El tiempo navideño en la pintura
El tiempo invernal que asociamos a la Natividad (motivo central de las fiestas navideñas) se lo debemos en gran medida a la influencia que ejercieron unas pinturas de Pieter Brueghel el Viejo.
Las escenas navideñas con motivos como la Natividad, la Adoración de los pastores o la de los Reyes Magos, pertenecen ya al imaginario colectivo, gracias a infinidad de pinturas donde aparecen representadas.
Muchas de ellas se utilizan para ilustrar las felicitaciones navideñas (los tradicionales christmas), y sirven también de inspiración a los belenistas. Si bien el tiempo con el que identificamos la Navidad es el típico invernal, con la nieve y el frío como protagonistas, no siempre se han pintado así esas escenas.
En la recreación de todo lo que rodea al nacimiento de Jesús hay, aparte, otros aspectos arbitrarios como la propia fecha en que tuvo lugar ese acontecimiento histórico que relatan los textos bíblicos del Nuevo Testamento.
El mes de marzo (inicio del año en la época romana) es el momento más probable del nacimiento de Jesús de Nazaret, no el 25 de diciembre, fecha que se puso en circulación en el siglo IV, en la época del emperador Constantino. Nada impide, a priori, que pueda nevar en Judea en marzo, pero de hacerlo es más probable que lo haga en diciembre.
El influyente Pieter Brueghel el Viejo
Centrándonos en la pintura, hay un influyente artista que, a partir de su legado, condicionó la visión que tenemos de las escenas navideñas. Se trata del pintor y grabador flamenco Pieter Brueghel el Viejo (ca. 1526/30 – 1569), quien entre los años 1565 y 1567 pintó varios óleos sobre tabla con un denominador común: los paisajes en los que se representan las escenas son puramente invernales, con la nieve y el hielo como indiscutibles protagonistas.
Sus cuadros transmiten el intenso frío que el artista debió de pasar los inviernos de aquellos años, especialmente el de 1565, que sabemos que fue uno de los más gélidos que hay documentados en Europa.
La Pequeña Edad de Hielo daba su primer gran coletazo. Afincado por aquel entonces en Bruselas, la crudeza de aquel invierno la plasmó en una de sus tablas más conocidas. Se trata de “Los cazadores en la nieve”, y formaba parte de una serie de seis, que dedicó a los diferentes momentos del ciclo anual. Esa pintura es la que ilustra los meses de diciembre y enero. Ese mismo año pintó “Paisaje de invierno con trampa para pájaros”, que también copió su hijo mayor (Pieter Brueghel el Joven).
Los dos años siguientes (1566 y 1567) pintó otras tres escenas invernales, en este caso de temática religiosa: “Censo de Belén”, La masacre de los inocentes” y “Adoración de los Reyes Magos en la nieve”. Esta última tabla es la primera pintura europea en la que se representa una nevada, no solo un paisaje nevado. El gélido invierno de 1565 fue el principal elemento inspirador de estas pinturas, en las que el paisaje invernal pasa a ser el principal protagonista de las escenas, algo que ningún pintor había hecho hasta ese momento.
Tal y como señaló en un artículo publicado en 1981 el divulgador de las ciencias atmosféricas británico William James Burroughs, con estas tablas Pieter Brueghel el Viejo reformuló completamente la imagen de la Natividad. Su influencia en la pintura europea fue tan grande, que desde entonces, no faltan la nieve y el frío en las recreaciones (mentales o creativas [belenes, pinturas…] que hacemos de las escenas del nacimiento de Jesús.
Escenas navideñas sin frío ni nieve
Partiendo de lo que acabamos de contar, cabe pensar que con anterioridad a que Pieter Brueghel el Viejo pintara esas escenas en torno a la Natividad, no faltarán pinturas de idéntica temática, pero sin una ambientación puramente invernal. Encontramos muchos ejemplos, empezando por Giotto (h. 1266-1337), quien dedica varios de los frescos al nacimiento de Jesús en la capilla de los Scrovegni, en Padua, sin que en ninguno de ellos aparezcan elementos que identifiquemos con el frío o la nieve.
Aunque a principios del siglo XIV –cuando Giotto pinta los frescos de la capilla– ya se llevaba un milenio conmemorando el 25 de diciembre el nacimiento de Jesús, en las pinturas los elementos paisajísticos eran marginales.
En las pinturas del artista italiano –un revolucionario en su época– no faltan los llamativos cielos azules pintados con lapislázuli, sin olvidarnos de la llamativa estrella de Belén que incluye en el fresco que dedica a la Adoración de los Reyes Magos, que se ha identificado con el cometa Halley, que justamente tuvo uno de sus acercamientos a la Tierra en 1301.
Con posterioridad a las influyentes escenas invernales de la Natividad de Pieter Brueguel el Viejo, tampoco faltan pinturas en las que el autor deliberadamente sitúa la escena del portal de Belén en un contexto meteorológico opuesto al habitual. Encontramos un ejemplo en el cuadro titulado “Paisaje arcadiano con la Natividad”, del pintor barroco italiano Andrea Locatelli (1695-1741).
Este artista se especializó en los paisajes idealizados de la campiña romana, que reprodujo en muchas de sus obras, con independencia de que el motivo incluido en ellas fuera o no de temática religiosa. En el caso que nos ocupa, en el título de la obra aparece una referencia geográfica a Arcadia, que se corresponde con una antigua región de Grecia, situada en el Peloponeso. En la pintura no faltan elementos de la época clásica, como las ruinas bajo las que sitúa la escena de la Natividad.
Lo llamativo y lo que seguramente le cause sorpresa por la imagen que tiene interiorizada de la Navidad, es el tiempo primaveral o de verano que domina en la escena, con los cielos azules, salpicados de algunos estratocúmulos, y unas indumentarias en los distintos personajes que invita a pensar más en calor que en frío.