El mundo es un pañuelo: ¿en qué consiste la teoría de los 6 grados de separación?
Se cree que cualquier persona del planeta puede estar conectada con cualquier otra a través de una cadena que no tiene más que 5 intermediarios. Te contamos la historia de esta teoría y los sorprendentes experimentos realizados.
La teoría de los 6 grados de separación indica que cualquier persona puede estar conectada a cualquier otra persona del planeta a través de una cadena de conocidos que no tiene más que 5 intermediarios, conectando a ambas personas con sólo 6 enlaces.
El concepto está basado en la idea de que el número de conocidos crece exponencialmente con el número de enlaces en la cadena, y sólo un pequeño número de enlaces son necesarios para que el conjunto de conocidos se convierta en la población humana entera.
Se cree que cada persona conoce en promedio a unas 100 personas. Si cada uno de esos amigos o conocidos cercanos se relaciona con otras 100 personas, cualquier individuo puede pasar un recado a 10000 personas más tan sólo pidiendo a sus contactos que pasen el mensaje a los suyos. Siguiendo la idea, en fácil entender que en cuestión de seis pasos tendremos una red ampliada a 1 000 000 000 000 de personas, con lo cual se estima que, dada la tecnología actual, se podría enviar un mensaje a cualquier individuo del planeta.
¿Cómo surgió la teoría de los 6 grados de separación entre dos personas cualquiera?
La teoría fue inicialmente propuesta en 1929 por el escritor húngaro Frigyes Karinthy en un cuento llamado Láncszemek (Eslabones).
En 1967, el psicólogo estadounidense Stanley Milgram ideó una manera de probar la teoría, que denominó “el problema del pequeño mundo”. El método consistió en la selección al azar de varias personas del medio oeste estadounidense, para que enviaran tarjetas postales a un extraño situado en Massachusetts, situado a varios miles de kilómetros de distancia.
Los remitentes conocían el nombre del destinatario, su ocupación y la localización aproximada. Se les indicó que enviaran el paquete a una persona que ellos conocieran directamente y que pensaran que fuera la que más probabilidades tendría, de todos sus amigos, de conocer directamente al destinatario. Esta persona tendría que hacer lo mismo y así sucesivamente hasta que el paquete fuera entregado personalmente a su destinatario final.
Aunque los participantes esperaban que la cadena incluyera al menos cientos de intermediarios, la entrega de cada paquete solamente llevó, como promedio, entre cinco y siete intermediarios.
Los descubrimientos de Milgram fueron publicados en “Psychology Today” e inspiraron la frase “seis grados de separación”. El dramaturgo John Guare popularizó la frase cuando la escogió como título de su obra en 1990. Sin embargo, los descubrimientos de Milgram fueron criticados porque éstos estaban basados en el número de paquetes que alcanzaron el destinatario pretendido, que fueron sólo alrededor de un tercio del total de paquetes enviados.
Además, muchos reclamaron que el experimento de Milgram era parcial en favor del éxito de la entrega de los paquetes, seleccionando sus participantes de una lista de gente probablemente con ingresos por encima de lo normal, y por tanto no representativo de la persona media.
El experimento de Facebook
Mucho más recientemente, la empresa Facebook realizó en 2011 un estudio denominado “Anatomy of Facebook” con todos los usuarios activos de su red en ese momento: 721 000 000 miembros, lo que equivalía a alrededor del 10% de la población mundial.
Se analizó el conjunto de amigos en común, para sacar el promedio de cuántos eslabones hay entre cualquier usuario y otro cualquiera. De esta prueba se excluyó a celebridades y famosos.
Esta es la prueba más cercana de la teoría a la fecha de hoy y da un resultado aproximado de 4,75 eslabones.
Explicando la magia de los 6 grados
Recientemente, un artículo publicado en Physical Review X y realizado en conjunto por colaboradores de Israel, España, Italia, Rusia, Eslovenia y Chile, descubrió que esta magia de seis grados se puede explicar matemáticamente. Demostraron que se vincula a otra experiencia social que todos conocemos muy bien: la lucha entre coste y beneficio en el establecimiento de nuevos lazos sociales.
De acuerdo a lo indicado por Infobae, si se considera a los individuos en una red social, naturalmente, desean ganar protagonismo navegando en la red y buscando lazos estratégicos. El objetivo no es simplemente perseguir una gran cantidad de conexiones, sino obtener las correctas, aquellas que colocan al individuo en una posición central en la red.
Como resultado, la investigación muestra que las redes sociales son una colmena dinámica de personas que juegan constantemente el juego de costo-beneficio, cortando conexiones por un lado y estableciendo otras nuevas por el otro. Es un rumor constante impulsado por la ambición de centralidad social. Al final, cuando este tira y afloja alcanza un equilibrio, todos los individuos han asegurado su posición en la red, una posición que equilibra mejor su impulso por la prominencia y su presupuesto limitado para nuevas amistades.
“Cuando hicimos los cálculos, descubrimos un resultado sorprendente: este proceso siempre termina con caminos sociales centrados en el número seis. Esto es bastante sorprendente. Necesitamos entender que cada individuo en la red actúa de forma independiente, sin ningún conocimiento o intención sobre ella como un todo. Pero aun así, este juego autónomo da forma a la estructura total. Conduce al fenómeno del mundo pequeño y al patrón recurrente de seis grados”, explicó el profesor Baruch Barzel, uno de los autores principales del artículo.
La capacidad para difundir información, ideas y modas que se extienden por la sociedad está profundamente arraigada en el hecho de que solo se requieren unos pocos saltos para vincular a individuos aparentemente no relacionados. Por supuesto, no sólo las ideas se difunden a través de las conexiones sociales. Los virus y otros patógenos también las utilizan. Las graves consecuencias de esta conexión social se vieron de forma explícita recientemente con la rápida propagación de la pandemia de COVID-19 que demostró todo el poder de los famosos 6 grados.