La recurrencia de los fenómenos meteorológicos extremos está cambiando nuestra vida: refugios y refugiados climáticos
Cada vez hay más iniciativas de refugios climáticos en las ciudades, así como movimientos migratorios de la población forzados por los extremos del clima.
El intenso calor cada vez nos afecta más de lleno, como consecuencia del imparable avance del calentamiento global. La tendencia al alza de las temperaturas nos obliga a poner en marcha medidas de adaptación para contrarrestar los impactos negativos que tienen en nuestra salud, en particular en los grupos de población más vulnerables. Disponer de zonas verdes en las ciudades es más necesario que nunca, aunque no es suficiente.
Cada vez escuchamos hablar más de refugios climáticos, como una de las formas de protegernos de la larga exposición al intenso calor. Aunque siempre se puede recurrir a los métodos tradicionales (estar bien hidratado, usar una vestimenta adecuada, buscar las sombras y zonas ventiladas…), la magnitud que están alcanzando los episodios de calor, está obligando a destinar espacios específicos para conseguir una protección adecuada, no accesible a toda la población.
La definición un refugio climático es muy amplia, ya que engloba tanto zonas naturales como urbanas, cuyas características permiten que se den unas condiciones de confort térmico adecuado ante distintas contingencias como el calor o la falta de agua. En las ciudades cumplen con esa función los parques y zonas arboladas y con vegetación, en las que hay abundante sombra y fuentes de agua potable.
En el marco climático actual, la planificación urbana debe de apostar por este tipo de espacios, conservando los que ya existan y aumentando la superficie de espacios verdes, sombreadas, que sirvan como refugios climáticos.
La isla verde del Círculo de Bellas Artes de Madrid
El pasado 11 de julio el Círculo de Bellas Artes de Madrid abrió al público un espacio interior verde, instalado en el Salón de Baile (su sala más emblemática), que aparte de cumplir con la función de refugio climático, también contribuye a que sus visitantes reflexiones sobre la emergencia climática y la necesidad, cada vez mayor de protegernos del calor extremo, como el que durante el tramo final del mes de julio está afectando a la ciudad de Madrid.
El espacio permanecerá abierto hasta el 31 de agosto del presente año y su acceso es libre y gratuito, abierto a toda la ciudadanía. Una isla de frescor, gracias a la abundante vegetación que se ha instalado allí, con el fin de ofrecer al visitante un lugar no solo confortable desde el punto de vista de la temperatura, sino relajante y propicio para sociabilizar.
Además, se aprovechará para llevar a cabo un amplio abanico de actividades culturales en torno al cambio climático y la sostenibilidad, entre las que habrá talleres, encuentros, conciertos y performances.
Migraciones forzosas por el clima
Empieza a haber lugares poblados en la Tierra, donde las olas de calor extremo, en combinación con valores muy altos de humedad relativa del aire, sequías duraderas y el aumento de la magnitud y frecuencia de los fenómenos meteorológicos extremos, están forzando las migraciones masivas de personas a otras regiones, donde intentan garantizar su supervivencia, no con pocas dificultades.
Las migraciones climáticas son ya un hecho, pero, previsiblemente, irán a más según vaya avanzando el presente siglo, lo que supondrá un reto mayúsculo para la humanidad.
Los impactos de las inundaciones están aumentando a toda velocidad en algunas regiones del mundo densamente pobladas, como ocurre en parte de Asia. Las proyecciones más recientes apuntan a un aumento muy significativo en la probabilidad de que ocurra al menos una inundación costera catastrófica al año a partir de 2050 en Bangladesh, India o China. En las zonas de costa vulnerables a ser inundadas de esos tres países asiáticos viven en la actualidad 300 millones de personas.
Si se extiende la proyección climática hasta el año 2100, se estima que el mar cubrirá un territorio donde 200 millones de personas tienen sus viviendas. Tanto allí como en las franjas litorales de otros muchos países han ido formándose en pocos años megaciudades, tras recibir un goteo continuo de personas que vivían en zonas rurales del interior, donde un clima cada vez más extremo, en el que no faltan las sequías, les ha ido poniendo las cosas cada vez más difíciles para subsistir, iniciando el éxodo a esas ciudades costeras en busca de una vida “mejor”.
Aunque hoy en día la mayoría de las migraciones climáticas se están produciendo dentro de los propios países, a medida que los suburbios de esas ciudades sigan creciendo de forma incontrolada y caótica, las condiciones de vida en ellas se deteriore y los temporales marítimos –potenciados por la subida del nivel del mar–las golpeen cada vez con más fuerza, entraremos, previsiblemente, en una segunda fase en la que oleadas de personas de esas ciudades inhabitables se desplazarán a otros lugares del mundo. Empezará a cobrar relevancia la figura del refugiado climático.