia.