Inscripciones en los ríos. Testigos de grandes inundaciones y sequías
Los ríos están sometidos a crecidas que dan lugar inundaciones y a importantes estiajes como consecuencia de las sequías. Ambos hechos quedan documentados con inscripciones como las piedras del hambre de algunos ríos centroeuropeos.
Las sociedades humanas hemos convivido con los ríos desde que fundamos las primeras ciudades. Actividades como el transporte o la agricultura, aparte de la disponibilidad de agua para el consumo o la producción de energía, fueron determinantes en la prosperidad de numerosos pueblos, culturas, civilizaciones…, pero la convivencia con los ríos también nos ha enseñado sus dientes; sus dos caras: la de los aumentos de caudal, causantes de desbordamientos e inundaciones, y la impuesta por las sequías, que en casos extremos culmina con la desecación total del curso fluvial y los problemas que ello conlleva.
La historia de los grandes ríos está salpicada por un rosario de inundaciones catastróficas. El aparente aumento de los episodios meteorológicos extremos quizás sea el resultado de una frecuencia e intensidad parecidas a las que teníamos en el pasado, pero con unas “bandas de tolerancia” ante esos fenómenos cada vez más pequeñas (véase la figura anexa), como consecuencia de la presión creciente a la que sometemos al medio físico que nos rodea y a sus recursos. Los riesgos aumentan con el tiempo si se estrecha la “banda de tolerancia”, definida en función de la presión antrópica sobre el agua y sus márgenes.
Las marcas de crecida
Si dedicamos tiempo a pasear por una ciudad que tenga río, antes o después nos encontraremos en la fachada de algún edificio con una marca que indique el nivel que alcanzó el agua durante alguna de las inundaciones ocurridas en el pasado. No hay patrones fijos con este tipo de marcas de altura del nivel de inundación. En algunos casos se agrupan en el mismo emplazamiento distintas rayas a diferentes alturas, cada una con el año que corresponda. En otros casos son marcas individuales, con el dato de la altura y la fecha exacta de la efeméride. Dependiendo de los lugares encontraremos placas, azulejos o simples líneas en un muro.
En muchas ciudades españolas localizamos este tipo de inscripciones, que suelen causar asombro, ya que algunas están situadas varios metros por encima del nivel de calle. En la ciudad de Valencia no resulta difícil localizar algunas que recuerdan las diferentes alturas que alcanzaron las aguas del río Turia durante la Gran Riada de octubre de 1957. Dependiendo de los barrios de la ciudad, la lámina de agua tuvo una mayor o menor altura; habiendo zonas, como la que rodea a la catedral, que no resultaron anegadas. Las mayores alturas documentadas son los 4 metros de la Casa de Las Rocas y los 5,20 m de la calle Doctor Olóriz.
Las piedras del hambre
La otra cara de la moneda viene de la mano de las sequías. En los últimos años el fenómeno es recurrente, sin que los registros pluviométricos avalen en todos los casos dicha circunstancia. En realidad, hay un problema de fondo no ligado únicamente a la ausencia de precipitaciones. Derrochamos mucha agua y tenemos muy malos hábitos de consumo, aparte de algunas malas prácticas. De seguir así, llegará un momento en que estaremos siempre con sequía –entendida como falta de agua–, llueva o no llueva. Hay que asumir que las sequías son algo que caracteriza nuestro clima y por lo tanto no deberían de pillarnos desprevenidos. Si usáramos el agua de forma más racional, las sequías serían mucho más llevaderas.
Históricamente, las grandes sequías han venido acompañadas de grandes hambrunas, provocadas por la pérdida de las cosechas. En el mundo globalizado actual, podemos esquivar más fácilmente el problema, pero no del todo si, tal y como está ocurriendo, el fenómeno de las grandes sequías y las olas de calor extremo también se globaliza. Tenemos en 2022 un buen ejemplo de ello. También hay constancia documental en los ríos de sequías catastróficas. En algunos de los grandes ríos europeos, como el Rin o el Elba, encontramos las llamadas “piedras del hambre”. Se trata de inscripciones en algunas grandes piedras situadas sobre el lecho fluvial, visibles únicamente cuando se produce un gran estiaje.
Una de las piedras más mediáticas es la de Tetschen, cuya fotografía acompaña estas líneas. Se localiza en el río Elba a su paso por la ciudad de Decin, en el norte de la República Checa. En ella aparecen, en posición invertida, distintas fechas que marcan otras tantas grandes sequías, pero destaca sobre todo una inscripción en alemán que reza así: Du mich siehst dann (“Si me ves entonces llora”). La lapidaria frase se grabó en la piedra en 1616, durante una de las mayores sequías documentadas en el citado río.
El grabador y las personas que sufrieron aquella sequía padecieron una gran hambruna y dejaron constancia escrita del momento crítico que estaban viviendo, advirtiendo a las generaciones futuras que quien volviera a ver aflorar la inscripción en el futuro se tendría que volver a enfrentar a una catástrofe similar a la que ellos padecieron aquel año.
Aunque el mundo ha cambiado mucho desde entonces, las sequías se siguen repitiendo periódicamente desde principios del siglo XV hasta la actualidad, tanto en Centroeuropa como en el resto del mundo. Ahora ha entrado en escena el cambio climático y las sequías no son ajenas a él. La excepcional sequía del verano de 2022 ha dejado al descubierto la piedra del hambre de Tetschen. Ocurrió también justo antes de la pandemia. Un claro aviso de que algo está cambiando.