Alimentos libres de crueldad animal: ¿falacia o realidad?
Muchos de los alimentos consumidos por los veganos son posibles gracias al maltrato o explotación de animales, o al uso desmedido de algunos recursos naturales, lo que va en contra de sus principios.
En 1975, el filósofo inglés Antony Flew publicó “Thinking About Thinking”, donde acuñó su frase “Ningún auténtico escocés” (No true Scotsman). Estableció así una falacia no formal que intenta proteger una generalización universal de los contraejemplos, al cambiar una definición para excluir el contraejemplo. En su libro, lo expresa de la siguiente forma:
Imagine a Hamish McDonald, un escocés, sentado con su Glasgow Morning Herald viendo un artículo acerca de cómo el "Maniático sexual de Brighton ataca de nuevo". Hamish se estremece y declara que «ningún escocés haría algo semejante». Al día siguiente se sienta a leer su Glasgow Morning Herald de nuevo y, esta vez, encuentra un artículo sobre un hombre de Aberdeen cuyas brutales acciones hacen que las del maníatico sexual de Brighton parezcan casi caballerescas. Este hecho muestra que Hamish estaba equivocado en su opinión, pero ¿lo admitirá? No es probable. Esta vez él dice: «Ningún escocés “verdadero” haría una cosa semejante».
Los practicantes del vegetarianismo o de su versión más radical, el veganismo, son personas que basan su alimentación en productos de origen vegetal por diversas cuestiones de salud, éticas y ambientales. El veganismo en particular se define como una filosofía de vida que excluye todas las prácticas de explotación y crueldad hacia los animales.
¿Alimentos libres de explotación y crueldad animal?
Algunos de los que están leyendo estas líneas, probablemente en algún momento de sus vidas decidieron modificar su dieta y convertirse en veganos para reducir su impacto en el ambiente y evitar el sufrimiento de los animales.
Así como no existe el impacto ambiental nulo de cualquier actividad o especie que habite este planeta, también debemos ser conscientes de que abstenerse de consumir carne no implica necesariamente no matar o explotar animales. Una dieta basada sólo en el consumo de productos de origen vegetal no nos asegura ser libres de ingerir componentes de origen animal.
Ciertos ingredientes o alimentos que forman parte de una dieta vegana pueden proceder de animales sin que lo sepamos, o pueden contar con materia animal durante su proceso de elaboración, como es en el caso del vino o la cerveza.
En el proceso de vinificación o fermentación, se les suele agregar elementos clarificantes que previenen la formación de sedimentos, corrigen el color y eliminan sabores y olores indeseados. La mayoría de los clarificantes naturales provienen de huesos de animales, de la sangre de búfalo, de la clara de huevo o de las vejigas natatorias de los peces.
Muchos alimentos que forman parte de una dieta vegetariana o vegana requieren de la explotación agrícola. Para ello y en muchos casos, se debe alterar el ambiente natural que ocupa ese territorio, lo que implica la migración o muerte de los seres vivos que lo habitan (animales, insectos, aves, etc.), y esto se multiplica si ese territorio era silvestre. Y si animales o insectos atacan algún cultivo, se emplean diferentes métodos para exterminarlos, desde la caza hasta pesticidas.
Prácticamente no existe alimento que sea totalmente libre de explotación o crueldad animal. Y muchas veces el daño ambiental provocado por el veganismo está oculto, sólo hay que abrir un poco los ojos.
La abeja también es un animal
Los elementos que no suelen faltar en una dieta vegetariana o vegana son las tostadas con palta, la “leche” de almendras y otros vegetales como la calabaza, o frutas como los arándanos. A simple vista, nada de esto parece reprobable acorde los principios del veganismo, según declama el manifiesto de The Vegan Society:
La “leche” de almendras no proviene de un animal y por eso no es propiamente leche, sino que es una “bebida” a base de almendras, ya que proviene de un árbol, el prunus dulcis o almendro . En el Valle de California tiene lugar el 80 % de la producción global de almendras y para polinizar los almendros se utilizan abejas: un tercio de las abejas de los Estados Unidos (más de 40.000 millones) son criadas para uso comercial y transportadas en camiones por cientos, miles de kilómetros hacia California.
Esta "migración" forzada y masiva de abejas, impacta en su salud y en los ecosistemas donde son implantadas. Una vez en destino, donde el invierno no es tan riguroso como en sus lugares de origen, se altera su biorritmo y las abejas trabajan hasta caer exhaustas por agotamiento (el invierno es la época de descanso de las abejas), o por envenenamiento por pesticidas.
Pero no sólo si consumes almendras o sus derivados te estás aprovechando de un animal indefenso como la abeja. Las abejas polinizan una tercera parte de lo que comemos, y alrededor del 84 % de los cultivos para consumo humano necesitan a las abejas o a otros insectos para polinizarlos y aumentar su rendimiento y calidad. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO), además de las almendras, las manzanas, arándanos, pepinos, cebollas, calabazas y fresas dependen en gran medida de las abejas para su polinización.
La tolerancia del vegano
En sus principios, The Vegan Society habla de reducir cualquier forma de explotación o crueldad animal, y promover el desarrollo de alternativas en beneficio del medioambiente… “siempre que sea posible”. O sea que hay un margen de tolerancia. Es preferible beber “alimento líquido a base de almendras” como sustituto vegano a la leche vacuna, aunque en ello vaya la vida de miles de millones de abejas.
Alimentarse puede ser un dilema moralmente complejo, y por eso es difícil encontrar un vegano absoluto. Pero siempre tendremos a mano la falacia no formal de Flew: “Ningún auténtico vegano”.