Las inundaciones en la pintura: catástrofes retratadas a lo largo de la historia
Las inundaciones costeras o por desbordamientos de ríos son una constante a lo largo de la historia. Algunas de ellas han quedado inmortalizadas en la pintura. Lo vemos con algunos ejemplos.
Las inundaciones catastróficas son una constante en la historia de la humanidad, lo que deja una profunda herida en las personas que las sufren, que tarda mucho tiempo en cicatrizar. Aparecen referencias a ellas en todas las épocas, lo que obedece al control que siempre hemos querido ejercer los seres humanos sobre el agua, construyendo la mayor parte de nuestras ciudades en los cauces de los ríos y en zonas costeras.
El mito de una gran inundación aparece descrito por la práctica totalidad de las culturas antiguas. Los grandes ríos tienen un largo historial de inundaciones. En el caso de Mesopotamia –la cuna de la civilización occidental–, las del Tigris y el Éufrates pudieron dar origen al mito del Diluvio Universal en la tradición judeo-cristiana. Las referencias a esa gran inundación aparecen en el la Biblia, concretamente en el Libro del Génesis, donde se relata la conocida historia del arca de Noé.
Las pinturas de temática religiosa son muy abundantes. La escena del Diluvio Universal ha sido representada por infinidad de artistas. La podemos ver, por ejemplo, en los magistrales frescos que Miguel Ángel (1475-1564) pintó en la bóveda de la Capilla Sixtina, en el Vaticano. Junto a estas líneas reproducimos la pintura que dedicó al Diluvio Universal el pintor flamenco Jan Brueguel el Joven (1601-1678). Justo en el centro aparece el arca de Noé.
Es probable que el relato del Diluvio Universal tenga su origen en una gigantesca inundación provocada por el desbordamiento del Mar Negro, lo que habría anegado una extensa zona de Mesopotamia. Dicho episodio pudo haber ocurrido hace unos 4.900 años.
El aumento súbito del nivel de las aguas del Mediterráneo, hacia el año 2.900 a. de C. –tras una época muy fría– abrió una gran grieta en el Bósforo, formándose una gigantesca cascada que elevó 150 metros el nivel del Mar Negro; su desbordamiento habría provocado una gran crecida del Tigris y el Éufrates y la inundación de varias ciudades. Los supervivientes habrían relatado lo acontecido, transmitiéndose oralmente de unos pueblos a otros y dando origen al mito.
Un deshielo catastrófico
Los caudales de los ríos están sujetos a continuas variaciones, produciéndose cada cierto tiempo grandes aumentos que culminan en sus desbordamientos y en inundaciones catastróficas. El Danubio es el segundo río más largo de Europa (por detrás del Volga) y su desbordamiento en marzo de 1838 provocó la mayor inundación en la historia de Hungría, afectando de lleno a Budapest. Aquel trágico episodio ha quedado plasmado en numerosos grabados, dibujos y pinturas.
En enero de aquel año ya se produjo una primera inundación que afectó a algunas casas situadas en la orilla derecha, en Buda. El caudal del Danubio aumentó mucho debido a unas fuertes lluvias. A finales de aquel mes, las temperaturas cayeron en picado y se congeló el río en su totalidad entre Viena y Budapest. Así transcurrió el mes de febrero, pero al llegar marzo las temperaturas subieron y el deshielo produjo un súbito aumento del caudal del río, que rompió varias presas.
La gran crecida del Danubio se fue desplazando con rapidez río abajo y tuvo unas consecuencias devastadoras en Pest (orilla izquierda). Este evento, conocido como “la inundación de hielo”, constituye uno de los mayores desastres naturales documentados en Hungría. Ya había precedentes de episodios de esa naturaleza en el pasado. A pesar de que se habían llevado a cabo algunas infraestructuras en el Danubio a su paso por la ciudad, como diques para regular el caudal, fueron claramente insuficientes, algo que días antes de la inundación había advertido un ingeniero hidráulico.
El desbordamiento del río inundó una parte importante de Pest, causando también daños en Buda. En algunos barrios el agua alcanzó 2 metros de altura, con un pico máximo de 2,6 m registrado en el distrito de Ferencváros. El balance final arroja unas cifras que ilustran la magnitud de la catástrofe: 153 fallecidos, alrededor de 50.000 personas perdieron su hogar, con 2.281 casas destruidas en Pest y 204 en Buda, aparte de las que quedaron gravemente dañadas.
La inundación de Port-Marly
En una serie de cuadros del pintor impresionista Alfred Sisley (1839-1899) queda muy bien documentada gráficamente la inundación que sufrió la localidad francesa de Port-Marly, como consecuencia del desbordamiento del río Sena en marzo de 1876. Sisley residía por aquel entonces en la cercana localidad de Marly-le-Roi y al llegarle noticias de la inundación en Port-Marly se trasladó allí e inmortalizó en una bella serie de cuadros las diferentes fases de aquel episodio hidrometeorológico.
El cuadro anexo (La barca durante la inundación, Port-Marly) es uno de los seis que el artista dedicó a la citada inundación y puede contemplarse en el Museo d'Orsay, en París. La crecida del río transformó el paisaje local, anegando las calles de ese pequeño pueblo francés y alterando la vida de sus habitantes, que, como puede verse en la pintura, se vieron obligados a desplazarse en barcas para salir de sus casas. Un cielo de intenso color azul y salpicado de altocúmulos domina gran parte del lienzo, lo que denota el interés del artista por el medio atmosférico.
Sobre la superficie del agua vemos reflejados los elementos del paisaje, deformados por el reflujo al que se ve sometida la capa líquida. Gracias a su serie de cuadros de Port-Marly, Sisley nos ofrece una detallada crónica de los acontecimientos. Cumplió una misión similar a la que desempeña un periodista, cuando su medio le manda a cubrir un suceso. Ejerció de notario del tiempo, dejándonos para la posteridad un relato en clave pictórica en el que podemos ir viendo las diferentes fases que siguieron al desbordamiento del Sena en Port-Marly.