El refranero veraniego
No faltan en en el rico y variado refranero meteorológico los dichos que aluden al tiempo característico de la estación veraniega. Los primeros calores intensos del mes de junio, la canícula de los meses de julio y agosto y las tormentas, marcan, meteorológicamente, hablando el verano ibérico.
El refranero meteorológico y climático, que se usa tanto en España como en los países de América Latina que comparten el mismo idioma y en otros donde se habla en otras lenguas romances, es lo suficientemente rico y variado para encontrar en él muchos refranes donde elegir, alusivos a cualquier época del año, bien sea un determinado mes, días concretos del calendario, o cualquiera de las cuatro estaciones. En los refranes veraniegos son frecuentes las referencias al calor y también a las tormentas, que no faltan ningún año a su cita estival.
En junio el calor toma carrerilla
El verano climatológico (también llamado meteorológico) se corresponde con el trimestre junio-julio-agosto, por lo que centraremos nuestro recorrido en los refranes (una pequeña selección de ellos) que aluden a cada uno de esos tres meses, empezando por los del mes de junio. Tanto este mes como julio son meses claves para el agricultor. Se recoge el cereal en los campos de secano, engordan las uvas en los viñedos y se cargan de aceitunas los olivos. Junio brillante, año abundante dice un conocido un refrán, y otro sentencia que Por junio mucho calor, nunca asusta al labrador. Cuando llueve en la primera parte del verano no es bueno para las tierras de secano ni tampoco para el viñedo (El agua por San Juan quita vino y no da pan, Agua por San Juan, vinagre a la Navidad).
La noche del 24 de junio se celebra el fin de la primavera y la llegada del verano. Aunque un refrán afirma que Sin engaños, la noche de San Juan es la más corta del año, lo cierto es que la más corta es la del solsticio de verano, que habitualmente cae en el 21. A partir de ese momento, los días se van acortando y las noches alargando, tal y como sentencia este otro refrán: Por San Juan los días comienzan a acortar.
Al margen del máximo de horas de sol que se alcanza en esas fechas, hay ocasiones en que todavía a esas alturas de junio tenemos fríos tardíos. Dicha circunstancia es recogida en el famoso refrán: Hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo; y si junio es ruin, hasta el fin, y en también en este otro: Hasta que pase San Juan, no te quites el gabán. Parece claro que no hay que bajar la guardia hasta primeros de julio, por si las moscas.
Los calores y las tormentas ocasionales de julio
El mes de julio es el mes veraniego por excelencia. El calor intenso está garantizado, siendo normalmente en la segunda quincena cuando se alcanzan los picos más altos de temperatura, aunque no es algo fijo. La canícula (el período del año en el que se registran, según la climatología, las temperaturas más altas del año) abarca desde el 15 de julio hasta el 15 de agosto (de Virgen [del Carmen] a Virgen [la Asunción], el calor aprieta de firme, dice un conocido refrán), pero julio en su conjunto se caracteriza por el intenso calor: En julio beber y sudar y el fresco en balde buscar. Ya en sus primeros días, son frecuentes las altas temperaturas (Por San Fermín [7 de julio] el calor no tiene fin).
Respecto a la actividad tormentosa, en julio es habitual que algunos días se den los ingredientes adecuados para que haya tormentas, pudiendo ser ocasionalmente fuertes y dejar granizadas. Encontramos varios refranes que hacen referencia a las tormentas del ecuador del verano. Uno de los más conocidos es el que dice: Aunque raras, muy violentas, son por julio las tormentas.
Si bien puede darse, a veces, un día de julio muy tormentoso, con gran agitación atmosférica desde la mañana hasta la noche, lo normal es que se produzcan tormentas de masa de aire, que empiezan a desarrollarse a partir de mediodía y descargan hacia media tarde, despejándose, de nuevo, los cielos después (En julio gran tormenta mucho espanta, pero pronto escampa).
Las dos caras de agosto
Encontramos más refranes del tiempo de agosto que de los dos meses precedentes. Es un mes en el que se abre un abanico mayor de circunstancias meteorológicas, con un claro punto de inflexión entre su primera mitad (todavía de marcado calor canicular) y su segunda, donde el tiempo veraniego empieza a mostrar signos de cambio, principalmente en forma de refrescamiento vespertino y de un progresivo aumento de la actividad tormentosa, que tiene su continuidad en el mes de septiembre. Por San Bartolomé (24 de agosto) tormentas ha de haber.
Las dos caras del mes de agosto (sus dos mitades) quedan perfectamente descritas por dos refranes construidos de forma muy parecida. Por un lado, tenemos el que afirma que Agosto fríe el rostro y, por otro, el conocido Agosto, frío en el rostro. Mientras que el primero se cumple preferentemente en la primera quincena, el segundo hace referencia a los menores calores de la segunda, aunque esto no es una regla fija que se cumpla cada año. En agosto relente y agua corriente, sentencia otro refrán. El relente es el frescor provocado por la humedad de la noche y la alusión al agua corriente es por los pequeños riachuelos que se forman en el suelo cuando descarga una tormenta.
Uno de los hechos que empieza a ser notorio en agosto es la reducción de las horas de sol, lo que explica en buena medida esas dos caras del mes. Un primer refrán nos recuerda que En agosto, a las siete sombra en rostro, un segundo, que Por la Virgen de agosto [15 de agosto], a las 7 ya está fosco, y un tercero, que Por San Agustín, hilan las mocitas a la luz del candil (San Agustín es el 28 de agosto).
Terminamos este repaso paremiológico con un curioso refrán que hace alusión a las tareas agrícolas propias del tramo final del verano. Es el que dice que Agosto está reñido con Baco y con Cupido. Baco es el dios romano del vino y Cupido es el del amor. En agosto, con el calor apretando fuerte, los antiguos campesinos estaban ocupados, de sol a sol, con las labores de siega y la posterior trilla del trigo. Los grandes campos de cereales les tenían tan ocupados durante esa época clave del año agrícola, que nos les quedaba tiempo para tomarse unos vinos en la taberna con los amigos, ni para cumplir con su mujer al llegar a casa, ya que llegaban exhaustos y al día siguiente les tocaba de nuevo madrugar.