La plastilina blanca invernal

En conmemoración del Día Mundial de la Nieve, que desde 2007 se celebra todos los 19 de enero, esta entrada habla sobre la plasticidad de la nieve. Dicha propiedad permite que sea fácilmente moldeable, como comprobamos al hacer bolas o muñecos de nieve, o como hace también el viento.

Pareja de muñecos de nieve en un banco. © Pixabay

La nieve, aparte de ser uno de los elementos de la naturaleza más fascinantes que hay, es un material con unas propiedades tales que, entre otras cosas, permiten que sea fácilmente moldeable, tanto por causas naturales –el viento es una de ellas– como por las personas. Cuando se produce una nevada, particularmente en lugares donde la nieve no es un meteoro frecuente, su poder de atracción nos atrapa irremediablemente. La visión de los copos al caer, el silencio envolvente de la escena, la aparición del manto blanco… nos llena de emoción, lo que nos lleva a continuación a querer caminar sobre ella y a manipularla, derivando la cosa, no pocas veces, en una batalla de bolas de nieve.

Jugamos con la nieve como si de plastilina de color blanco se tratase, dando forma a las citadas bolas y también construyendo simpáticos muñecos de nieve. En ese proceso de manipulación nos percatamos al instante de la esponjosidad que tiene la nieve recién caída, en la que hasta un 90% es aire. También es fácil darse cuenta de que no siempre la nieve se compacta con la misma facilidad. Cuando tenemos nieve polvo –una nieve particularmente seca–, la cohesión de los copos que forman el manto nivoso es muy pequeña y compactar una bola de nieve se convierte en una misión casi imposible. Al empezar a manipular el trozo de nieve elegido, se nos desmorona entre las manos.

bola nieve
Hacer bolas de nieve y jugar a lanzarlas es una de las mayores tentaciones que tenemos cuando nieva.

No ocurre lo mismo cuando la nieve es más húmeda, sin llegar al extremo de estar pastosa, que es lo que pasa cuando hay presencia de agua liquida en el manto blanco, bien como consecuencia de una fusión parcial del mismo en su parte superficial, bien porque se han incorporado a él gotas de lluvia o aguanieve, llenando parte de los huecos que ocupaba el aire. Con nieve algo humedecida, logramos con facilidad dar forma a bolas de nieve consistentes que, en función de la fuerza que empleemos al compactarlas, pueden llegar a tener una gran dureza. Recibir un bolazo de estos puede ser peligroso, especialmente si el lanzamiento se realiza con saña.

La gran porosidad que presenta el blanco elemento, lo convierte en un material aislante del calor muy eficaz. Dicha propiedad, con ayuda de la gravedad, permite la formación de llamativos rodillos y formas arrugadas en delgadas capas de nieve, que ponen de manifiesto una asombrosa plasticidad. Ocurre, a veces, que una vez que una fina capa de nieve –de no más de 2 a 3 centímetros de grosor– cubre la plancha metálica de un tobogán, o la luneta o el capó de un vehículo, con el paso del tiempo termina deslizándose, dando lugar a una curiosa forma arrugada o de rodillo, similar a la que genera un rollo de tela al ir dejándolo caer en el suelo.

Rodillos y sábanas de nieve que resultan del deslizamiento de la delgada capa de ese elemento depositado sobre la luneta trasera de un vehículo (izquierda) y el capó de otro (derecha). Fuente: www.buzzfeed.com

Una vez formada la capita de nieve –tras finalizar la nevada– es habitual que baje la temperatura ambiente, al despejarse los cielos y enfriarse progresivamente el aire situado sobre la nieve, hasta alcanzar varios grados por debajo de cero. Inicialmente la nieve está adherida a la superficie inclinada sobre la que se ha ido depositando, pero debido al aislamiento térmico de la propia capa, en su parte inferior empieza a fluir agua líquida, ya que esa zona queda protegida del gélido aire exterior y se calienta por contacto con la propia superficie. La lámina de agua que se va formando reduce la adherencia, lo que sumado a la fuerza gravitatoria, culmina con el deslizamiento de la nieve, con el resultado que vemos en las fotografías anexas.

Este mismo mecanismo es el que da lugar a los espectaculares rodillos de nieve que se forman a veces en las laderas de las montañas o incluso en zonas llanas. En este último caso, el viento entra en escena, siendo el responsable de enrollar la alfombra de nieve, que, en este caso, se desprende de una capa nivosa inferior de diferentes características, originada en una nevada anterior. Sirvan estos pequeños apuntes sobre la plastilina blanca invernal para conmemorar la celebración del Día Mundial de la Nieve, que desde el año 2007 se celebra cada 19 de enero.