El lenguaje meteorológico náutico
La íntima relación entre la navegación, el tiempo y el estado del mar da como resultado un rico léxico meteorológico náutico. En este artículo daremos a conocer algunos de los términos y expresiones del lenguaje marinero que aluden al tiempo en la mar.
La navegación es una de las actividades humanas que tiene una mayor dependencia de las condiciones meteorológicas. La combinación del oleaje y el viento influye tanto en las rutas marítimas como en la actividad pesquera, con frecuencia de manera determinante. Esa estrecha relación tiene su reflejo en el rico vocabulario de términos meteorológicos empleados por las gentes de la mar (navegantes, marinos o pescadores), del que daremos a conocer una pequeña muestra en las siguientes líneas, empezando por una retahíla de términos que nos resultan familiares.
Ventolina, viento fresco, frescachón, temporal duro, mar rizada, marejada, mar muy gruesa, arbolada, montañosa… Estas palabras y expresiones se han popularizado gracias a dos conocidas escalas usadas internacionalmente para describir la intensidad del viento (escala Beaufort) y del estado del mar (escala Douglas). Cada uno de esos descriptores se corresponde con unas precisas indicaciones de los rangos de velocidad alcanzados por el viento y la altura de las olas respectivamente. Aunque el léxico ligado a este par de escalas completa un listado de una veintena larga de términos, en el lenguaje náutico encontramos bastantes más, también ligados al viento y las olas.
La mar en calma sin viento nos lleva a la curiosa expresión “calma chicha”, cuyo uso se ha popularizado, no limitándose al ámbito marino o náutico. La palabra “chicha” es una deformación fonética del término francés chiche, que significa avaro, en alusión a la avaricia (figurada) del mar, al no ceder ni un ápice de viento para que puedan avanzar las embarcaciones a vela. Al parecer, ese fue el sentido que le dio a la expresión un marinero de origen francés que viajaba en un navío español en el siglo XVII, desesperado por la ausencia de viento.
En la misma línea tenemos también la palabra recalmón, empleada tanto para expresar la calma en la mar –tras una súbita parada del viento– durante la tarde, con ambiente bochornoso. Esta bonita palabra es una de las seleccionadas en uno de sus diccionarios de la naturaleza por la bióloga y escritora Mónica Fernández-Aceytuno, quien la ilustra con la siguiente cita de J. Romero y Murube (1950): “Cuando el horizonte arde en el recalmón de la siesta”.
En la navegación de cabotaje es común referirse al terral (viento o brisa nocturna de tierra a mar) y al virazón (viento o brisa diurna de mar a tierra). Otro término genuinamente marinero es galerna. El fenómeno hace referencia a un temporal súbito y violento que se desencadena a veces en las cercanías de la costa cantábrica, dando lugar a vientos muy fuertes y racheados y a muy mala mar.
Buceando en el lenguaje meteorológico náutico encontramos algunos términos que juegan al despiste. Es el caso de calina, que es una forma equivalente de expresar calima (litometeoro consistente en la suspensión de partículas sólidas en el aire), pero que tiene también esta otra acepción: “Conjunto de corchos alineados, a modo de rosario, empleados en ocasiones como boya”.
Seguramente le sorprenderá saber que un chapitel, aparte de ser una de las formas de referirse al carámbano (aguja de hielo) es el nombre que recibe el “pequeño cono de cualquier piedra dura como ágata, zafiro o rubí, embutido en el centro de la rosa de los vientos, en el compás, apoyándose en la punta de un estilo para que la rosa gire libremente.”
La rosa de los vientos mediterránea
Es obligado dedicar unas líneas a la rosa de los vientos, cuyo origen lo encontramos en la navegación en el Mediterráneo durante la época clásica. Las rosas de Aristóteles (12 rumbos) o Vitrubio (24 rumbos) nos proporcionaron algunos de los nombres de vientos que han perdurado hasta la actualidad. La rosa de 32 rumbos, en la que está basada la que se usa actualmente en Meteorología, se atribuye al sabio mallorquín Ramón Llull (Raimundo Lulio) [c. 1232-1316], quien a su vez se basó en escritos antiguos de, entre otros, Plinio el Viejo.
La versión simplificada de esa rosa es la que se emplea en el Mediterráneo Occidental, donde aparecen los nombres de los vientos correspondientes a los 8 rumbos principales. Comenzando por el norte y avanzando en el sentido de las agujas del reloj, tenemos la Tramontana (N), el Gregal (NE), el viento de Levante (E), el Xaloc o Siroco (SE), el Migjorn o Mediodía (S), el Garbí, Garbino o Leveche (SW), el Ponent, Poniente o Vendaval (W) y el Mestral, viento Maestro o Cierzo (NW).
Nos quedan muchos otros términos meteorológicos náuticos en el tintero, como arrumazón, con el que se describen las nubes que aparecen agrupadas en el horizonte marino, collada, que es como los navegantes se refieren al tiempo seguido que sopla un mismo viento. Una palabra particularmente bella es maresía, que alude tanto al olor característico del mar como a la humedad ambiental cargada de salitre propia de las zonas costeras.
Uno menos conocido es galeno, usado para describir un viento apacible. Y terminamos este repaso con uno de los términos náuticos por excelencia: el fetch. Así se conoce internacionalmente al alcance del viento que definimos como la distancia máxima sobre la superficie del mar en la que sopla un viento uniforme, tanto en dirección como en intensidad.