La temible falla de Anatolia: por esto Turquía tiene un riesgo sísmico altísimo
El último seísmo de gran intensidad se produjo entre el 5 y el 6 de febrero de 2023. Un fuerte temblor de 7,8 devastó el sureste de Turquía y el norte de Siria, provocando una auténtica catástrofe.
Como sabemos, Turquía, junto con Italia y Grecia, es un país con un riesgo sísmico muy alto. Casi toda Turquía se ha visto históricamente afectada por fuertes terremotos, responsables de grandes devastaciones.
La causa de esta gran exposición a los fenómenos sísmicos se puede atribuir a las numerosas fallas que bordean la meseta turca. Se trata de una contigüidad de estructuras sismogénicas que llegan hasta Armenia, Irán y el lado más occidental de la imponente cordillera del Himalaya (que, no por casualidad, se consideran zonas con alto riesgo de fuertes terremotos, incluso con magnitudes por encima de 7,5 – 8,0).
El terremoto de febrero de 2023
El último terremoto fuerte se produjo el año pasado, cuando entre el 5 y el 6 de febrero de 2023 un fuerte terremoto, de magnitud 7,8, devastó el sureste de Turquía y el norte de Siria, provocando una auténtica catástrofe: hablamos de unas 60000 víctimas, más más de 121 000 heridos y más de 5 millones de desplazados.
El epicentro del terremoto se localizó cerca de una triple unión entre los márgenes de la placa de Anatolia, la placa Arábiga y la placa Africana. La ruptura de la falla afectó un área de 190 km de longitud.
Para ofrecer una comparación en cuanto a la energía liberada, los sismólogos Alessandro Amato y Aybige Akinci, investigadores del Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología de Italia, estimaron que la grieta generó un terremoto unas mil veces más potente que el primer temblor de la secuencia sísmica de 2016-2017 en el centro de Italia. Hasta treinta veces más potente que el terremoto de Irpinia de 1980.
Los grandes terremotos del pasado
Además del reciente y desastroso terremoto de febrero de 2023, Turquía se ha visto afectada por otros terremotos muy fuertes, que han provocado auténticas catástrofes naturales.
Uno de los más importantes es el terremoto del 17 de agosto de 1999 que destruyó numerosas ciudades en la meseta occidental de Turquía. Ese terremoto se localizó a lo largo de una falla perteneciente a la estructura sismogénica del norte de Anatolia, la más conocida falla del norte de Anatolia, responsable de los graves desastres que azotan cíclicamente el territorio turco.
Más recientemente, en 2003, un terremoto de magnitud 6,4 sacudió la ciudad sudoriental de Bingol y causó más de 177 muertes. En marzo de 2010, un terremoto de magnitud 6,0 derrumbó casas mal construidas en cinco pueblos de la provincia de Elazig, también en el este de Turquía, matando a 51 personas.
El 19 de mayo de 2011, un terremoto de magnitud 5,9 sacudió la ciudad occidental de Simav, provocando 2 víctimas y 79 heridos. El terremoto también se sintió en Estambul, una megalópolis con un alto riesgo sísmico, hasta el punto de que el primer ministro Recep Tayyip Erdogan, recién salido de su campaña electoral, había prometido trasladar a dos millones de habitantes a zonas periféricas para transformarlas en ciudades satélites menos peligrosas.
Características del sistema de fallas del norte de Anatolia
La falla del norte de Anatolia está dividida en numerosos segmentos, cada uno de los cuales es capaz de generar fuertes terremotos. Durante los últimos sesenta años toda la estructura sismogénica ha producido numerosos eventos sísmicos.
La zona de falla afectada por el terremoto de 1999 ya había generado terremotos en el pasado, en 1509 y 1754. La sucesión de eventos sísmicos observados en los últimos 60 años muestra una clara progresión de la sismicidad de este a oeste.
Estas consideraciones llevaron a la conclusión de que la zona afectada por el terremoto de 1999 era una "brecha sísmica", es decir, una zona con una alta probabilidad de que se produjeran fuertes fenómenos sísmicos. Por tanto, el terremoto del 17 de agosto de 1999 se produjo en una zona conocida, donde se habían reconocido fallas sismogénicas y donde se podía esperar un evento de esta magnitud.
Desafortunadamente, los conocimientos actuales no nos permiten establecer de antemano cuándo ocurrirá un evento tan destructivo. Sin embargo, esta circunstancia demuestra cómo es posible contar con información suficiente para planificar obras de prevención, como la construcción de casas y edificios que cumplan con todas las normas antisísmicas básicas, y reducir los efectos de los terremotos incluso si sus efectos a corto plazo La predicción es todavía un objetivo lejano.