Los vientos en verano. Las agradables brisas versus vendavales tormentosos extremos
El verano no es una época especialmente ventosa, aunque las brisas cobran protagonismo en la costa, sin olvidarnos de los fuertes vientos asociados a las tormentas, con rachas ocasionalmente muy violentas.
El verano ibérico, en general, se caracteriza por un tiempo seco y soleado, marcadamente anticiclónico, en el que tampoco falta el intenso calor. La calma meteorológica, sin vientos destacados, suele dominar durante muchas jornadas, si bien hay lugares y determinadas situaciones en que el citado viento cobra protagonismo. Ocurre, por ejemplo en lugares el estrecho de Gibraltar, donde se canaliza y acelera. El levante le gana claramente la partida al poniente durante la época estival, soplando con mayor frecuencia e intensidad. La mayoría de los días del verano hay que contar con el viento del este en esa zona, y algunos de ellos fuerte.
Según la meteorología popular: “Viento solano, en invierno y en verano”. El citado viento –como se deduce de su nombre– es el que sopla de donde nace el sol; es decir, del este. Es un viento frío en la estación invernal y caliente (recalentado al ir cruzando las tierras del interior peninsular) en la época veraniega, lo que puede comprobarse los días caniculares en los que sopla, dando como resultado un aire muy cálido (abrasador, en ocasiones), con una elevada capacidad secante, de ahí su mala fama en el mundo rural, si bien a veces viene acompañado de lluvias.
Las brisas son más intensas en verano, ¿por qué?
Aparte de los vientos locales o regionales, el verano es la época en la que las brisas cobran protagonismo, tanto las costeras como las que tienen lugar en las zonas de montaña. En ambos casos surgen debido la formación de células de circulación a pequeña escala, cuyo movimiento, en un sentido o en el contrario, viene dictado por un contraste térmico, que provoca a su vez diferencias locales de presión.
En las zonas de montaña las brisas son los disparadores naturales de muchos incendios forestales, si bien son los vientos de mayor alcance –a escala mesoescalar o sinóptica– los que determinan el avance de los distintos frentes de los citados incendios.
Volviendo a las brisas, observamos cómo en verano son más intensas que en otras épocas del año, en que llegan incluso a desaparecer. Esto es debido a que aumentan las diferencias de temperatura que las ponen en marcha. Pensando en las costeras, tanto la brisa de mar (diurna) como la de tierra (nocturna) tienen su razón de ser en el contraste térmico tierra-mar, que alcanza un máximo en las horas centrales del día.
En la época estival, debido a la mayor insolación, es cuando se alcanza una mayor diferencia de temperatura, de ahí la intensidad observada, con rachas que pueden llegar a alcanzar hasta los 40 km/h, así como un importante nivel de penetración de la brisa marina tierra adentro (varias decenas de kilómetros), en zonas llanas, libres de obstáculos.
Vientos huracanados asociados a tormentas
El mismo día de verano de tiempo apacible con régimen costero de brisas, surgen a veces tormentas en las montañas, que con relativa frecuencia dan lugar a rachas de viento muy intensas. Ocasionalmente las ráfagas pueden ser muy violentas y llegar a ser huracanadas, lo que según la escala de intensidad de viento de Beaufort se logra cuando el viento supera los 119 km/h, lo que conlleva habitualmente efectos devastadores, amén del impacto de los fuertes aguaceros, el granizo o incluso los ocasionales tornados que puede generar una supercélula tormentosa.
Cualquier tormenta, aunque sea ordinaria, genera rachas de viento de cierta intensidad. Se producen justo antes de comenzar a llover o granizar, ya que son el resultado del impacto contra el suelo del aire frío descendente asociado a las cortinas de precipitación. Su impacto contra el suelo y posterior expansión en la horizontal da como resultado las características ráfagas de viento anunciadoras del inminente chubasco. Algunas tormentas son más intensas y generan lo que se conoce como un reventón, que puede ser seco (sin precipitación llegando al suelo), húmedo o cálido. En cualquiera de los casos las rachas de viento resultantes son particularmente violentas.
Dependiendo del tamaño y la duración de estos violentos desplomes de aire contra el suelo generado por una tormenta se habla de un reventón o un microrreventón. En este último caso, el alcance horizontal es inferior a los 4 kilómetros y no dura más de 5 minutos. Si contamos el tiempo desde que el fenómeno comienza a detectarse hasta que se desvanece en su totalidad, su duración total ronda el cuarto de hora. Este violento fenómeno puede generar rachas de viento fortísimas, que en algunos casos llegan a superar los 200 km/h; un viento huracanado en toda regla.