¡Oyen, duermen y aprenden! La asombrosa inteligencia de las plantas
Las plantas son más inteligentes de lo que suponemos: oyen, duermen, aprenden, recuerdan y se comunican entre ellas. Estos son algunos de los aspectos más asombrosos y desconocidos del reino vegetal.
Sí, aunque no lo creas, las plantas tienen inteligencia.
Etimológicamente, “inteligencia” proviene del latín intelligentĭa, que a su vez deriva de inteligere. Esta palabra está compuesta por las voces intus (entre) y legere (leer). Por tanto, el origen etimológico del concepto de inteligencia hace referencia a una entidad que sabe escoger, seleccionar las mejores opciones para solucionar un problema. En la actualidad, se ha aceptado que no existe un concepto único de inteligencia, sino que existen numerosas formas de ella.
Entonces, si definimos como inteligencia a la capacidad de entender y de resolver problemas, las plantas la tienen. Algunos dirán que el concepto de inteligencia está relacionado con el sistema nervioso y el cerebro, del que muchos humanos hacemos gala. Pero si utilizamos el concepto de “inteligencia artificial” a la capacidad de una máquina de entender y resolver problemas, ¿por qué no utilizarlo para todos los seres vivos, ya sean del reino animal o vegetal?
Las plantas también duermen
En esto coincide el director del Laboratorio Internacional de Neurobiología Vegetal y profesor asociado de la Universidad de Florencia, Stefano Mancuso. Para él, todos los seres vivos han de aplicar “inteligencia” para solucionar problemas que, de no resolverse, la evolución los haría desaparecer. En boca de Mancuso, “no hay diferencias entre la inteligencia de animales y plantas”.
Mancuso sostiene que las plantas duermen, tienen un ciclo activo y uno de descanso. En esta última fase, las plantas -al igual que en el descanso de los animales- no tienen sensibilidad del entorno y hasta son similares las posiciones que adoptan para el descanso: muchas plantas cambian de posición sus hojas, o las cierran. También, al igual que los humanos, a medida que cumplen años, las plantas no necesitan dormir tanto.
Mancuso, autor de varios libros que intentan desmitificar nuestra visión de las plantas, señala que hablarle a las plantas no tiene efecto en ellas, ni pueden apreciar ningún tipo de música, ya que solo perciben vibraciones y frecuencias. Y de ellas, prefieren las más bajas, especialmente las de 300 hertzios, que es parecida a la que produce el agua que fluye, y en ese caso las raíces de las plantas tenderán hacia esa fuente de sonido.
Las plantas oyen y aprenden
Mónica Gagliano, investigadora del Centro de Biología Evolutiva de la Universidad de Australia Occidental, da sustento a esta última afirmación de Mancuso. Gagliano publicó un estudio donde señala que las plantas de arvejas son capaces de localizar el agua a distancia en ausencia de humedad.
Es que las plantas de arvejas, chícharos o guisantes perciben las vibraciones de las tuberías por donde corre el agua, y así pueden guiar sus raíces hacia ellas. Esto lo hacen gracias a una especie de sentido auditivo que puede ser confundido por el ruido de fondo, y que les permite diferenciar el sonido real de uno grabado.
En otro estudio recopilado por BBC, Gagliano reveló que las plantas pueden desarrollar reflejos condicionados, es decir que son capaces de aprender al estilo de los perros de Pavlov, que asociaban la comida con el sonido de una campana hasta que salivaban simplemente oyendo el tañido de esta.
En su experimento, Gagliano utilizó como comida a una fuente de luz, y en lugar de una campana empleó la corriente de aire inducida por un ventilador. Las plantas se disponían en un laberinto, y estas crecieron en dirección al camino iluminado donde también soplaba el aire. En la oscuridad, las plantas eligieron el camino con la corriente de aire, es decir que habían aprendido a asociar la corriente de aire con la luz. Y recordaron esa elección en el tiempo.
Las plantas piensan y recuerdan
Esto es lo que afirma en un estudio el profesor Stansilaw Karpinski, de la Universidad de Ciencias de la Vida de Varsovia. Las plantas son capaces de transportar, hoja por hoja, la información que produce la luz que ilumina una de ellas. Los científicos pusieron luz solo en la parte inferior de la planta, y observaron que la parte superior de la planta respondía al estímulo. El estudio concluye que, mediante reacciones electroquímicas, esas señales son transportadas por las células disparando efectos en cascada, actuando como si fuese un sistema nervioso.
También el estudio determinó que las reacciones de las plantas dependen del color que las ilumina. Se intuye que los vegetales podrían emplear esa información para codificarla en función de los estímulos que les proporcione ese color de luz, y responder así de manera diferente para cada color, evidenciando una especie de memoria o recuerdo ante el estímulo. Al parecer, esto es usado para prepararse para las estaciones frías o cálidas con anticipación, y evitar así que las heladas o las olas de calor deterioren de alguna forma su metabolismo celular.
Las plantas hablan entre ellas… ¡y reconocen a sus "parientes"!
Las plantas se comunican a través de fragancias, señales químicas volátiles que viajan en el aire para avisar a otras plantas de una amenaza para que éstas puedan producir, al igual que muchos animales, olores de autodefensa. Richard Karban, investigador de la Universidad de California-Davies, demostró que cuando los arbustos Artemisia tridentata son atacados por depredadores (orugas, insectos), generan estas sustancias volátiles, que espantan y las protegen frente a las plagas. Estos olores son percibidos por otras Artemisa tridendata vecinas que, sin haber sido atacadas, activan sus defensas para no caer víctimas del mismo agresor. Es una estrategia de “defensa preventiva familiar”, según Karban.
Jorge Casal, investigador del Instituto Leloir y de la Universidad de Buenos Aires, determinó que las plantas de Arabidopsis que crecen junto a sus parientes cambian la disposición de sus hojas para reducir la sombra de sus vecinas, pero no hacen lo mismo si no tienen relación genética con ellas. Mediante la exposición intermitente de las plantas a los rayos de sol, Casal demostró que, al crecer con "parientes", las Arabidopsis reordenaban las hojas de manera tal que proyectaban menos sombra a sus vecinas que cuando crecían con plantas con las que no guardaban parentesco alguno.