Los colores del cielo
Durante el día, el cielo se caracteriza por su color azulado pero llegado el atardecer, se tiñe de diferentes tonalidades anaranjadas que lo hacen digno de fotografiar y admirar. ¿Qué sucede sobre nuestras cabezas?
Cuando la luz del sol atraviesa la atmósfera, interacciona con los gases y partículas presentes en ella. El fenómeno óptico conocido como la dispersión de Rayleigh, es el que da lugar al azul del cielo que a diario vemos sobre nuestras cabezas. La luz blanca procedente del sol, se descompone en diferentes colores al atravesar los gases y las partículas en suspensión de vapor de agua. En función de la longitud de onda, la luz se dispersará con mayor o menor dificultad. La azul lo hace más fácilmente. Al dispersarse rebota en las diferentes moléculas presentes en la atmósfera, por lo que el color azul está presente en todo el cielo, que es finalmente lo que nuestros ojos perciben.
¿De qué color es el cielo en otros planetas?
Marte tiene una atmósfera muy tenue y está formada en su mayor parte por dióxido de carbono seguida de una pequeña proporción de nitrógeno y argón. Aun así, es el polvo en suspensión, compuesto mayoritariamente por óxidos de hierro, el que le otorga un color amarillento. Durante el amanecer y el atardecer en Marte, el cielo puede verse de color rosado. La atmósfera de Júpiter, el planeta más grande del sistema solar, está formada por hidrógeno y helio principalmente. Su cielo se asemejaría a una niebla grisácea debido a que la mayor parte de la luz estaría bloqueada por la densa nubosidad. Como curiosidad, muchos han encontrado cierto parecido en las imágenes captadas por la sonda Juno, entre la atmósfera de Júpiter y el cielo de “La noche estrellada” de Van Gogh.
En nuestro satélite las escasas partículas que se pueden encontrar en suspensión, hacen que la luz no sea capaz de dispersarse, por lo que el cielo en la Luna se ve de color negro.
¿Qué pasa al caer el sol?
Ahora bien, durante todo el día, el cielo no se mantiene del mismo color. Cuando llega el atardecer el ángulo de los rayos del sol es muy pequeño, atravesando además mayor cantidad de atmósfera. La luz azul se sigue dispersando, pero al cambiar el ángulo de incidencia, su trayectoria se desvía demasiado como para que la percibamos.
Los colores del atardecer
Al margen de los fenómenos que suceden con un ciclo de 24 horas, existen otros que modifican el color del atardecer y/o del amanecer y que pueden otorgarles tonos más intensos y fascinantes.
La presencia de la calima, por ejemplo, presente habitualmente en las tardes de verano, es capaz de modificar el color de un atardecer hasta volverlo amarillento. Las partículas de polvo en suspensión procedentes del desierto que irrumpen en la atmósfera, son las responsables. La nubosidad, especialmente la de tipo alto, genera fotometeoros dignos de capturar. Los cristales de hielo existentes en estas frías nubes que se sitúan por encima de los 6.000 metros de altitud, favorecen la reflexión de la luz dando lugar, por ejemplo, al conocido como pilar solar. Un fenómeno visible sobre todo cuando el sol está bajo en el horizonte.
Las nubes medias, como los altoestratos o los altocúmulos, hacen que la luz se disperse de forma diferente, por lo que el atardecer se tiñe de un naranja o rojo más intenso. En ocasiones parece que el cielo está encendido, recibiendo el nombre de candilazo. Algo similar es lo que Munch reflejó en su famoso cuadro ‘El grito’. Un candilazo propiciado, en este caso, por la explosión del volcán Krakatoa que durante meses arrojó a la atmósfera numerosas partículas.