El triplete solar: el Sol rojizo, achatado y el rayo verde
Ahora que el verano se aproxima a su recta final, les propongo observar el Sol, realizar unas fotos y con suerte, ¡conseguir el triplete solar! ¿Cuáles son estos fenómenos ópticos?
Nos acercamos al equinoccio de otoño y una buena manera de despedirnos del largo verano es disfrutar de uno de sus atardeceres, sobre todo ahora que la temperatura es más fresca y apetece estar en el exterior. Bien sea en la montaña o en el mar, ver desaparecer el astro rey por el horizonte siempre es un maravilloso espectáculo. Si a su belleza intrínseca le añadimos unos breves comentarios físicos seguro podremos disfrutar, aún más, de esta maravilla de la Naturaleza.
Aunque el Sol se encuentre cerca del horizonte y parezca tener atenuada su fuerza, no significa que no pueda dañarnos, especialmente si lo miramos largo rato o a través del objetivo de una cámara en busca de esa instantánea perfecta, ¡mucho cuidado! Esta atenuación es debida a que los rayos solares atraviesan mucha más atmósfera y las partículas que la componen absorben más luz, algo que ocurre mucho menos cuando se encuentra más elevado, por ejemplo al mediodía.
Sol rojizo
Cual película del oeste de Charles Bronson, ese Sol rojo, rojizo o anaranjado que observamos principalmente en la puesta cuando está cerca del horizonte, lo podemos explicar por la dispersión de la luz solar realizada por las partículas atmosféricas.
La luz solar está compuesta por diferentes colores y no todos se dispersan igual. La gama azul, con una longitud de onda más corta, se dispersa mucho más, en todas las direcciones; mientras que la roja, con una longitud mayor, lo hace en menor medida. Por tanto, cuando miramos al Sol en su puesta la gama de luz que predomina es la del rojo, la que menos se ha dispersado.
Así que, cuanto más bajo esté el Sol en el horizonte, más atmósfera atravesará, más partículas se encontrará, más atenuado estará, más dispersión sufrirá y más rojo se verá.
También nos hemos fijado que las puestas de sol, en ausencia de nubosidad, suelen ser más rojizas que los amaneceres, esto es debido a que hay más partículas suspendidas en el aire por la tarde. Durante el día suele ser mayor la agitación en las capas bajas atmosféricas, por tanto aumenta la dispersión y se ve favorecido el color rojizo.
Sol achatado
Si tenemos en cuenta que la atmósfera está constituida por diferentes capas de aire, sucesivamente más densas, cada una de ellas con un índice de refracción mayor, los rayos de luz solares son cada vez más desviados, más curvados, a medida que van acercándose a la superficie terrestre.
Cuando el Sol se encuentra en las proximidades del horizonte, sus rayos deben atravesar el mayor número de capas atmosféricas y, de este modo, su refracción es mayor. Esto provoca dos cambios aparentes en el disco solar, por un lado parece que el Sol está más elevado de lo que está y, por otro, su achatamiento.
El primero de estos cambios provoca que el Sol, cuando se pone, aún esté sobre el horizonte cuando en realidad el disco ya estaría por debajo y justo lo contrario cuando sale, dando la impresión que vemos al disco solar, cuando en realidad todavía está bajo la línea del horizonte.
Y en el segundo es la pérdida de su esfericidad, dando paso a un achatamiento del Sol, que toma la forma de una elipse. El borde inferior del disco solar, al estar más cercano al horizonte, sufre más refracción y hace que parezca más elevado, por eso el Sol pasa a ser achatado.
La traca final, ¡el rayo verde!
Esta vez estoy seguro que casi todos hemos visto la película o leído la novela de Julio Verne, en la que nos describe el color de ese rayo como: “un verde que ningún artista podría jamás obtener en su paleta, un verde del cual ni los variados tintes de la vegetación ni los tonos del más limpio mar podrían nunca producir un igual. ¡Si hay un verde en el Paraíso, no puede ser salvo de este tono, que muy seguramente es el verdadero verde de la Esperanza!”
La explicación de esta maravilla es menos poética y se trata simplemente del efecto de la refracción en la luz solar que es descompuesta en los colores del arco iris, estando más refractados los azules en la parte alta y menos los rojos en la baja, la más cercana al horizonte. Conforme desciende, el Sol va perdiendo estas tonalidades. Las azules se pierden con el color dominante del cielo, por tanto, si las condiciones son las idóneas, los últimos rayos de sol que vemos son de color verde, justo antes de ocultarse o en el momento de su salida.
Estas condiciones que nos ayudan a aumentar las posibilidades de observar este destello es un horizonte sin obstáculo y calma atmosférica, para que casi no haya turbulencia. Hay que estar muy atentos, porque la duración del fenómeno óptico apenas es un par de segundos.