El secreto de la bolsa de agua caliente
Se siguen vendiendo y son un éxito a la hora de calentarnos por la noche. ¿Cómo generan calor durante tantas horas las bolsas de agua caliente?
A muchos nos recuerdan a nuestras abuelas. A las visitas al pueblo cuando solo una estufa de leña calentaba la cocina o el salón. El resto de la casa seguía a una temperatura no apta para frioleros. Suerte teníamos de la bolsita de agua caliente que, puesta un rato antes de ir a dormir bajo las sábanas, nos dejaba la cama caliente.
Las bolsas de agua caliente no son cosa del pasado. Sí, aún las podemos encontrar en muchas tiendas y mercadillos. Hechas de caucho y recubiertas por una funda lavable, incluso hoy en día en internet podemos encontrar modelos de mil y una formas distintas. Tanto para hacernos entrar en calor como para fines terapéuticos, no se han dejado de fabricar.
Hoy vamos a adentrarnos en la física de estas bolsas. Porque si durante tantos años se han utilizado, es que funcionan bien. Hay motivos suficientes para dedicarle unos minutos.
La capacidad calorífica del agua es la clave
El único secreto de la bolsa de agua caliente es una de las valiosas propiedades que tiene el agua: su elevada capacidad calorífica. Esto hace que se diferencie del resto de líquidos y sustancias en cuanto al almacenamiento de calor.
Eso quiere decir que si tenemos que calentar cierta cantidad de agua, nos costará mucho rato y energía hacerlo. Lo podemos comprobar cuando queremos hervirla. Nos tenemos que esperar mucho tiempo. El aceite, en cambio, no tarda tanto. Por contrapartida, una vez dejamos de calentar el agua, esta retiene durante mucho tiempo el calor y tarda en enfriarse.
Por este motivo las bolsas de agua caliente se rellenan con agua. Aparte de ser un líquido que está a nuestro alcance, es una de las sustancias que tiene una mayor capacidad calorífica y, por lo tanto, retiene más el calor.
Capacidad calorífica de otros cuerpos
Podríamos pensar que para almacenar el calor sería mejor calentar una piedra que un poco de agua. Es un error. La piedra perdería el calor mucho más rápido que el agua. El granito, sin ir más lejos, tiene una capacidad calorífica cinco veces más baja que la del agua. Si hacemos el mismo ejercicio con otros líquidos sucederá lo mismo. El alcohol, por ejemplo, tiene la mitad de capacidad calorífica que el agua.
El caso de la playa
Otro ejemplo en el que podemos ver esta gran propiedad del agua es en nuestras playas. Durante un cálido día de agosto la arena se calienta tanto que no se puede ni pisar. Nos quemamos. El mar, en cambio, tarda horas en subir un poco la temperatura. ¿Qué pasa de noche? La arena está helada y el agua del mar caliente. La arena ha perdido el calor rápidamente y el agua no.