Las nubes muy, muy lejanas y el agujero de ozono
Estamos acostumbrados a las nubes en las capas bajas de la atmósfera, pero ¿hay nubes más allá de esos primeros 10 kilómetros de altitud? Son las nubes muy, muy lejanas, unas buenas y otras malas.
Para empezar hagamos un poco de memoria, a finales de los años 70 se empezó a hablar de los dañinos clorofluorocarbonos o CFC, de su influencia en la capa de ozono, en su destrucción y en la formación del agujero de ozono sobre la Antártida. Entonces aprendimos que en lo alto de la atmósfera, en la estratosfera -capa situada entre los 15 y los 50 kilómetros de altitud-, se encuentra una zona que reúne el 90% del ozono atmosférico, que es nuestra capa protectora de ozono y cuyo máximo de concentración está entre los 25 y los 30 km de altitud.
En 1987 se llegó al acuerdo internacional del “Protocolo de Montreal”, para la protección de esta zona atmosférica y la eliminación gradual de los CFC. El resultado de esta acción conjunta es la recuperación, paulatina, del ozono estratosférico.
De todas maneras, durante esta última primavera, en el hemisferio norte se formó el mayor agujero de ozono sobre el Ártico. El hemisferio sur se está acercando a la primavera, momento en el que el agujero antártico debería desarrollarse y sabemos que este es mucho mayor que el del polo norte. ¿Qué es lo que puede estar pasando?
Nubes estratosféricas polares o NEP
Se forman entre los 15 y los 30 kilómetros de altitud, con unas temperaturas próximas a los -80 ºC. Generalmente son de forma lenticular y se producen por la propagación en la vertical de la interacción del flujo atmosférico con alguna cordillera de cierta altitud. Están formadas por cristalitos de hielo y también por pequeñas gotas de ácido nítrico, ácido sulfúrico y otros compuestos.
Estas nubes se observan en las latitudes altas y se caracterizan por unos vistosos colores iridiscentes que han llevado a denominarlas como nubes nacaradas o madreperla y que incluso se han llegado a confundir con auroras polares. La luz solar, al atravesar los cristales de hielo y las trazas de gases que las constituyen, se dispersa en los diferentes colores y les da esas tonalidades tan vistosas.
Una de las posibles explicaciones a la gran extensión que alcanzó el agujero ártico es que el calentamiento troposférico está provocando, a su vez, un enfriamiento estratosférico y un aumento de las NEP, que incluso se las empieza a ver a latitudes más bajas.
Las buenas y las malas
Casi como si se tratase de una película del oeste de Clint Eastwood, las NEP pueden ser buenas o malas, según la temperatura de formación y por tanto de su constitución. Las llamadas de Tipo I son las que contienen los ácidos nítrico y sulfúrico, se forman a temperaturas inferiores a los -78 ºC, por tanto a altitudes más bajas, coincidiendo con el inicio del máximo de la capa de ozono y jugando un papel decisivo en su destrucción.
Esto es debido a que la luz del sol reacciona con esas nubes para iniciar un proceso fotoquímico, que forma radicales libres de cloro activos, muy propensos a destruir a la molécula de ozono y así provocar que el agujero se forme y crezca.
Por el contrario, las de Tipo II están formadas por cristales de hielo de agua bastante puros, para su formación se necesitan temperaturas más bajas, inferiores a los -80 ºC, por tanto su formación se produce a una altitud superior. Este tipo de NEP no tiene nada que ver en la destrucción del ozono estratosférico.