¡Larga vida a la AEC!
Entre los días 17 y 19 de octubre de 2018 se celebró en Cartagena el XI Congreso Internacional de la Asociación Española de Climatología (AEC). José Miguel Viñas participó en el mismo y nos ofrece esta crónica.
Escribo este post recién llegado de Cartagena (Murcia), donde la pasada semana se celebró el XI Congreso Internacional de la Asociación Española de Climatología (AEC), bajo el sugerente lema: “El clima: aire, agua, tierra y fuego”. Los cuatro elementos de la antigüedad sintetizan a la perfección el concepto de sistema climático, que engloba todo, lo que, además, coincide con el nombre del programa de radio que dirigí las dos últimas temporadas en CMMedia, del que guardo muy buen recuerdo.
Tuve el honor de ser invitado al congreso de Cartagena para participar en la mesa redonda con la que concluyó el largo programa de actividades, titulada “Difundiendo la cultura del clima”. En ella, los participantes pusimos encima de la mesa algunas de las claves de la divulgación científica, en particular del cambio climático, tanto las dificultades para afrontarla con solvencia como los retos que plantea.
Mi última participación en uno de estos congresos bianuales fue en el octavo, celebrado en Salamanca en septiembre de 2012, donde también participé en una mesa redonda en la que se habló de comunicación de cambio climático. No es algo casual, ya que este asunto es uno de los que más interés despierta entre los climatólogos y meteorólogos, cuyas investigaciones (en la mayoría de los casos de carácter técnico, sustentadas en un importante aparato matemático) apenas asoman la cabeza fuera de los círculos académicos y científicos, por lo que la mayor parte de la sociedad desconoce esa labor, cuyos resultados contribuyen a ir conociendo cada vez un poco mejor el comportamiento climático.
Me he vuelto de Cartagena con muy buen sabor de boca. El congreso ha batido récord de comunicaciones presentadas (casi 150), agrupadas en tres grandes temáticas como “Variabilidad y extremos climáticos”, “Modelos climáticos, sistemas naturales y actividad antrópica” y “Servicios climáticos y comunidades de usuarios”, teniendo que impartirse en sesiones paralelas, dado el volumen de trabajos. Un buen número de participantes fueron jóvenes investigadores, algunos de los cuáles se estrenaban en este congreso en el arte de la oratoria o en el de presentar un póster. Junto a ellos, también estaban muchos de los climatólogos veteranos, con los que siempre es un placer coincidir e intercambiar impresiones, como Javier Martín Vide, José María Cuadrat, Maria José Estrela (actual presidenta de la AEC)…
También tuvieron lugar varias conferencias impartidas por especialistas de reconocimiento mundial. La conferencia inaugural corrió a cargo de Manola Brunet, actual presidenta de la Comisión de Climatología de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), que habló sobre el rol de la OMM y la Comisión que preside en despliegue de servicios climáticos. No menos interesante fue la conferencia de Francisco J. Doblas, director del departamento de Ciencias de la Tierra del Centro Nacional de Supercomputación, sobre la modelización climática y la necesidad de desarrollar servicios útiles para la sociedad.
También hubo un par de conferencias dedicadas al programa Copernicus, y la última de las ponencias programadas, fue impartida por el paleoclimatólogo Eduardo Zorita, con el sugerente título de: “Variabilidad interna del clima en los últimos 2.000 años”, en la que ofreció muchas de las claves que permiten conocer las limitaciones de la modelización de los climas del pasado.
Dediqué un buen rato, una de las mañanas, a ver los posters, muchos de los cuáles me resultaron interesantísimos. Los temas abordados eran de lo más diversos: climatología histórica, climatología urbana, clima regional, modelos conceptuales… Compartí animadas charlas con algunos de los jóvenes investigadores, como Dominic Royé, que constituyen la savia nueva de la asociación.
Han pasado ya 20 años desde que la AEC comenzó su andadura, siendo Javier Martín Vide su primer presidente. La asociación tuvo su embrión en el grupo de Climatología de la AGE (Asociación de Geógrafos Españoles), que en los años 90 comenzó a organizar unos primeros congresos donde unos entusiastas climatólogos empezaron a compartir sus trabajos con los colegas y también con otros profesionales de otras carreras científicas como Físicas –como es mi caso– interesados por el cambio climático.
Por aquel entonces, empecé a seguir la pista a una pléyade de geógrafos (Martín Vide, Olcina, Cuadrat, Pita, Marzol…), descubrí sus publicaciones y la importante labor que llevaban a cabo. Sus trabajos me han acompañado desde aquellos años de estudiante, me han brindado muchas horas de placentera lectura y me han ayudado (y siguen haciéndolo) en mi labor divulgadora. Les debo mucho y me alegra comprobar que aquellos climatólogos trabajan en la actualidad mano a mano con una nueva generación que brilla también con luz propia y que garantiza el relevo generacional. Desde estas líneas no me queda más que desear una larga vida a la AEC.